Aunque hayan terminado las campañas electorales, sigue la propaganda. Más sutil que la de los eslóganes de campaña, pero no menos contundente. Ahora es el momento de los mensajes optimistas sobre la marcha de la economía. Se pregona que casi se ha batido el récord de afiliados a la Seguridad Social, que el paro ha caído en 84.000 personas en mayo o que Bruselas ha suprimido la vigilancia especial al déficit español. Pero no se va más allá de esos titulares que, por otra parte, tampoco son para tanto. Y no se cuenta lo mucho que de verdad va mal en la economía española.
Sí, el desempleo se va reduciendo. Lo viene haciendo desde hace más de tres años. Pero a costa de que la mayoría de los nuevos puestos de trabajo sean temporales —el 90% este mayo— y mal pagados. De que millones de españoles, jóvenes y no tanto, no sepan lo que va a ocurrir con su vida dentro de pocas semanas. El gobierno alardea de que la subida del salario mínimo a 900 euros no ha tenido impacto alguno en la marcha en las contrataciones y uno de sus exponentes se atreve incluso a proponer que el Banco de España pida perdón por haber pronosticado lo contrario. ¿Y si lo que ha ocurrido es que ese impacto se ha retrasado en el tiempo?
No hay por qué creer a pies juntillas lo que diga el Banco de España. Ha metido la pata demasiadas veces y otras tantas ha sido evidente que sus opiniones tenían una intencionalidad política. A veces para favorecer al gobierno que había nombrado al gobernador, otras para fastidiar al ejecutivo que ha llegado al poder cuando el mandato otorgado por el precedente no había concluido. Como ocurre actualmente con su titular, Pablo Hernández de Cos. Pero cuando lo que pone encima de la mesa son datos y no opiniones hay que pensárselo dos veces antes de arremeter contra esa institución.
Y lo que ha dicho esta semana, para horror de muchos, es que las clases medias están contrayendo créditos por encima de sus posibilidades. ¿Por qué va a ser mentira? ¿Y qué quiere decir que sea verdad, sobre todo si el banco sugiere que buena parte de esos créditos lo son al consumo, aunque también están creciendo las hipotecas? Pues que mucha gente ha decidido vivir al día. ¿Porque han dejado de creer en su futuro y les da igual lo que les pueda pasar, carpe diem, o por lo contrario, porque están tan confiados en que les va a ir bien que no les importa endeudarse? No es fácil responder a esa pregunta. Habrá de todo un poco. En todo caso, la bajísima tasa de ahorro que se registra desde hace un tiempo refuerza esas inquietudes.
Pero para alarma la que están dando las decisiones que está tomando un grupo, cada vez más nutrido, de empresas importantes con sus plantillas. Ya hace unos meses Vodafone, Cemex, Alcoa, Vestas y La Naval anunciaron amplios recortes y si estos no se han completado del todo, que probablemente lo harán, es por la resistencia que han opuesto sus trabajadores. Dia, Nissan, Bayer y Supersol ya han culminado esos procesos y han dejado a mucha gente en la calle. Y ahora el Santander y Caixabank quieren deshacerse 3.173 y 2.023 empleados, respectivamente. En los últimos años el sector bancario ha recortado sus plantillas en más de 95.000 unidades.
Sí, la economía está creciendo a más del 2% y parece que lo seguirá haciendo al menos durante un año más. Y los salarios han subido algo, pero partiendo de bases tan bajas como las que terminaron estableciéndose durante la crisis que es difícil que muchos noten esas subidas. Es la demanda interna la que tira del PIB, una vez que las exportaciones han perdido bastante fuelle, también por las dificultades que pasan nuestros principales compradores, con Alemania a la cabeza.
Una parte de los españoles, no pequeña desde luego, aunque seguramente no mayoritaria, gasta más que antes. Una vez que ha perdido el miedo de que se hundiera el mundo, como ocurrió en los peores años de la crisis. Ese hecho y la buena marcha del turismo son las principales palancas del actual crecimiento español. Pero esa dinámica se está produciendo al mismo tiempo que otra parte, igualmente cuantiosa, de ciudadanos y ciudadanas vive al día o no llega a fin de mes. En muchos casos aunque tenga trabajo. Y la suerte de los parados —todavía más de 3 millones— es peor.
Un país en el que se dan esas situaciones tiene a su economía seriamente tocada. ¿Tiene Pedro Sánchez un proyecto para revertirlas, aunque sea en parte y poco a poco? Cabe esperarlo, después de que la denuncia de la desigualdad social existente fuera uno de los puntos fuertes de sus recientes campañas electorales.
Pero por el momento, ese proyecto no se ha presentado. Habrá que esperar al día de la votación de investidura. O quien sabe si algo más. Por el momento, habrá que conformarse con las pistas que el presidente ha dado a los empresarios catalanes reunidos el pasado fin de semana en Sitges. El primero, que los socialistas no tienen intención de meter mano a las reformas laborales de Zapatero y de Rajoy, principales causantes de la actual precariedad laboral, si no es en aspectos secundarios, y también eso habrá de verse. Segundo, que los aumentos de impuestos a los sectores más favorecidos van a ser muy suaves. Si esa actitud se extiende al resto de la política económica, quienes esperan un cambio pueden quedar decepcionados.
Mientras tanto crece la inquietud por el futuro de la economía mundial. Un experto la resumía así: “por el momento no se puede prever cuando será, pero la crisis vendrá tarde o temprano”. Por culpa de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, del Bréxit, de las crecientes tensiones entre Washington y Teherán que pueden provocar un aumento de los precios del petróleo y de algunos factores más.
Y ahí surge una última pregunta: ¿qué van a hacer Pedro Sánchez y los suyos para proteger a la economía española de una crisis que hasta el FMI ve prácticamente inevitable? Porque, de partida, nuestras debilidades siguen ahí. Sobre todo, nuestro formidable endeudamiento, público y privado.