En un artículo anterior, analizábamos las consecuencias que 10 años de crisis han tenido sobre la sanidad española. A grandes rasgos: Descenso mantenido del porcentaje de inversión pública, de hospitales y camas, incremento evidente de las listas y tiempos de espera, eliminación de la sanidad universal, reducción y precarización del personal sanitario y aumento de las agresiones hacia ellos... En esta nueva entrega sobre la crisis vamos a cambiar el foco y centrarnos en la salud de los españoles y cómo ha cambiado en estos últimos 10 años.
Lo primero que debemos considerar al analizar este fenómeno es ser conscientes de lo siguiente: Aunque es relativamente fácil conocer cómo varían determinados indicadores de salud a lo largo del tiempo en una población determinada, es difícil achacar con seguridad causas concretas a cambios en sus patrones (aunque el instinto y el sentido común nos pueda susurrar algo al respecto).
En otras palabras, que encontremos, por ejemplo, un aumento de personas con una enfermedad X durante la crisis, nos indica que puede existir correlación entre ambos factores, pero no que la crisis sea la causa directa del aumento de personas con esa enfermedad (podría ser un factor relacionado). Con esta idea en mente, pues, de que correlación no implica causalidad, pasemos a repasar cómo ha evolucionado la salud de los españoles en estos 10 años de crisis.
Esperanza de vida
Se trata de uno de los indicadores más utilizados para valorar la salud de una población. ¿Ha afectado la crisis a la evolución de la esperanza de vida de los españoles? ¿Viviremos menos tiempo por su culpa? De acuerdo con los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), la esperanza de vida en España ha seguido aumentando a pesar de la crisis. ¿Significa ello que no ha influido para nada? No, un estudio al respecto sugiere que la crisis podría haber frenado el crecimiento en la esperanza de vida, en comparación con los años anteriores a la crisis.
Lo mismo ocurre con la esperanza de vida saludable. Es decir, el número de años que se viven con buena salud y que ha seguido aumentando con la crisis, aunque a un ritmo menor comparado con años anteriores a ella. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el empobrecimiento de la clase baja y media podría llevar a un empeoramiento de estos marcadores a medio y largo plazo, pues sus efectos en la salud tardan muchos años en verse.
Muertes por accidentes de tráfico
Durante muchas décadas, las muertes por accidentes de tráfico han sido la primera causa de muerte externa en España. Sin embargo, a partir del año 2008, con un descenso del 20.7 % en las defunciones por esa causa, el suicidio pasó a convertirse, por primera vez, en la primera causa de muerte externa. Desde 2007 hasta 2013, se ha mantenido esta tendencia descendente de la mortalidad por accidentes de tráfico, año a partir del cual los accidentes se han incrementado ligeramente cada año hasta 2016.
¿A qué se debe este fenómeno? Hay que tener en cuenta que hay multitud de factores por las que ocurren los accidentes de tráfico y es muy probable que esta evolución se haya dado debido a un cúmulo de ellos. Por un lado, los sistemas de seguridad de los coches han mejorado sustancialmente, y por otro, existe también una mayor concienciación de los conductores y pasajeros en cuanto a seguridad vial (por ejemplo, no llevar el cinturón ha estado cada vez peor visto...).
Sin embargo, la reducción del número de desplazamientos y de la velocidad media por el encarecimiento de combustible o el miedo a una multa pueden haber sido factores que también han influido en este aspecto. Aun así, la crisis también influye en que las infraestructuras no se mantengan como es debido o se usen coches más antiguos y/o que se lleven menos al taller, lo que puede explicar, en parte, porqué desde el año 2013 se están incrementando ligeramente los muertos por accidentes.
Muertes asociadas a recortes (en sanidad, salvamento...)
Con frecuencia, escuchamos o leemos noticias de muertes que posiblemente se habrían evitado si la atención a esas personas hubiera sido la equivalente a años anteriores a la crisis. Pese a este goteo constante de casos concretos, lo cierto es que no hay ningún registro oficial que cuantifique cuántas de las muertes ocurridas en los últimos años se han producido, directa o indirectamente por los recortes.
Primero porque, obviamente, el interés institucional por crear un registro así es nulo. Segundo, porque en los certificados de defunción se detalla la causa última de la muerte y no se filosofa sobre porqué se llegó a ella. En algunos casos, podría ser fácil reconocer que los recortes han sido la causa, para otros, afirmarlo supone un ejercicio de riesgo e incertidumbre.
Determinadas plataformas de defensa de la sanidad pública suelen asociar muertes por negligencias médicas con los recortes, sin embargo, que exista un incremento de éstas durante la crisis puede deberse también a otros factores como una mayor predisposición a denunciar al personal sanitario que en épocas anteriores. Así pues, tenemos la certeza de casos concretos de muertes en los que los recortes han sido un factor clave (y así lo ha dictaminado también la Justicia) pero, desafortunadamente no tenemos ni idea de cuál es la magnitud real de este grave problema.
Un ejemplo paradigmático de muertes asociadas a recortes son los enfermos de hepatitis C que murieron a la espera de que se aprobara su tratamiento, curativo y totalmente indicado, por parte de las autoridades sanitarias. Ellos son sólo la punta más visible de un gran iceberg oculto que ni las administraciones sanitarias ni los políticos responsables tienen la más mínima intención de mostrar (ni siquiera contamos con un registro de muertes por negligencias médicas, como en otros países).