En las películas (y en los cuentos) se repite la escena del momento mágico en que una tiara corona la cabeza de la princesa. Pero hoy les voy a contar la historia de una princesa que soñaba con pipetas y microscopios, que se volvió fanática de los jeans y no de los vestidos largos y que se empeñó en que más mujeres trabajasen en la ciencia. La princesa que no usa tiaras pero sí toda su influencia para que haya más niñas soñando con ser científicas.
Había una vez una princesa llamada Nisreen cuya familia descendía del profeta Mahoma. Su abuelo, Fáysal I, había sido el primer rey de Iraq. Después del golpe de 1958, que acabó con la monarquía hachemita, su familia pasó a vivir en el exilio. La princesa nació en Kuwait, cuando la familia real ya no gobernaba a nadie. Aún así, seguían siendo reyes, príncipes y princesas. Esa princesita creció entre Inglaterra y los Estados Unidos, criada por una madre, su alteza El-Sharifa Fatima El-Hashemite que era profesora de derecho islámico y le enseñó que “Dios nos ha criado a todos como iguales”.
A los siete años la princesa Nisreen El-Hashemite soñaba con ser doctora para hacer que las personas sonrieran. Sus padres y maestros incentivaron su interés por las ciencias y en casa siempre había juguetes de ciencia y medicina. Siempre sacaba las mejores notas en ciencias, pero fuera de casa todo el mundo le decía que el campo científico no era lugar para una mujer -mucho menos para una que pertenecía a una familia real. Hubo universidades que le dijeron que no podían aceptar a una princesa y otras le sugirieron que hiciera como otros miembros de familias reales y estudiase arte.
Ella estudió con más dedicación y se convirtió en la primera princesa con títulos en Ciencias Biomédicas y en Medicina. Su sueño era ser cirujana cardióloga, pero cuando estaba haciendo su internado conoció a una niñita llamada Natasha en la guardia pediátrica. La pequeña no dormía y lloraba todo el tiempo. Tenía un desorden genético en la sangre y la joven médica intentaba aliviarla. Un día, la niña le pidió que le prometiera ayudar a niños como ellas. “Tienes que cumplir tu promesa o si no estarás mintiendo”, dice Nisreen El-Hashemite que le dijo la niña. Así que la joven médica cambió de planes y obtuvo su doctorado en Genética Humana.
En 1995, la princesa empezó a trabajar en los hospitales e institutos de la Universidad de Londres y desarrolló una técnica preventiva conocida como diagnóstico genético preimplantacional de trastornos de un solo gen. En palabras más sencillas: una prueba para diagnosticar desórdenes genéticos. Su técnica se usa en más de cien centros alrededor del mundo. Con su trabajo, Nisreen El-Hashemite llamó la atención al público sobre los trastornos genéticos. Su carrera siguió en Harvard, donde investigó de qué manera era diferente la esclerosis tuberosa si el paciente era femenino o masculino. Su trabajo desarrolló nuevas estrategias de terapias y la detección temprana de varios tipos de cáncer a través de exámenes de sangre más precisos.
Ser una gran científica —y una princesa— no la hizo diferente a otras mujeres en el mundo laboral. Una vez, descubrió que ganaba menos que sus colegas hombres. Además, siempre echó de menos tener más colegas mujeres trabajando en los laboratorios. Así que en 2007 dejó su carrera científica para dedicarse a luchar por la equidad de género en la ciencia y a promover la ciencia, la tecnología y la medicina a través de la Royal Academy of Science International Trust (Fidecomiso internacional de la Real Academia de Ciencias, en traducción libre), donde es la directora ejecutiva. También fundó la Liga Internacional de Mujeres en la Ciencia y trabaja con la Organización de las Naciones Unidas para incluir talentos femeninos en proyectos científicos y en el Foro Mundial de Salud y Desarrollo de la Mujer.
También fundó el programa internacional MUTE para promover, proteger y asegurar los derechos humanos para los sordos y personas con problemas en la audición y fue la cofundadora del Programa Cultura por la Paz. En 2015, presentó una resolución a las Naciones Unidas para declarar el 11 de febrero, un día como hoy, el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. ¡Feliz #DiaInternacionaldelaMujerylaNiñaenlaCiencia¡
Hoy, la princesa sigue sin usar tiaras y defendiendo la equidad de género en la ciencia y reclamando salarios iguales para hombres y mujeres. “Necesitamos motivar a las niñas y a las mujeres jóvenes a seguir y a quedarse en las carreras científicas. Necesitamos políticas más fuertes, a nivel local, nacional e internacional, que las ayuden a seguir con sus carreras. La igualdad salarial y la licencia de maternidad remunerada son factores importantes”, ha dicho Nisreen El-Hashemite. Ella también cree que se debe difundir el trabajo de más mujeres científicas para que las niñas tengan modelos a seguir reales y no a los estereotipos de la televisión o las películas, donde las científicas son nerds solitarias (y las princesas, criaturas coronadas a la espera de un salvador).