La famiglia popular

No uno, ni dos, ni tres, ni cuatro… Hasta 43 indicios ha contabilizado el juez de la Audiencia Nacional Manuel García Castellón que sitúan a María Dolores de Cospedal [Cospe, para sus enemigos] y a su marido, el ¿empresario? Ignacio López del Hierro, en la trama de la operación ilegal con la que el Gobierno de Rajoy trató de obstruir la investigación sobre la financiación ilegal del PP. ¿Recuerdan? El pasado siempre vuelve entre otros motivos porque los tiempos judiciales no son los políticos y sobre todo porque no los determinan los medios, aunque Pablo Casado se lamente de la agenda mediática.
Si hay un auto que anuncia la imputación por tres graves delitos -cohecho, malversación y tráfico de influencias- de una ex secretaria general del PP, toca preguntar por ello. No hay debate. Es lo que tiene el periodismo, oiga. Que pregunta, repregunta y vuelve a preguntar, aunque los políticos se escabullan y carguen una y otra vez contra la insana costumbre de los plumillas de interpelar para obtener respuestas. ¡Dónde se ha visto!
La conocida operación Kitchen consistió básicamente en que el Gobierno de Rajoy delinquió -presuntamente, claro- para destruir pruebas sobre una sucesión de actos delictivos cometidos durante décadas por los dirigentes del PP. Se creó una estructura parapolicial en el Ministerio del Interior, cuya dirección entonces andaba en manos de un ministro beato llamado Jorge Fernández Díaz que ponía medallas a las vírgenes, tenía un ángel de la guarda llamado Marcelo al que se encomendaba para encontrar aparcamiento y hoy, tras su misa diaria, sienta cátedra desde las páginas del diario de un editor amigo y a la vez compañero de no pocas y turbias maniobras político-empresariales.
El instructor de la Audiencia Nacional deja claro ahora que se trató de una operación diseñada desde el partido al máximo nivel en la que pudieron estar directamente implicados Cospedal y su esposo para captar como topo al chófer de Bárcenas, espiar al extesorero y sustraer -también presuntamente- información comprometedora para el PP.
Si todo ello no es merecedor de una valoración/reflexión del actual líder del PP, aunque los hechos no afecten a su mandato, es que Casado está muy ciego o pretende imponer a la prensa que sólo se hable de los indultos con los que Sánchez está dispuesto a romper por enésima vez esa España que sigue intacta pese a tanta embestida.
El caso es que ya se sabe que el excomisario Villarejo, viejo amigo del matrimonio López del Hierro-Cospedal, grababa todo, apuntaba todo y utilizaba todo contra todos. Periodistas, empresarios, políticos, abogados, jueces y banqueros han sido en unos casos víctimas y en otros, cooperadores necesarios del personaje más turbio de cuantos han pululado por las pestilentes cloacas del Estado. Cospedal parece que fue una cosa y la otra. Primero consentidora y cooperadora de las maniobras del expolicía y, ahora, víctima de sus anotaciones y grabaciones. Quien creyó durante años que Bárcenas era su enemigo por aquello del despido en diferido resulta que ahora es investigada por las pruebas que aportó a la investigación una amiga de la familia. ¡Ay la famiglia!
Todo forma parte de la existencia de una trama mafiosa que utilizaba el poder político, los recursos públicos y hasta la complicidad periodística al servicio de sus intereses partidistas y personales. Una sucesión de hechos gravísimos que atacan los fundamentos del Estado de derecho y ponen de manifiesto el respeto que todos los implicados profesan a la democracia que representan. Su concepción del poder era esa: el poder a su servicio y el de sus intereses espurios. Y aún pretenden que no se pregunte, que los periodistas hablemos sólo de lo que afecta al Gobierno de Sánchez y que nos olvidemos de un pasado más cercano que remoto en el que el PP no admitía ni medios libres, ni jueces libres, ni nada que escapase de su control.
Pues todo indica que, desbrozada ya la trama policial, García Castellón sigue subiendo peldaños en la rampa política de aquellos infames hechos y que afectan al corazón mismo del PP y del Gobierno de Rajoy. En el sumario aparece ya mencionada, por su nombre y por su apodo, la ex todopoderosa vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, después de haber sido mencionada por varios de los testigos en sus declaraciones ante el juez.
¿Alguien pensaba a estas alturas que la responsable del CNI de la época, que manejaba a su antojo la judicatura, el mundo empresarial y el periodismo, no conocía lo que hacía Interior y tampoco vigilaba los pasos de su archienemiga Cospedal? ¡Nos toman por idiotas! Eso sí, cuando llegue el momento de su imputación, si como parece finalmente llega, que nadie se atreva a preguntar por ello. Soraya no acaricia sino que tritura y, luego, tras haber devorado la pieza, pone cara de abnegada servidora pública. Y le dará igual que tras ella, el siguiente en caer sea Rajoy. Así es la famiglia popular y así gobernó.
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