Los bulos como elemento discursivo se han apoderado de la extrema derecha. Con bulos se construyen conspiraciones, un anclaje intelectual invencible que permite encontrar soluciones sencillas dirigidas a cualquier problema arrogándose una autopercepción superior por ser capaz de ver más allá de donde mira el común. El mundo de la conspiranoia se construye desde una arrogancia intelectual ilusoria que permite despreciar a los mortales que no son capaces de salirse de los marcos mentales de los hechos probados. Desde la ortodoxia se mira con cierta displicencia estos discursos cuando se dedican a abducciones extraterrestres, voces de otra dimensión o psicofonías y pareidolias convertidas en apariciones. Pero cuando el mundo de la conspiración se mete en política acaba convirtiéndose en caldo de cultivo de mensajes tóxicos y peligrosos. El espacio perfecto para la extrema derecha.
“El miedo a resultar políticamente incorrecto no nos va a frenar para formular preguntas”, así terminaba la introducción del programa que en 2015 Iker Jiménez realizaba en Cuarto Milenio sobre la crisis de los refugiados. El lenguaje de los amigos del misterio y la conspiración es indistinguible del enarbolado por la extrema derecha en tiempos de coronavirus. El mundo de Iker Jiménez es un espacio propicio para la fe, la disonancia cognitiva y la proliferación de bulos que permitan culpar a un enemigo etéreo y externo de todos los problemas de la sociedad. El paradigma de Iker Jiménez es el idóneo para el crecimiento discursivo del posfascismo. La extrema derecha se pone gorrito de papel de aluminio.
El programa sobre la crisis de los refugiados sirve para comprender cómo los temas estrella de la extrema derecha encuentran acomodo en la nave del misterio. Un programa que transcurría en la misma línea que cualquiera de los que el periodista vasco ha realizado sobre cuestiones geopolíticas. Una mano negra es la responsable de la situación para enriquecerse o sacar algún beneficio político sin que se aporte ninguna prueba. Fe, delirios, medias verdades, datos inconexos, todo sirve para crear una conspiración con la que rellenar horas de televisión en prime time. Una plataforma idónea para los mensajes más nocivos de la extrema derecha.
Enrique de Vicente nombra a Peter Sutherland como uno de esos globalistas que mueven los hilos de los refugiados. Para ello lee un artículo de un blog que se llama “La cuidadosamente calculada agenda de migración en masa”. Las frases que se mencionaban en el programa eran propias de los grandes éxitos del mundo neonazi. La crisis de los refugiados era “un intento teledirigido de destruir la identidad de la UE y de EEUU” y de “debilitar la raza blanca y la religión cristiana”.
Después de la vorágine diarreica de Enrique de Vicente, el arquitecto conspiranoico Jaime Garrido soltó la bomba: los refugiados venían a Europa por el denominado Plan Kalergi, la estrategia orquestada por Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi que buscaba disolver la identidad blanca entre la multiculturalidad. Uno de los temas estrella de los nazis europeos para el que no pudo faltar la mención a los “Protocolos de los sabios de Sión”, el bulo antisemita que sirvió a Adolf Hitler para construir su delirio contra los judíos. El colaborador Eric Frattini les advertía que ese discurso era muy peligroso porque lo enarbola la extrema derecha. Pero no importaba, estaban desatados, dieron como cierto el bulo de que el entrenador de fútbol sirio acogido en Getafe, Osama Abdul Mohsen, era un infiltrado de Al-Qaeda. Enrique de Vicente le contestó: “Estoy harto de los buenistas y de lo políticamente correcto”.
