La dimisión exprés de la sobrina de Luis de Guindos como directora de la competencia en la Comisión Nacional del Mercado y la Competencia (CNMC) resulta inexplicable. Si el Gobierno no ha intervenido, como sostiene su tío, el Señor de los rescates, ella está sobradamente preparada y se trataba de una promoción interna, ¿por qué renuncia? Tal como se ha contado la historia desde el poder, hay que decirlo. Beatriz de Guindos parece otra víctima inocente de un “sistema” cruel.
Otra víctima que añadir a una larga lista donde ya figuran el marido de María Dolores de Cospedal y su incomprendido trabajo en el sufrido consejo de administración de Red Eléctrica, o la esposa de Alvaro Nadal en la Dirección General de Industrias Culturales, o la mujer de Alberto Nadal también colocada en una CNMC que debe funcionar como la gran familia española: siempre queda sitio para un cuñado más.
Todos tienen algo en común. Son gentes de extraordinaria valía castigada por emparentar con un político. En el sector privado serían amos del universo, como el marido de Soraya Sáenz de Santamaría, fichado por Telefónica nada más ser nombrada vicepresidenta. Pero renuncian al oro y nos hacen el servicio de poner su enorme talento al servicio de lo público. Y nosotros, mediocres contribuyentes, se lo agradecemos con chascarrillos y chismorreos. Debería darnos vergüenza. Ser familiar de un político ya parece bastante castigo.
Si la CNMC nombró a Beatriz de Guindos de manera autónoma debía saber que era sobrina del ministro y algo se podía armar. A no ser que la designaran pensando que los españoles somos algo idiotas y tragamos cuanto nos echen unos señores tan listos.
Si se trata de un nombramiento independiente, no defenderlo parece una cobardía. Otra cosa es si el Gobierno la eligió, como a todo el consejo del CNMC, porque era de los nuestros. Pero ya ha dicho De Guindos que el Ejecutivo no interviene en las decisiones de una Comisión donde solo elige a los consejeros y al presidente. A partir de ahí, se entera por la prensa.
Si como sostienen fuentes oficiales, la designación fue una promoción interna acorde con el mérito de la promocionada, Beatriz De Guindos sufre una flagrante injusticia que no deberíamos tolerar. Otra cosa es si dimite porque apenas diez años de servicio en una administración, alguno como cargo político, no dan para tanta promoción.
La hija de Arias Cañete que iba a sustituirla es un daño colateral. Dimite por defecto. Ya dijo en su día Manuel Fraga que era natural que los hijos de buenas familias ganaran siempre todas las oposiciones porque eran más listos. Es el orden de las cosas en una administración familiar y hereditaria. Además su caso resulta diferente. Estaremos todos de acuerdo en que si alguien debe dimitir, es el padre.