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Esperanza, ¿qué hay de lo mío?

Isaac Rosa

Por si alguien dudaba de la capacidad de Esperanza Aguirre como “cazatalentos”, ella misma defendió su currículum ayer en su twitter: “En estos días me incorporo a Seeliger y Conde, firma cuyo objetivo es buscar el mejor talento para favorecer a las empresas españolas.” Otra cosa no, pero favorecer a las empresas siempre se le ha dado muy bien a la ex presidenta madrileña. Que se lo pregunten a las empresas sanitarias, a las propietarias de colegios privados, a las constructoras, a las inmobiliarias, a las productoras televisivas, a los megacasinos, o a las muchas concesionarias de todo tipo que han hecho fortuna bajo el paraguas de la muy liberal Aguirre.

No sé si las empresas que usan los servicios de Seeliger y Conde (entre ellas muchas de las principales del Ibex 35) confiarán mucho en la capacidad de Aguirre para buscar talentos directivos. Los que sí estarán hoy más aliviados son los futuros cesantes de la política que aspiren a seguir los pasos de los Güemes, Rato y compañía.

Imagino que para un ex consejero, un ex director general o un ex diputado siempre es un poco violento llamar directamente a la empresa que favoreciste para que te busque un puestecito una vez se acaba tu paso por la política. Con Aguirre recogiendo currículum, todo será más fácil.

Me pregunto, por ejemplo, qué fue de sus colaboradores más cercanos en sus años de presidenta madrileña. Echo un vistazo a la lista de sus gobiernos y veo el destino que han seguido sus consejeros. De la veintena que estuvieron a sus órdenes, unos pocos siguen con Ignacio González. Del resto, solo dos han encontrado sitio en la empresa privada, y los dos muy controvertidos: Güemes y Lamela, ex consejeros privatizadores de Sanidad, que hoy trabajan en empresas del ramo.

Todos los demás ex de Aguirre no se pueden quejar, todos han caído de pie y sin tener que soportar una engorrosa entrevista de trabajo: a todos les hicieron sitio en instituciones, administración y listas del partido: altos cargos con Rajoy, instituciones regionales de dudosa utilidad pero generosas en retribución, escaños calentitos en el Congreso o la Asamblea madrileña, o directamente a esos cementerios de elefantes que son el Senado y el Parlamento Europeo. La mayoría, como la propia Aguirre, apenas ha conocido en su vida otro pagador que el Estado, que ya sabemos cómo son estos liberales de boquilla. De modo que el día que pierdan el sillón definitivamente, necesitarán un empujoncito para entrar en la empresa privada.

La puerta giratoria en España siempre ha funcionado muy bien, pero en los próximos tiempos, con las perspectivas electorales tan negras que se está labrando el PP en toda España, puede acabar atascándose por la cantidad de ex altos cargos que pretendan circular por ella.

Si por las manos de Aguirre acaba pasando la contratación de directivos para grandes empresas, sospecho que la clásica pregunta de “¿Qué hay de lo mío?”, esa que los amigos lanzaban al que conseguía un cargo público, puede cambiar de dirección cuando muchos pierdan ese lugar calentito que hoy tienen asegurado en la administración o en el partido, y salgan al frío exterior. Si Aguirre sufría el silencio telefónico ese que dicen los ex gobernantes, pronto se le va a calentar la oreja de tantos que pueden llamarla con la pregunta: ¿qué hay de lo mío?

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