El programa sobre los refugiados puede servir para comprender cómo Cuarto Milenio ha servido como avanzadilla de un mensaje que ahora defiende con total normalidad la extrema derecha y que se ha hecho habitual en partidos como Vox, que han importado las guerras culturales contra lo que consideran “marxismo cultural”, la conspiración madre de la que parte el resto de subtramas conspiranoides. La crítica al marxismo cultural es en sí misma una conspiración y consiste en convertir el marxismo y el posestructuralismo en una amalgama que a través de los teóricos de la Escuela de Fráncfort influye de manera hegemónica en la cultura mundial. No pretendan entender el pastiche irracional de corrientes de pensamiento contrapuesto que hace la teoría del marxismo cultural porque de eso trata toda conspiración, de hacerla irresoluble por su inconsistencia intelectual.
La inmigración y la disolución de la identidad blanca es uno de los temas estrella de las conspiraciones neonazis y de extrema derecha, tanto que tiene su propio nombre, “el gran reemplazo” o “genocidio blanco”, y está en la genesis de muchos de los atentados de extrema derecha de los últimos años en Europa, Oceanía y EEUU. Lo que muchos de los conspiranoides ignoran es que su análisis geopolítico nace de un novela de los años 70 escrita por Jean Raspail, El campamento de los santos, en la que un millón de hindús llega en barco a Europa para diluir la identidad nacional: “La mezcla de razas, de culturas, de ritmos de vida. La desigualdad de competencias. El fin de nuestra identidad nacional, étnica, si lo prefiere usted”. Una de las mayores conspiraciones que aún hoy defienden en Vox y que atribuyen a George Soros nace de una ficción.
Iker Jiménez se ha convertido en uno de los gurús de la extrema derecha durante la crisis del coronavirus por sus opiniones anticipando la crisis y por ser uno de los que ha difundido con vehemencia sus teorías sobre la correlación entre inmigración masiva y violaciones. Seguramente de manera no intencionada por el comunicador, que sin ocultar un profundo sentimiento antimarxista en todos sus programas siempre ha querido mostrarse como un hombre desideologizado, con la carga ideológica que eso supone, y que no solo no le ha mostrado ningún asco a esa compañía, sino que la ha explotado para ganar adeptos en un espectro ideológico propicio para sus teorías de la conspiración. No creo que Iker Jiménez sea de extrema derecha, simplemente se aprovecha de una simbiosis enriquecedora para ambos. Por eso precisamente sigue defendiendo la tesis de la conspiración en cuanto al origen del virus que a Donald Trump y la Alt-Right norteamericana les sirve como enemigo externo mientras caminan hacia el millón de contagiados. El virus sintético creado por los chinos en su laboratorio de Wuhan.
La extrema derecha española y la conspiración está circunscrita a ámbitos marginales cuando la derecha está en el poder. Adquiere mayor virulencia cuando se encuentran en la oposición, la mayor conspiración en España de los últimos tiempos fue la del 11M y sirvió a los medios más reaccionarios para buscar tumbar al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. En situaciones de normalidad el mundo conspiranoico se reduce a la extrema derecha marginal de conspiración judeo masónica y racismo antiblancos. El mundo mainstream de la conspiración ha empezado a llegar a España a través de la asimilación de los movimientos alternativos supremacistas que se dan en EEUU.
Javier Negre se ha convertido en uno de los aspirantes a ocupar ese espacio radicalizado que gestione de manera desacomplejada lo que la extrema derecha hace en redes para trasladarlo al ámbito mediático. El Fox News español es la aspiración de Negre, sin llegar a ser más que un forocoches mediático donde no importe mentir sobre cualquier cosa sin miedo a las repercusiones legales y en el que se da espacio a lo más tóxico de la extrema derecha, con conspiraciones antisemitas y terroristas neonazis incluidos. Con su empresa de reciente creación, “Fack news consulting”, pretende aglutinar en torno a la extrema derecha a todos los actores que difunden el discurso de odio y a muchos que no tienen miedo en soltar las teorías más absurdas y ridículas que se pueden mover en el espectro del posfascismo. En el canal de Negre han pasado en los últimos días Javier Villamor, un antiguo portavoz de Hogar Social Madrid, con uno de los temas estrella de la conspiración, el control absoluto del mundo del globalista George Soros. Además de Santiago Royuela, un terrorista de extrema derecha que fue condenado a seis años de cárcel por poner una bomba a Fermín Muguruza, para hablar de una conspiración en la judicatura para asesinar a políticos y periodistas. Santiago Royuela es hijo de Alberto Royuela Fernández, un histórico de la extrema derecha tardofranquista y secretario general de la Guardia de Franco que llegó a presentarse en la redacción de El Papus para amenazarles fechas antes del atentado que se produjo contra la revista satírica. Otro de sus hijos, Alberto Royuela, formó parte del grupo terrrorista “Grupos de acción sindical”.
