Scott Carey era un ciudadano vulgar y corriente que un buen día se percató de que su estatura se reducía de forma progresiva. Procuró adaptarse a sus nuevas dimensiones, si bien no pudo evitar que su vida se convirtiera en un auténtico infierno. Horrorizado de su destino, se apartó de su mujer y de su hija para luchar solo en un mundo de proporciones inaccesibles y dimensiones desconocidas para su tamaño.
La historia la contó Richard Matheson en El increíble hombre menguante, una referencia literaria de ámbito mundial que llevada al marco de la política y los liderazgos hoy podría protagonizar el líder del PP, quien ha pasado de llegar en volandas para vivir una auténtica luna de miel a saborear la hiel más amarga de las encuestas. Un hombre ¿grande? aupado por las estructuras del partido y cuya figura empieza a hacerse pequeñita.
En su metamorfosis de virrey de Galicia a jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo no acaba de encontrarse quizá porque se enfrenta, como el protagonista de aquella novela, a peligros para los que no está preparado, pese a que cuando asumió el cargo, con el respaldo entusiasta de su partido y todos los medios de comunicación sin excepción, sabía que la tarea no sería fácil.
Feijóo llegó a Madrid, en loor de los guardianes de la Transición, con credenciales de hombre solvente y fiable y arropado por los nostálgicos de las grandes mayorías parlamentarias. En apenas siete meses, las esperanzas que propios y extraños habían depositado en el político gallego parecen pulverizarse mientras aumenta la percepción general de que quien sucedió a Pablo Casado al frente del liderazgo de la derecha tiene serias dificultades para adaptarse al discurrir de la vida y de la política en la capital de España.
Será porque la libertad madrileña va mucho más allá de las cañas y convive, además de con una agenda desbocada, con un proceder de los medios de comunicación a los que Feijóo y el reducido equipo con el que desembarcó en Madrid no estaban en absoluto acostumbrados después de cuatro mayorías absolutas consecutivas en Galicia.
El efecto Feijóo del que toda derecha hablaba y reflejaban las encuestas antes del verano con una ascendente intención de voto en el PP se ha diluido y la figura del jefe de la oposición, tan laureado y bendecido por la derecha política y mediática, ha ido menguando con el paso de los meses. Unos dicen que se le nota la falta de entusiasmo político; otros, que carece de estrategia y de proyecto y todos advierten de los efectos perversos de la bunquerización al que le somete un equipo de asesores que sólo conoce las dinámicas de la política de provincias y de las mayorías absolutas. Sea por lo que fuera, ya se han disparado las primeras críticas internas.
En la séptima planta de la calle Génova han encendido las luces rojas después de que tres de las cuatro encuestas publicadas en las últimas horas hayan pinchado “el globo” Feijóo de forma clamorosa y devuelto al PSOE a una posición que le permitiría reeditar la mayoría parlamentaria de la que hoy dispone.
Los socialistas, a tenor de los datos, habrían frenado la fuga de votos que provocó la renovación en el liderazgo de los populares y se beneficiarían hoy además de una parte del electorado desencantado con Podemos. Y esto en medio de la polémica de los efectos indeseados de la ley del sólo sí es sí, cuya aplicación ha reducido la pena a algunos agresores sexuales, y de la reforma de la sedición, que aliviará la situación penal de algunos líderes del procés. Dos asuntos que, a priori, podrían perjudicar a la coalición de gobierno y que, sin embargo, no parece que hayan hecho mella al menos en la intención de voto del PSOE, que estaría prácticamente en el mismo porcentaje de voto que en 2019.
El político gallego, que llegó para salvar del naufragio a la derecha tradicional y moderar el rumbo de un partido imbuido de guerras culturales, se ha dejado arrastrar a las mismas aguas turbulentas por las que transita la ultraderecha de VOX. Y, además, la economía española, lejos de acercarse a una especie de apocalipsis que acabaría con el gobierno de Sánchez, comienza a remontar el vuelo y se aleja del fantasma de la recesión técnica.
Hasta The Economist, la biblia del liberalismo económico, considera “probable” que Pedro Sánchez “sobreviva”, a pesar de la “bronca de alto voltaje” que acompaña a la política española. El diario británico acaba de publicar un artículo en el que viene a decir que la “explosión de furia” de la oposición sería baldía para los intereses electorales de la derecha. Una sentencia que aún hace más pequeñito a Feijóo, dentro y fuera del Partido Popular.