Los mayores apuros de Izquierda Unida desde que ocupa el Gobierno de Andalucía en coalición con los socialistas no se los ha hecho pasar la derecha, sino la propia izquierda, en concreto la parte más desunida de Izquierda Unida. Los apuros de IU no provienen de la izquierda normal, sino de la izquierda-izquierda, de la izquierda pura y verdadera, de la izquierda que no se deja así como así engañar por el capitalismo feroz, cuyas contradicciones son tan flagrantes e irresolubles que al pobre no le quedan ni dos telediarios, y el que no lo quiera ver es porque no tiene ojos o porque los tiene llenitos de pan (de pan financiado por el capital, se entiende).
Los mayores apuros de IU desde que ocupa la Junta de Andalucía se los ha hecho pasar Juan Manuel Sánchez Gordillo, alcalde de Marinaleda y diputado de la coalición por Sevilla. Y se los ha hecho pasar por una acción muy concreta: el asalto a un supermercado de Écija para tomar prestados unos cientos de euros en comida para los pobres.
El último episodio de esos apuros lo ha protagonizado la consejera de Fomento y militante de IU, Elena Cortés, que se ha metido en un cierto lío al declarar textualmente que “llevarse un carro de comida por valor de 200 euros no se le puede llamar robar cuando se está dando a los bancos miles de millones”. Cortés defendía la acción de Gordillo de la única manera que cabe defenderla: comparándola con otra cosa peor. Ocurre con todas las cosas imposibles de defender en cuanto tales cosas: que necesitan buscar su justificación fuera de ellas mismas.
A la vista de los apuros creados a los suyos, la titular de Fomento se vio obligada a matizar después su afirmación diciendo que se trataba de “una reflexión política, en ningún caso jurídica ni de ningún tipo”. Cortés echaba así un jarro de agua fría al fiestorro que se estaba montando la derecha a propósito de sus declaraciones. Como adolescentes saliendo disparados de los toriles del hogar hacia la plaza pública un viernes por la noche decididos a ponerse ciegos de calimocho, todos los medios de la derecha se habían puesto a hacer botellón ideológico con los asaltos de Gordillo y las palabras de Cortés.
La consejera ha rectificado (por supuesto, sin decir que ha rectificado, que es como rectifica en España todo el mundo) y el botellón ha empezado a decaer, aunque naturalmente no ha terminado. Sin duda tendrá su continuación en la temporada política que ahora se reanuda.
Pero la verdadera incógnita de la temporada no es lo que hará la derecha con Gordillo, sino lo que hará la izquierda con Gordillo y, sobre todo, lo que hará el propio Gordillo con la izquierda, merced a cuyas siglas ocupa un escaño en el Parlamento de Andalucía. Por resumir, la verdadera incógnita es si Gordillo y sus huestes volverán a asaltar algún nuevo supermercado para requisar comida y dársela a los pobres. No es probable que lo hagan, pero es seguro que si vuelven a hacerlo, la dirección de Izquierda Unida tendrá que romper con el famoso alcalde, que a su vez correría el riesgo de ser cada día menos famoso.
En la prensa extranjera algunos se han apresurado, sin mucha imaginación pero con gran sentido de la oportunidad, a calificar a Gordillo como un nuevo Quijote, lo cual puede que no fuera del todo errado si damos como buena la maliciosa acepción de Azaña según la cual “lo esencial del quijotismo acaso no sea el amor a la justicia sino el afán de conquistar eterno nombre y fama”. Gordillo tendrá, pues, que elegir de una vez por todas entre la lealtad y la fama.