El modelo que Javier Negre y Alvise Pérez quieren explotar de la mano de Vox es el de The Gateway Pundit y Jacob Wohl en EEUU. Medios y youtubers que logren marcar el paso a los medios tradicionales marcando la agenda con sus tácticas de intoxicación y mentiras desacomplejadas. En palabras del consultor de la extrema derecha americana, Jack Burman, los bulos son una herramienta de guerra. Así actuaron cuando crearon una acusación falsa de violación contra el fiscal Robert Mueller para desacreditarle mientras investigaba a Donald Trump por las posibles injerencias rusas. Por eso Javier Negre no tiene problemas en dar pábulo en su canal a cualquier teoría de la conspiración que sirva para atacar al Gobierno incluso dando voz y difusión a terroristas de extrema derecha condenados en un canal de su propiedad con el que se intenta lucrar.
El mundo de la conspiración va unido de manera indisoluble al de la desinformación y los bulos y tiene aparejado un riesgo real que no conviene desdeñar por la manera en que se concreta. Es precisamente por la asimilación de la extrema derecha de los usos y costumbres del mundo de los seguidores de Donald Trump que el riesgo de que trascienda del mundo virtual al real es innegable.
En el año 2016, durante la campaña presidencial en EEUU en la que Hillary Clinton se enfrentaba a Donald Trump, una de estas teorías conspirativas provocadas por los seguidores de la extrema derecha americana dio el salto de la red a la realidad, el denominado Pizzagate. La filtración de los correos electrónicos de John Podesta por parte de Wikileaks propició que a través de foros como reddit o 4chan se construyera la teoría de que había una red de pederastia que se escondía detrás de una pizzería de ambiente LGTBI llamada Comet Ping Pong. La teoría fue ganando cuerpo, la difundió Alex Jones de Infowar y se comenzó a amplificar en medios de la extrema derecha. En diciembre de 2016 Edgar Maddison Welch condujo desde Carolina del Norte hasta Washington para entrar en la pizzería con un rifle automático y abrir fuego para salvar a los niños que estaban prostituyendo en el interior del local. La teoría falsa del pizzagate sobre la red de prostitución se ha reelaborado en la más compleja y distorsionada conspiración llamada QAnon. En ella se denuncia la existencia de un Estado Profundo contra Donald Trump en el que están involucrados personajes de la relevancia de Barack Obama o George Soros y que trata de ocultar una red de explotación sexual de niños. Uno de sus máximos exponentes, el youtuber Lionel Lebron, llegó a ser recibido en el despacho oval por Donald Trump. La teoría conspiranoide del QAnon se ha vinculado en las últimas fechas a la gestión del coronavirus al considerar que Anthony Fauci, director nacional del Instituto de Alergias y Enfermedades Infecciosas, forma parte de ese deep state que intenta socavar a Donald Trump.
Los modelos de asimilación de la estrategias conspiranoicas de la extrema derecha en EEUU están llegando con fuerza a la extrema derecha patria creando un ambiente de bulos, realidades paralelas y amenazas imaginarias que acompañan de una llamada a la acción concreta. Una amenaza contra la seguridad, la democracia y la paz social que conviene no despreciar ni ridiculizar.