La estupefacción. Ese ha sido el estado de ánimo de estos días cuando asistía a los intentos ridículos, vanos e inocentes de una parte de la izquierda que ha suplicado que los paros de los transportistas se convirtieran en una causa progresista que había que defender, ignorando las condiciones objetivas que la conformaban. El paro patronal promovido por una plataforma reaccionaria tiene como único interés subvertir el poder legítimamente elegido en las urnas. Se vale de unas condiciones objetivas de precariedad en un sector para atraer a desclasados y desesperados en una masa políticamente amorfa que trabaja para los intereses posfascistas.
No es una novedad que analistas y comentaristas ignoren la realidad para realizar discursos y tomar posiciones que se ajusten a sus marcos preexistentes sin estudiar mínimamente la sustancia de las protestas. El problema es que opinan sin informarse previamente adaptando a cualquier realidad sus prejuicios previos. Puede que el pensamiento ilusorio haga pensar a líderes de opinión y políticos desubicados que el solo hecho de que haya una protesta con reivindicaciones laborales sea un lugar que la izquierda tiene que capitalizar. Sin embargo, cuando se conoce la sustancia de la que se compone hay que comprender que es un terreno yermo que no solo no es lugar de disputa política a favor, sino un espacio con el que confrontar de manera rotunda porque lo que busca es tu aniquilación como sujeto político.
Los líderes de las manifestaciones forman parte de una familia de empresarios del transporte que participaron en la configuración de VOX en Hellín (Albacete). Se hacen fotos con sus colecciones de Mercedes Benz y en sus perfiles de redes sociales tienen mensajes racistas, machistas, anticomunistas que consideran que todo aquel que no se adhiera a su idea de España tiene que ser expulsado del que creen que es su país en exclusiva. Puede que haya quien piense que se puede intentar razonar y atraer a postulados de la izquierda a quien se informa en grupos de Facebook que se llaman “Hasta los cojones del chepas”, “Hiprogresía”, “Frente Ultra Español”, “Fundación Francisco Franco” o “Falanges de dios”, pero quizás habría que medir mejor las batallas que se dan y asumir que la movilización de estos días no tiene como objetivo dar una justa salida a unas reivindicaciones laborales.
Entre los manifestantes había quien consideraba que había que meterle a la ministra “un petardo en el chumino” y que su situación era un desastre porque tenían que subir el salario a sus conductores debido a la subida de la inflación. Suerte a quien quiera construir algo decente con esos ladrillos, pero no pasa nada por reconocer que en ciertas ocasiones es mejor tirar de la cadena. No todos los que componen la protesta son indeseables de este porte, seguro que hay personas decentes con reivindicaciones justas y a las que en otro contexto es preceptivo atender. Si es así que se separen de esta gentuza y empiecen de cero, porque los que lideran esta protesta sí son fascistas que trabajan en esa dirección. Eso es lo único que importa.
La clase social es y se explica de manera objetiva, pero para que trabaje bajo preceptos marxistas tiene que asumir una condición subjetiva que la convierta en la clase “para sí”. De nada sirve a estas alturas creer (y querer) que porque haya miembros de la clase trabajadora en una movilización se puede convertir en masa revolucionaria cuando su sustancia es masa reaccionaria. No importa que un comunista que crea en la mejora de las condiciones materiales de la clase trabajadora acuda a la manifestación del pasado viernes buscando a los pequeños autónomos para hablarles de la uberización de su sector y trabaje para que su vida mejore cuando los manifestantes al verle solo piensen en carne de cuneta. Puede que entre los manifestantes del paro patronal de este viernes hubiera algunos miembros que pertenecieran a los componentes de la “clase en sí”, eso no cambia que sean enemigos del progreso y trabajen para convertir nuestro país en una réplica del que abandonamos hace 45 años. Entenderlo ayuda a no convertirse en masa muerta que hunda a la sociedad en el cieno. Puedes querer liderar la manifestación porque con un análisis externo consideres que el que porta la pancarta como componente de la clase trabajadora tiene que ser parte de tu proyecto político, pero si no lo es no vas a convencerle simplemente explicando tus razones. Un fascista no deja de serlo por conducir un camión y manifestarse con un chaleco amarillo.