España precisa un gobierno sin más dilación

La única opción que debería estar completamente descartada es la convocatoria de nuevas elecciones. La sociedad no aguantaría tener que acudir nuevamente a las urnas porque los partidos no logran un acuerdo de gobierno. Con más quórum además que en algunas ocasiones precedentes. Muchos ciudadanos progresistas están al límite de la paciencia viendo el espectáculo que se está ofreciendo para una negociación que se dilata más que en exceso.

Por fin, se anuncia que se abren vías tras varios encuentros entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias fallidos.El candidato del PSOE admite que haya miembros de Unidas Podemos en su gobierno pero con perfil técnico. Pablo Iglesias propone consultar a las bases. La luz se ha abierto el final del túnel pero vuelven a caer mamparas. Celaá, ministra portavoz, dice que el PSOE quiere “una negociación integral de proyecto”. Según el diario El País, es Iglesias el que “reclama una negociación integral”. Se diría que quieren ambas partes lo mismo, pero parece que hay alguna diferencia sobre el concepto integralidad. El periódico de PRISA añade que Iglesias“lanza” la consulta a sus bases sobre el gobierno que quieren.

Celaá pide con humildad sin par a los socios preferenciales que “abandonen orgullos y egos personales”. Es sabido que en el planeta Tierra cuando se alude al ego superlativo solo hay uno, como madre solo hay una. Los políticos destacados atesoran en nuestro país una modestia casi franciscana salvo uno que todos ustedes conocen. Pregunten en los ranchos de Texas o en los mares donde fondean los yates de lujo, y verán que solo dan un único nombre.

Unidas Podemos por su parte consulta a sus inscritos sobre qué tipo de acuerdo de gobierno quieren con el PSOE. Con no pocas críticas siguiendo la tradición. Las preguntas son ambiguas, ese clásico en nuestro país. Se trata de decidir si se quiere un modelo de gobierno de coalición como pide Unidas Podemos o el de cooperación que propuso el PSOE. En el segundo caso Sánchez no podría oponerse, pero sí en el primero que sería volver a la casilla de salida. Al PSOE, como se anticipaba, les parece que el lanzamiento de la consulta complica más el acuerdo.

Resulta un tanto extraño en los políticos preferir perfiles técnicos. Es como una negación de su propia esencia. Los gobiernos son políticos y hacen política. Sin contar con lo mal que entiende España la independencia.En igual sentido, parece que los partidos (preferentemente los de izquierdas ) emitan un perfume que resulta indeleble solo con la mera aproximación. La política, desde luego, está en horas muy bajas en España y puede que se lo haya ganado a pulso.

Ahora bien, no puede estar más claro que el PSOE no se siente cómodo con Unidas Podemos en la mesa del Consejo de Ministros. Cómo será que hasta la vicepresidenta, Carmen Calvo, volvió a sacar el mito de que Iglesias no apoyó un gobierno de Pedro Sánchez en 2016. Siendo conocedora de lo que realmente ocurrió, como muchos periodistas que también resucitan ahora aquella leyenda.

No han pasado varios lustros para haber olvidado el acuerdo firmado con Ciudadanos, que era tan de derechas como lo es ahora. La negativa del PSOE, que contó el ahora ex miembro del partido José Antonio Tapias. O las presiones que confesó Pedro Sánchez al periodista Jordi Évole en Salvados.

Volvemos al principio, España necesita apremiantemente un gobierno. Si van a mandar ministros de Unidas Podemos a debatir en la cocina, no parece plan. Los acuerdos integrales, sea cual sea la integralidad, deberían dejar muy claro ese punto. Sin duda, unir fuerzas para trabajar juntos en la misma dirección suma esfuerzos y los amplifica pero no siempre es posible. A veces es preferible una menor implicación y ser vigilante de los acuerdos prográmaticos. El gobierno en sí y sus principales decisiones son las del partido que lo preside. Nick Clegg, líder de los demócrata-liberales británicos, pagó cara su alianza con los conservadores de Cameron. Políticamente. En las siguientes elecciones no sacó ni su escaño y hundió al partido. Ahora el hombre es un jefazo de Facebook y vive en la soleada California a cuerpo de Silicon Valley.

El 28 de abril muchos españoles votaron en defensa propia ante el temor de que llegará la triple derecha a la Moncloa. Sin duda el PSOE recibió el voto del miedo ante semejante amenaza. El peligro era real como ha demostrado la formación de gobiernos municipales y autonómicos. Mucho más de lo previsto por algunos. Vox manda y sin problema para sus socios. Ignacio Aguado de Ciudadanos encuentra lógico que la ultraderecha pida listas de quiénes dan charlas en la Comunidad de Madrid sobre el colectivo LGTBI. Cree el ciudadano naranja que están en su derecho. Y, ellos con Arrimadas en cabeza, de ir a restregarles en la cara los recortes de derechos que toleran. Y encima de demandarlos y que lo admita a trámite la Fiscalía.

En el PP el sesgo ultraderechista viene con tintes pintorescos. Pablo Casado, como presidente, da la razón al alcalde Almeida. Y asegura, sin asfixiarse, que Madrid Central aumentaba la contaminación al no circular vehículos por la zona. El milagro del aire que se libera de tóxicos de los tubos de escape solo con una jaculatoria de la derecha. Esto está llegando a unos niveles que evitar un gobierno de estos ejemplares políticos se inscribe ya en la supervivencia de la especie.

Queda una reflexión más dura y no por ello menos cierta. Un país con la corrupción impregnando altas instituciones del Estado como es España, no puede aspirar a otro progresismo que el que representa el PSOE. Un partido de centro socialdemócrata europeo al que cabría pedirle la máxima responsabilidad y a ser posible que aligere algunas mochilas que le pesan demasiado.

No habrá gobierno marcadamente progresistas, no habrá “portugales” en España, mientras no se limpie la suciedad que impregna muchas instituciones esenciales, siquiera una parte. Saberlo es el principio de la solución. Trabajar para que poco a poco vaya siendo posible. Que lo es, que sí se puede, con decisión y no sin esfuerzo.

Un gobierno de esta triple derecha supone, insisto, un peligro para los derechos y las libertades y la propia madurez de la especie. Nuevas elecciones mandarían a muchos votantes de izquierda a la abstención. Formen gobierno ya y pónganse a trabajar por los ciudadanos que es lo que cuenta. Y mírense en los espejos a ver si se les ha caído algún ego al suelo y más de una sinrazón.