En la segunda parte de ‘Inside Out’, la ansiedad, la vergüenza, la envidia y el aburrimiento aparecen abruptamente en la sala de control de la protagonista para domar a las ya habituales alegría, tristeza, asco, miedo e ira. Yo me imagino el ‘Inside Out’ de Alberto Núñez Feijóo dominado por otro personaje de aspecto tenebroso, rasgos lóbregos, mirada recelosa y expresión hastiada: el cinismo. El cinismo en Feijóo manda a cualquier otra emoción básica al ostracismo. Cinismo controla los mandos de su máquina cerebral como un técnico de la NASA.
La RAE define cinismo como la “Desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”. Hay quien tiende a pensar que el cinismo es un rasgo avanzado de inteligencia, un atributo equiparable con la experiencia. Yo creo que le cinismo es un afección casi existencial en la política, cargada de lo peor de la amoralidad y la teatralidad. Aunque la integridad total es inexistente en cualquier ser humano, se puede no ser íntegro u honesto siempre, sin caer en el salvavidas del cinismo.
“Hay que distinguir entre los errores humanos y los errores por falta de humanidad”, decía Feijóo hace unos días durante una entrevista- comparecencia en el programa ‘Espejo Público’. En el primer grupo encuadraba al líder del PP valenciano, Carlos Mazón; en el segundo a Pedro Sánchez y a la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera, en relación a la gestión de la DANA. Se refería a estos últimos como “Gobierno fallido”, ni más ni menos.
Todo lo que critica Feijóo del adversario, él ya lo ha hecho, dicho, defendido o incluso alabado. No es el único político en tener este defecto crónico, también a Pedro Sánchez sin ir más lejos se le puede acusar de lo mismo. Pero es que Feijóo acostumbra presumir ser el custodio de los verdaderos valores del país, aunque esos valores sean profundamente inestables. Su estrategia zigzagueante no esconde desmemoria o un entendible cambio de valores, sino un cinismo persistente. Para Feijóo un decreto es “democrático” si le favorece a él, pero es un decreto desestabilizador si lo enuncia el del otro lado. Un día, hay que ilegalizar a los partidos independentistas. Otro, no. Un día censura en la TVG, otro defensa a ultranza de la prensa libre. Un día represalias a los trabajadores de la televisión gallega, otro un artículo en defensa de la pluralidad periodística. Un día vivir de lo público, otro cargar contra los que prefieren vivir de ayudas públicas. Un día dice que “tenemos que sacar la política española de la hipérbole permanente”, otro, siempre, vivir instalado en ella. Un día “la crispación no es el camino”, otro si es el camino. Lo que importa no es si es sincero, sino si puede fingir sinceridad como cualquier comercial con un producto que vender.
Feijóo se está implicando a fondo en la crisis valenciana por la gestión de la DANA porque el problema del PP valenciano también es su problema. Su relato exculpatorio de Mazón no pretende tanto ser su tabla de salvación propia o la del líder valenciano, sino la tabla de destrucción del Gobierno central. Pero hay demasiadas lagunas en el relato de Mazón como para que el intento de Feijóo de desviar la atención sea plenamente eficaz, así que es probable que en cualquier momento realice otro giro de estrategia. El cinismo también es usar al otro para salvarse a uno mismo.