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Sin eufemismos

Íñigo Errejón, en una imagen de archivo.
24 de octubre de 2024 22:53 h

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La culpa es del Madrid DF, de la confusión entre la persona y el personaje, del frenético ritmo, de la exposición mediática, del modo de vida al que supuestamente arrastra la política y hasta del liberalismo… No hay carta de renuncia más delirante, estrambótica y repugnante que la que escribió este jueves Íñigo Errejón para anunciar que deja el escaño y la política. Sabe bien el porqué de esa renuncia, pero prefiere el eufemismo para tapar la realidad. Y lo saben mucho mejor sus víctimas, algunas mudas por el terror que infundía sobre ellas. En el fondo, además, su escrito es un documento autoinculpatorio con el que trata de justificarse con el argumento de que es la política la que “genera una subjetividad tóxica que en el caso de los hombres el patriarcado multiplica, con compañeros y compañeras de trabajo, con compañeros y compañeras de organización, con relaciones afectivas e incluso con uno mismo”.

Fue la periodista Cristina Fallarás, quien un día antes puso letra a la denuncia anónima de una mujer que narraba los episodios de violencia machista a manos de “un político que vive en Madrid” y se refería al innombrable como “el indignado social” que “nunca saca la cabeza los días del 8M” y que “es un maltratador psicológico, un verdadero psicópata y un monstruo”. Rápidamente, en las redes sociales varios usuarios señalaron directa o indirectamente a Errejón. 

Llovía sobre mojado porque ya una joven hace meses denunció en las redes sociales el presunto acoso que el diputado ejerció sobre ella y cómo, tras denunciarlo ante algún responsable de su formación, la mandaron a pastar. Callaron. Taparon. Y se convirtieron en cómplices. Igual que los dirigentes de otros partidos, cuyas compañeras les hicieron partícipes de comportamientos parecidos con ellas. “Hoy no es el día”. “Igual te has confundido”. “Quizá no debieras”... 

Tantas respuestas con intención de disuadirlas de la denuncia como presuntos casos llegaron a oídos de quienes hoy se rasgan las vestiduras o anuncian una investigación para conocer lo ocurrido. Mucho antes podrían haberlo hecho y no ahora que parece que la impulsan por temor a que el caso crezca y propine un golpe letal a Sumar en su peor momento político y electoral.

Fallarás puso el miércoles el dedo sobre una úlcera deliberadamente silenciada. Por los que presuntamente sabían, por los que supuestamente habían visto, por los que al parecer habían oído y hasta por las que decían haber padecido la realidad de un personaje tan inquietante en lo político como en lo personal. Pero nadie se atrevía a ponerle nombre. Es fácil cargar contra quienes no denuncian. Hay motivos siempre para no hacerlo y, en ocasiones, muy profundos. Lo que no cabe es el cinismo, ni el blanqueamiento sobrevenido, ni los panegíricos sobre el fondo intelectual del personaje, ni los paños calientes

Y es que en junio de 2023, otra usuaria de X denunció haber sufrido un episodio de acoso por parte del político, al que  citaba expresamente. El hilo fue eliminado, pero hablaba de “agresión física” durante un evento feminista. Fue comentario en muchos corrillos del Congreso de los Diputados durante días al igual que pasto de todo tipo de análisis en varios despachos, pero nada se dijo y nada se hizo, pese a que no era la primera vez que trascendían hechos similares. Al parecer, en el universo político mediático eran un clamor los comportamientos de quien fundó Más País y antes fue parte de la dirección de Podemos, pero solo ahora salen a la luz y, como siempre, hay quien le concede el beneficio de la duda porque no hubo denuncia en los tribunales, porque las supuestas víctimas prefieren el anonimato o porque el tufo machista de este país, ante la duda, aún logra ponerse del lado del presunto acosador.

¿Y esta vez por qué será? ¿Será porque afecta a otra quebrada esperanza blanca de la izquierda alternativa? Lamentable la carta de renuncia de Errejón, que haya dimitido o le hayan dimitido todo el mundo sabe que con su controvertida personalidad y alta autoestima no hubiera dado nunca un paso atrás si las denuncias, aun siendo anónimas, no tuvieran fundamento. Y lamentable quienes le siguen en el ejercicio eufemístico para edulcorar la realidad y favorecer a los más diversos intereses.

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