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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Eufemismos de la marginación: de la violencia económica a la criminal

En nuestro día a día estamos acostumbrados a escuchar frases del tipo “las mujeres le dan más vueltas a las cosas que los hombres”, “en Andalucía solo quieren vivir de las prestaciones” o “la emigración a Europa es una de las causas fundamentales de la crisis”. Esas afirmaciones parten de ejemplos aleatorios, descontextualizados y sesgados para hacerlos extensibles a toda la población objeto de juicio. Puede que en conversaciones de autobús o cerveza estas frases pasen medio desapercibidas e incluso provoquen una risotada a más de uno o una. Sin embargo, todas ellas y otras de similar tinte son dañinas y pueden tener consecuencias dramáticas para muchas personas. De la misma manera que el lenguaje o el humor sexista alimentan invisiblemente formas explícitas de violencia hacia las mujeres, juicios falsos contra la población inmigrante son el germen de agresiones contra minorías étnicas. Quizás en los casos descritos se vean más fácilmente las asociaciones entre violencia sutil y manifiesta, no obstante cuando los argumentos versan sobre otros temas pareciese que la causalidad se difumina.

Permítanme ponerles un ejemplo al respecto. Es de sobra conocida para muchos la idea de que “tenemos que esforzarnos para salir adelante”, “las personas que se esfuerzan conseguirán sus objetivos”, “el esfuerzo y la constancia son la clave del éxito”. No tienes trabajo, culpa tuya. Eres pobre, culpa tuya. Estás en la cárcel, algo habrás hecho. Te han desahuciado, has vivido por encima de tus posibilidades. El argumento del esfuerzo, comúnmente reconocible en panfletos políticos y de autoayuda, es rotundamente falso y peligroso cuando las personas no parten de una situación igualitaria en todos los sentidos (socio-económicos, familiares, educativos…). Por desgracia, el aumento de las desigualdad es el escenario normal de las sociedades actuales y contrariamente a lo que podía pensarse hace escasas décadas muchos países que parecían avanzar en la dirección adecuada están polarizándose vertiginosamente.

Pongamos que hablo de España. No tienes la misma facilidad para encontrar trabajo habiendo estudiado en el colegio madrileño de “Nuestra señora del Pilar”, que en el “Amor de Dios” situado en la barriada granadina de Almanjáyar. No es lo mismo preparar a jornada completa la oposición a notaría mientras tu madre notaria se hace cargo de todos tus gastos, que hacerlo teniendo que compatibilizar el estudio con trabajo para poder pagarte la academia. Seguramente alguno de ustedes para señalar lo errado que estoy me pondrá un ejemplo aludiendo a que conocen a alguien de origen muy humilde que con su tesón, sus habilidades y su esfuerzo consiguió crear una enorme fortuna y blablablá, blablablá, blablablá. Yo también conozco una persona negra que llegó a presidente de Estados Unidos, sin embargo no pierdo de vista que el 11.1% de los adultos estadounidenses negros de entre 20 y 34 años están en prisión. Siento desilusionarles, no existe ni el sueño americano, ni el europeo, ni el español, ni mucho menos el congoleño, eritreo nigerino o afgano. Del mismo modo que no es lo mismo nacer en el barrio de Salamanca que en pleno Almanjáyar.

Focalizar las responsabilidades en los individuos lleva al inmovilismo y legitima situaciones de vulnerabilidad bajo el argumento de que quien las sufre debe esforzarse más para salir adelante. Eso también es violencia. ¿Cuánto es más esfuerzo para una persona que trabaja 14 horas al día por 1000 euros al mes? ¿Cuánto es más esfuerzo para alguien que deja su vida de lado para cuidar a una persona que depende por completo de ella? Espero equivocarme pero por lo que veo en mi entorno más cercano o se apuesta decididamente por políticas redistributivas que igualen el listón en todos los ámbitos o en cuestión de años cada vez serán menos los ejemplos que puedan ponerme para rebatir mis argumentos.

Mientras los problemas se analicen a nivel de individuo las soluciones posibles irán en una doble vertiente: indiferencia (hacia excluidos/as pacíficos/as) mientras se sigue la tendencia des-reguladora de las últimas décadas; y el aumento indiscriminado de la represión, el endurecimiento de las penas hacia los delitos, los estados de excepción, el cierre de fronteras, los bombardeos (hacia excluidos/as pacíficos y violentos). Ambas, no solo están equivocadas sino que mucho me temo provocarán cada vez más exclusión y por ende más violencia de todos los tipos. Tengamos cuidado, en algunas ocasiones los árboles pueden no dejarnos ver el bosque. Y en otras, puede que ni tan siquiera existan y sean producto de nuestra imaginación o la de otros/as.

En el diagnóstico sobre prejuicios culturales y de género realizado por Economistas sin Fronteras en el marco de un proyecto financiado por la Agencia Andaluza de Cooperación Internacional, en torno al 40% de la población encuestada de entre 14 y 24 años estaba de acuerdo, muy de acuerdo o totalmente de acuerdo con la afirmación “Lo importante es el nivel de esfuerzo. Si las personas árabes/asiáticas/negras se esforzaran un poco más podrían obtener al menos los mismos resultados académicos que el resto de niños/as”.