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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Espiral de furia

No habrá gobierno hasta la semana que viene así que, si suena su móvil y le sale número desconocido, cójalo; esta puede ser la suya. El presidente Sánchez ha decidido tomarse su tiempo para el tetris de las carteras ministeriales, tras disputar un fogoso campeonato de speedball en su investidura. Naturalmente, quienes le criticaron por darse tanta prisa por la investidura exprés alegando que buscaba pillarnos a todos por sorpresa, entretenidos como estábamos envolviendo los regalos de Reyes, le critican ahora por tomárselo con tanta parsimonia. Tiene algo de poético ver a alguien incurrir en una contradicción para criticar las contradicciones del oponente; es como ver amanecer borracho, todo da vueltas y acaba en un círculo.

Mientras en Podemos se han lanzado con la pasión del nuevo rico a filtrar nombres hasta para ocupar las porterías de los ministerios, a los nombres socialistas que hasta ayer andaban encantados de verse en las quinielas que daban por hecho el Consejo de Ministros para el viernes, la cuesta de enero se les ha convertido en un desfiladero. Es conocida la afición transversal de todos los inquilinos de La Moncloa a estropearle los pronósticos a los Nostradamus mediáticos para dejar claro que el Ejecutivo lo hace el presidente, no los tertulianos.

Seguramente en la decisión de Pedro Sanchez haya pesado la complejidad de ajustar un gobierno de nueva estructura, la necesidad de darle una vuelta a algunos nombres y el gusto por tratar de incorporar algún fichaje sonado en el mercado del invierno, que siempre lleva tiempo. Pero puede que no sean las únicas razones. Es probable que en Moncloa hayan estimado que convenía dejar pasar unos días, incluso las manifestaciones convocadas para el domingo por la derecha, para que bajase la escandalera y el nivel de jaleo. Tras la tempestad siempre viene la calma, habrán pensando; mejor esperar e intentar que el nuevo Ejecutivo inicie su singladura con aguas un poco más tranquilas y vientos menos adversos.

Pierden el tiempo. Si alguien cree que la derecha va a levantar el pie del acelerador del ruido y la furia, se equivoca. La razón es muy sencilla: si se paran, se caen. No solo no van a aflojar sino que van a pisar a fondo. La ultraderecha ya ha aprendido que la normalidad le sienta fatal. Necesita tensión, melodrama e infamia en sesión continua. España tiene que ser un remake interminable de “Raza”, la película que escribió Franco y que le gustaría protagonizar a Santiago Abascal, porque la ira y el miedo son lo que les da fuerza en los sondeos.

En el Partido Popular no están seguros de que rasgarse tanto las vestiduras no les acabe dejando en pelotas pero, por si acaso, no quieren quedarse atrás. Ciudadanos ha quedado reducido a un partido parásito que se limita a seguir a los grandes para alimentarse de sus sobras. No hay nadie en la derecha que crea que tratar de hacer una oposición tranquila, moderada y razonada constituya hoy una opción. Cambiar eso y romper esta espiral de furia también le va a tocar hacerlo a la izquierda.