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Estimada Ada, queridos 'comuns'

Estimada Ada, Queridos comunes, como mujer, barcelonesa y de izquierdas, debo reconocer que el trabajo que ha hecho el Ayuntamiento con Colau en primera línea durante los últimos cuatro años ha sido una carrera de obstáculos. Me constan las dificultades extras que supone ser mujer en un mundo masculino y de izquierdas en una ciudad controlada por algunos capitalismos que parecen efímeros pero son constantes. Sé que todas las cosas bien hechas que habéis hecho, que son muchísimas, han sido recibidas con entusiasmo por unas y con exagerada repulsión por otros. Como si la alcaldía estuviera, finalmente, en el punto de mira de la lucha de clases.

No debería haber sido así. Barcelona ya había sido gobernada por la izquierda y es una ciudad republicana, valiente y solidaria, con algunos modos propios que la convierten en una ciudad entre muchas. Tiene una capacidad de seguir siendo comunidad a pesar del turismo; de mantener un espíritu de resistencia, a pesar del consumo; y de caminar siempre con la cabeza alta, a pesar de la catalanofobia; impresionante. Es una ciudad querida, que nos enorgullece a menudo. Pero es también una sociedad con una casta que nos parece menos antigua que otras a nivel nacional, pero que nos sigue pareciendo oxidada localmente. Una ciudad de apellidos y costumbres, de barrios marcados por sus diferencias y de personas llegadas de muchos lugares del mundo, que la hacen más de todas y todos y la sienten propia. Lo es. Barcelona es esta ciudad casi móvil que nos habita. Y las personas que vivimos aquí sabemos que Ada y su Ayuntamiento se han tenido que enfrentar a prejuicios de clase, injusticias económicas y, por supuesto, infinidad de machismos.

He visto trabajar al Ayuntamiento y sé que la combinación de activismo y política ha hecho de estos últimos cuatro años un momento fundamental en el proceso de cambio que esperamos lograr entre todas y todos. Y sé que Ada Colau o Gerardo Pisarello, por poner dos ejemplos, han sido constantes, coherentes, consecuentes y pacientes. Todo a la vez. Han hecho muchas cosas muy bien hechas, muchas más de las que resultan visibles. Han trabajado por el bienestar de muchas personas del mundo que tienen en Barcelona su casa y han tratado de hacer una ciudad más justa y pionera en derechos sociales y sostenibles.

No nos puede gustar todo. Ni tiene que gustarnos todo. Pero el equipo de Ada Colau ha recibido muchas más críticas de las merecidas en una ciudad que parecían estar gobernada de la misma manera, incluso desde la izquierda pero de la misma manera, desde hace muchos años. Y eso no le quita importancia a otros proyectos de otros alcaldes. Alcaldes hombres, claro. Porque alcaldesa, Ada es la primera. Y eso, sí, hay que entenderlo, también nos llena de orgullo. Carmena en Madrid y Ada en Barcelona han sido dos bálsamos para la lucha por el feminismo. Las mujeres nos hemos sentido especialmente representadas por un gobierno que ha normalizado nuestro género y ha trabajado por la paridad. Y por todo esto, Ada, gracias. De corazón, muchas gracias.

Yo te voté en las pasadas elecciones y tal vez volvería a votarte. Entiendo que creáis que vuestra propuesta es la más justa para Barcelona, entiendo que te precipitaste con el discurso de la noche electoral reconociendo que habías perdido, entiendo que la política son pactos y que se te juzga dos veces por ser mujer. También sé que debe ser muy difícil creer que hay algo que puedes hacer bien (y sí, creo, genuinamente, que lo crees. Yo también lo creo) y te veas obligada a renunciar. Y entiendo que la política es estrategia. Pero veo una incongruencia en aceptar los votos de Manuel Valls: aguerrido en tu contra, en contra de los 'comuns', durante toda la campaña y desde antes. Sé que si los aceptas te tildarán doblemente de avariciosa por ser mujer, sé que se os criticará a los 'comuns' que no sois suficientemente justos si gobernáis con los votos de la derecha y sé que sabéis que los votos nunca son gratis. Pero aceptando los tres votos independientes de Manuel Valls estáis firmando algo que todavía no podemos saber bien qué es. Aunque sospecho que os parece poco riesgoso porque sólo son tres regidores.

Y aun así, a pesar de la admiración y el agradecimiento, me hubiera ido a gritar en vuestra sede lo mismo que gritaron bajo la sede del PSOE la noche de las elecciones generales: Con Rivera, no. No sólo porque me parece incoherente quitarle importancia a la aceptación de esos votos (la tiene y mucha); sino, y sobre todo, por tres motivos esenciales. 1) Creo que se le está dando la oportunidad a Manuel Valls, y como consecuencia a Ciudadanos, de generar el discurso sobre unas elecciones que no han ganado. 2) Creo que tiene que ganar la coherencia. Que una cosa hubiera sido no salir a reconocer la derrota para desdeciros días después diciendo que probablemente aceptéis votos de quien los dé. Y otra, muy distinta, hubiera sido no decir nada y esperar a los pactos, presentarse como elegible y que os votara quien quisiera. Y 3) Me parece una falta de empatía hacia los presos, las presas, las exiliadas y los exiliados de este juicio político al que están sometiendo a todo un país.

Creo que es tarde para dejar una puerta abierta para esta donación de votos aparentemente impune (entre otras cosas porque, como decía Deleuze, el lenguaje nunca puede ser impune). No me parece avaricia, conste, me parece una mala estrategia política. Y creo que hay que asumirlo así. Muchas de las personas que te votamos queríamos que pactaras con Ernest Maragall, miles de nosotras, de nosotros. Porque socialmente sois más cercanos y porque el unionismo o la voluntad independentista no pueden ser el único argumento para formar un gobierno; tal y como hace Manuel Valls. En esta ciudad abierta, en la que convivimos pacífica y alegremente, no. Gobierno unionista a cambio de políticas sociales, no. No porque no merezca la pena (esto tendremos cuatro años para verlo, si es que ocurre) sino porque os descalifica y descalifica la coherencia de vuestras bases.

Ojalá no hubieras hecho aquel discurso la noche electoral. Pero lo hiciste. Y aceptar ahora los votos de Valls dejando que él cree la narrativa de todo este proceso no encaja con las razones por las que muchas personas como yo te hemos votado. Entiendo la dificultad y os acompaño, pero creo que a veces es difícil respirar desde dentro.