Es la pregunta del millón. Y, de momento, no parece que alguien tenga una respuesta clara. ¿Qué andará pasando por la cabeza de los votantes de izquierdas desde que conocieron los resultados del 28M?
Sabemos o creemos saber mucho sobre lo que piensan los lideres, los estrategas, los candidatos o gobernantes derrotados a la izquierda. Sabemos o creemos saber mucho sobre sus diagnósticos, estrategias y decisiones. Sabemos menos sobre sus votantes; por qué casi medio millón de electores socialistas no acudieron a votar por gobiernos que, en teoría, les gustaban, o por qué una parte del sufragio a la izquierda del PSOE prefirió dividir su voto o quedarse en su casa antes que concentrarlo en alguna opción, socialistas incluidos.
Sabemos bastante más del votante de derechas. Quiere echar a Sánchez y hace lo que tiene que hacer. Si se le pregunta para qué quiere echarlo, Feijóo tiene la respuesta: para derogar sus políticas; como programa resulta más que suficiente. Si alguien le explica que deberá pactar con la extrema derecha para conseguir el objetivo, su problema será entender dónde está o ve el problema ese alguien.
Cuando uno plantea su estrategia en términos de echar o no echar al otro, ese otro tiene dos opciones: aceptar el marco o tratar de cambiarlo. En la campaña de las municipales los socialistas intentaron hacer las dos cosas a la vez: aceptar el plebiscito, pero intentar cambiarlo y que fuera sobre las políticas. Derogar el sanchismo o salvar sus políticas, ahí se buscaba situar la dicotomía. No ha dado resultado.
El problema puede que resida en que, donde el PP dice “derogar el sanchismo”, su votante y el de Vox entienden lo mismo: “Echar a Sánchez”; mientras que, donde dice “salvar las políticas del gobierno de coalición”, el votante socialista y el votante del espacio a su izquierda no entienden lo mismo, o no tienen claro si realmente quieren salvar a la coalición y sus políticas, o sólo una parte, o sólo alguna, o sólo a uno de los socios.
Una parte de los votantes socialistas aún le reprocha a Sánchez el pacto con Podemos, mientras siguen fantaseando con la alternativa que nunca existió del gran pacto bipartidista. Una parte de los votantes del espacio que representaba Unidas Podemos ha preferido quedarse en su casa antes que tener que elegir entre unos u otros, o plantearse siquiera votar socialista para salvar las políticas de la coalición. Si en el PSOE creen que el problema reside sólo a su izquierda se equivocan. Si en Podemos y Sumar creen que tienen margen de negociación se equivocan también. El mensaje ha sido claro: si no os ponéis de acuerdo, no vamos.
Lo mejor que pueden hacer en el PSOE y en Moncloa consiste en olvidarse de sus socios, favorecer que haya acuerdo lo antes y de la manera más discreta posible y dejar que esos electores saquen sus propias conclusiones. El voto útil viene solo o no viene. Todo cuanto digan desde el PSOE para acelerar la ruina de sus socios será otra piedra en el muro que impide a esos votantes plantearse siquiera votar a Sánchez.
El presidente Sánchez moviliza mucho a la derecha y llama menos a la izquierda. Mientras eso no se resuelva la respuesta al “echar a Sánchez” de la derecha extrema no podrá ser la que queda por probar hasta el 23J “salvar a Sánchez” … o a la coalición si les incomodan los personalismos. No sabemos si funcionará. Sabemos que ya se ha probado con “parar al Fascismo” y con “salvar las políticas de la coalición” y ninguna ha funcionado.