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¡Estáis evolucionando mal!... y otras pifias sobre la evolución

La moda de los test genéticos supone un riesgo para la privacidad genética de la población

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Hace unos días, una entrevista de El País al que fue el primer director del Centro de Regulación Genómica (CRG), Miguel Beato, levantó multitud de ampollas en las redes sociales. Numerosas personas entendieron que el científico hacía una defensa de la eugenesia (la doctrina que defiende la mejora de la especie humana a través de diversos métodos como la esterilización forzada o la eliminación sistemática de ciertos colectivos considerados “no aptos”) por las siguientes declaraciones: “Estamos creando malos genomas porque permitimos que todo el mundo, con el defecto que sea, miopía o lo que sea, se reproduzca y tenga hijos. Para la evolución es clave que el que no está bien preparado, casque y no tenga hijos. Si no, no hay evolución”.

Como se puede deducir al leer la entrevista al completo, Beato no defiende la eugenesia, aplicada hasta las últimas consecuencias por el nazismo, sino que se limita a constatar “lo que está pasando”. Sin embargo, como suele ocurrir con prácticamente cualquier tema espinoso, estos matices no llegaron hasta las redes sociales, lo que llevó a que multitud de usuarios pusieron el grito en el cielo por la opinión del científico en el citado periódico.

Dejando a un lado las declaraciones, en apariencia incendiarias, del exdirector del CRG, una conclusión queda clara al leer sus respuestas: puedes ser un destacado investigador biomédico durante décadas, líder de un reputado centro de genómica, y, aun así, no entender los conceptos más básicos de la teoría de la evolución. El caso de Beato no es aislado (pues muchos científicos en biomedicina comparten este desconocimiento), pero sí llamativo por la rotundidad de sus afirmaciones en un gran medio de comunicación. Si, como diría el biólogo evolutivo Theodosius Dobzhansky, “nada tiene sentido en biología si no es a la luz de la evolución”, es una verdadera lástima que aún los científicos especializados en genética tengan y transmitan ideas erróneas sobre la evolución.

El principal patinazo a lo largo de la entrevista aparece en esta frase: “[El ser humano] evoluciona mal. Cada vez hay más gente con defectos genéticos porque se tratan, se mejoran y se puede vivir. Estamos involucionando físicamente, pero evolucionando culturalmente y eso es una evolución más potente, más rápida”.  En primer lugar, ninguna especie evoluciona “bien” o “mal”. La evolución consiste en un proceso gradual de cambios que experimentan las especies a lo largo del tiempo como consecuencia de mutaciones al azar y de la selección natural, que es el motor de la evolución. De esta forma, aquellas especies que no son capaces de adaptarse al medio en el que viven terminan desapareciendo de la historia, mientras que otras que sí que tienen éxito consiguen persistir. Una especie no evoluciona “mal”, porque mientras esta siga existiendo significa que se está adaptando a sus condiciones actuales.

Por tanto, no es cierto que el ser humano esté evolucionando mal cuando, de hecho, la inteligencia del ser humano y su capacidad para emplear herramientas y transformar el medio que le rodea es lo que le ha permitido expandirse por el mundo y habitar multitud de zonas con condiciones muy diferentes. En ese sentido, la fuerza y otras características físicas han contribuido poco a la gran capacidad de la especie humana para adaptarse al entorno que le rodea. 

Ni siquiera es cierto que cada vez haya más gente con defectos genéticos (en todo caso, sí que tienen una mayor esperanza de vida que antes gracias a los avances de la medicina) por cuatro razones principales. Primero, en los países ricos cada vez se hacen más pruebas para evitar el nacimiento de bebés con enfermedades genéticas, ya sea mediante aborto o al seleccionar embriones antes la implantación. Segundo, en los países en desarrollo, con pocos recursos para realizar estas pruebas, muchísimas personas con graves dolencias genéticas siguen teniendo una esperanza de vida muy limitada (en mayor o menor medida, según el tipo de enfermedad). 

Tercero, cada vez son más las enfermedades genéticas que tienen cura (gracias a diversas herramientas de edición genética) como son la hemofilia B, la adrenoleucodistrofia cerebral, la deficiencia de la lipoproteinlipasa, la beta talasemia, la atrofia muscular espinal, diversos tipos de inmunodeficiencias... Cuarto, aún con las mejoras ofrecidas por la medicina, las personas afectadas por graves enfermedades genéticas siguen teniendo en muchos casos una gran limitación para tener descendencia, ya sea porque no llegan a vivir lo suficiente o porque sus alteraciones físicas y funcionales les dificultan en gran medida emparejarse y tener hijos. Aun en el caso de que estas personas puedan tener descendencia, en los países desarrollados se realizarían pruebas genéticas para evitar que los niños nacieran también con ellas.

Otro error, de menor importancia, que aparece en la entrevista es atribuir la miopía como un defecto genético. Aunque sí que es cierto que existen múltiples genes que predisponen a sufrir esta alteración de la vista que impide ver bien de lejos, el drástico aumento de miopía en multitud de lugares del mundo en las últimas décadas está provocado por causas ambientales (probablemente debido al déficit de exposición solar durante la niñez), no genéticas. Por tanto, poner como ejemplo la miopía como defecto genético que está contribuyendo a nuestro mal genoma, es una metedura de pata en toda regla.

Por último, el experto en investigación contra el cáncer afirma lo siguiente “El ser humano no evoluciona ya porque la medicina y los cuidados hacen que el que no tiene capacidad para competir biológicamente, siga adelante y tenga hijos.”  La evolución nunca para, ni en la especie humana, ni en cualquier otra. Mientras sigan apareciendo mutaciones al azar (y así sigue y seguirá siendo) y se den presiones selectivas que favorezcan unos rasgos sobre otros, la evolución seguirá en marcha. Buena prueba de ello es la dispar frecuencia de tolerancia/intolerancia a la lactosa en diferentes poblaciones humanas a lo largo del mundo. Aunque ponernos al margen de la evolución pueda sonar tentador, no somos sino otra especie más sometida a la selección natural, por mucha parafernalia científica, tecnológica y cultural que nos rodee.

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