Feijóo, Marcial Dorado y Google
No. No es ‘cosa del pasado’. Se trata de un tema de candente actualidad. Que el candidato con más opciones para ganar las elecciones generales, con serias posibilidades de llegar a la Moncloa, haya mantenido durante al menos una década una estrecha amistad con un capo del contrabando de tabaco y cerebro de una organización de blanqueo de capitales, condenado después por narcotráfico, es de extraordinaria relevancia a la hora de examinar la biografía de los aspirantes a llevar las riendas del país.
Alberto Núñez Feijóo nunca ha logrado dar una explicación convincente de su relación con Marcial Dorado desde que El País publicó en 2013 el primer testimonio: la ya icónica foto que muestra a ambos con el torso desnudo paseando en el yate del capo por la ría de Vigo, en 1995. Las explicaciones iniciales de Feijóo, de que en ese momento desconocía las andanzas delictivas de Dorado y que rompió todo vínculo con este apenas tuvo conocimiento de sus enredos con la justicia, se desbarataron como un castillo de naipes, no solo porque en toda Galicia eran vox populi las actividades de Dorado, sino porque diversos medios ya venían publicando, desde los años 80, abundante información sobre el capo. En 1984, Dorado fue uno de los ‘reyes’ del contrabando huidos a Portugal que se entregaron para “colaborar con la justicia” española. Tres años antes de la foto del yate, Dorado fue detenido por un alijo de cinco millones de cajetillas de tabaco. Además, informaciones posteriores de El País revelaron que la relación, lejos de cortarse de tajo como aseguraba Feijóo, se prolongó al menos hasta 2003 -según quedó constancia en conversaciones telefónicas interceptadas por la Policía- e incluyó viajes conjuntos en Galicia y al exterior, celebraciones de Nochebuena y fines de semana en las mansiones del traficante.
A lo largo de la campaña para el 23J, Feijóo ha alardeado de su vasta experiencia política evocando sus inicios como gestor de la cosa pública. Comenzó en 1991, a punto de cumplir 30 años, como secretario general técnico de la Consejería de Agricultura de la Xunta; tres meses después accedió al cargo de secretario general de la Consejería de Sanidad; en 1996 se traslada a Madrid y pronto se convierte en presidente del Insalud; de 2000 a 2003 ocupó la dirección de Correos. Durante todo este tiempo no solo acumuló experiencia administrativa, como se encarga de proclamar a los cuatro vientos; también estrechó su amistad con Marcial Dorado. No deja de ser irónico que una persona con tan altas responsabilidades en materia de salud pública compadreara con el contrabandista de una mercancía que “perjudica seriamente la salud”.
En más de una ocasión reciente, Feijóo ha intentado enredar a la opinión pública enfatizando que él no tenía en aquellos tiempos ninguna información de que Dorado estuviera investigado “por narco”, como si no fuera suficientemente grave que, al tiempo que desempeñaba cargos públicos notorios, fuera amigo de un jefe del contrabando de tabaco y cerebro de una poderosa red de lavado de dinero. Pero el hecho es que desde hacía años ya se publicaban informaciones que vinculaban a Dorado también con el narcotráfico. En 2003 fue detenido por ese delito –lo que sugiere que su actividad se remontaba a años previos-, y condenado seis años después a 14 años de prisión. En julio de 2020 consiguió el tercer grado penitenciario.
En una entrevista ayer en la Sexta, preguntado sobre su relación con Dorado, el líder del PP respondió que es un tema que “ocurrió hace 30 años”; que, “con todos los respetos”, ya ha dado todas las explicaciones sobre ello, y que los gallegos le habían expresado su confianza en tres elecciones autonómicas, pretendiendo con este último argumento legitimar con una suerte de plebiscito una conducta especialmente censurable por su condición de figura política. “Este es un tema que sale cada vez que hay elecciones”, dijo quejoso, sin aclarar una vez más su protagonismo en el tema, y describió con aires de mártir la situación como “cansina”. En un ejercicio de cinismo sin límites, afirmó que no se había enterado en su momento de las actividades delictivas de Dorado porque en aquellos tiempos “no había internet y Google”.
No hay que ser ingenuos. Seguramente sus rivales políticos han tenido y tienen interés en remover esa etapa de su biografía. No solo desde la izquierda: según algunos testimonios, las primeras fotos del yate las filtraron a la prensa ‘amigos’ del PP. Pero, ¿qué no harían Feijóo y los suyos si el compañero del yate de Dorado fuera Sánchez y este alegara que no sabía de los negocios de su anfitrión pues no había internet y que lo sucedido es cosa del pasado? ¿Soltarían sin más la presa los mismos que no tienen el menor escrúpulo para acusar al presidente de gobernar en complicidad con una banda terrorista ya inexistente? Lo sorprendente no es que uno o varios partidos estén agitando estos días con fines electorales la bien acreditada relación de Feijóo y Dorado. Lo sorprendente, y preocupante para la salud democrática, es que esa relación no haya tenido hasta el momento la menor consecuencia política desde que salió a la luz hace una década.
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