Feijóo: una presidencia en aguas turbulentas

1 de abril de 2022 22:43 h

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Lo primero que aparece al buscar al Partido Popular en las redes, en Twitter, es una mentira. Se autodefinen como “el partido más importante de España”. Y no es cierto. No es el más votado, no tiene mayoría en el Parlamento, ni ocupa el Gobierno del Estado, su número real de afiliados es tan precario que apenas fueron 36.000 quienes votaron a Núñez Feijóo como nuevo presidente. Esa pueril y falsa presunción es muy significativa, aunque esconda la fe en ese poder bajo mano que atesoran en la justicia –confeso incluso- o en los medios, alejado por definición  de una estricta ortodoxia democrática. Además sus apoyos están adscritos no tanto a un partido como a la derecha, en la que ha tomado fuerza, con su trabajo sin duda, la ultraderecha.

En Europa los conservadores temen a los neofascismos que están infectando la política y la sociedad. Algunos son antifascistas de nuevo cuño pero los hay también de solera. Y la hazaña del PP en Castilla y León de meter a Vox en el gobierno y a presidir las Cortes de la Comunidad no ha gustado en absoluto. Tanto es así, que la Presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, ha cancelado su asistencia al Congreso del PP en Sevilla y ha anunciado, después, que viajaría a Kiev. Acababa de recibir a Isabel Díaz Ayuso en Bruselas. La madrileña se deshizo en elogios públicos a su interlocutora. En cambio, ni Metsola ni su oficina hicieron la más leve mención de esa visita.

Sí, el PP celebra Congreso en Sevilla este fin de semana para confirmar a Alberto Núñez Feijóo y a su Ejecutiva como la nueva dirección. Vieja en algunos nombres. Sacar a Javier Arenas o Teófila Martínez del pozo de un pasado a olvidar indica cómo andan las cosas en el partido.

La irritación diaria que el PP produce con el uso a su favor de cuantas desgracias sacuden a esta sociedad, desde la pandemia a la guerra y sus consecuencias, sus mentiras y trampas continuas, no pueden hacernos olvidar que las sociedades democráticas precisan una derecha digna de tal calificativo para una sana alternancia de poderes y está en duda que el PP pueda lograrlo tampoco ahora, incluso de que quiera hacerlo. Este Congreso certifica la ultraderechización del PP, que lejos de intentar recuperar su terreno solemniza su pacto con Vox. El acuerdo de gobierno en Castilla y León ha sido aprobado con solo un voto en contra. Cuca Gamarra ha certificado que “da estabilidad”. Aunque moleste en la UE. Ayuso le ha puesto deberes a Feijóo: “No nos hemos reunido para ganar un Congreso, sino para ganar las elecciones”. Y Casado ha dicho que deja al PP a las puertas de La Moncloa. Todo sigue igual pues, que en este caso -con los problemas que tiene el PP- quiere decir: peor.

Feijóo dudó largamente trasladarse a Madrid, no es el mismo campo que una Galicia que domina. Y conforme pasan los días se advierte su precaria situación,  por más que estos días le veamos cuajado de aplausos en Sevilla. En el PP son especialistas en esas ruidosas manifestaciones de aprobación, aunque no tarden luego en arrojar a sus víctimas por el acantilado. Cristina Cifuentes puede dar fe de ello.

Núñez Feijóo tiene dos problemas graves: Ayuso y Cayetana Álvarez de Toledo, ambas con sus potentes lobbies. O si lo prefieren, uno de extrema gravedad y otro con pronóstico reservado. Con medios e informadores de renombre las dos. Los de la presidenta de Madrid se comprueban en la práctica y son un auténtico ejército a su servicio. Cayetana no los esconde. Se dicen “Libres e iguales”, una eufemística forma de llamar al ultranacionalismo español. Por eso ha elegido Feijóo a Cuca Gamarra como su número 2. A ver si es ella quien atrae los dardos. Tras veinte años de carrera política ha demostrado ser dura y versátil y no tener reparo alguno en dejar en la estacada a quienes confiaron en ella cuando su poder declina. Véase el caso de Pablo Casado. Otro de quienes decían una cosa y su contraria sin inmutarse. Calificada ahora de feminista en las semblanzas periodistas, Gamarra se preguntó “para qué sirve el Ministerio de Igualdad”, secundando uno de los bulos de Ayuso.

El PP parte con agitadas mareas de fondo. Han dado un espectáculo bochornoso (a poca sensibilidad que se tenga) con el ejercicio de la “omertá” a plena luz del día, que tumbó a Casado y mantuvo –de momento al menos- el poder de Ayuso. Ella es la actual gerente del Régimen de Madrid, como lo describió Ignacio Escolar. Más de un cuarto de siglo de gobiernos del PP que convirtieron esta Comunidad en “la que menos invierte en sanidad y educación, la que más impuestos perdona a los más ricos y la que agrupa más casos de corrupción”. Consolidado en el Tamayazo de 2003 que entronizó a Aguirre y sus prácticas, Ayuso lo ha llevado al límite. Es difícil de entender que siga a pie firme tras la masacre de los geriátricos, el destrozo de la sanidad pública o los contratos de su hermano. Apuesta además por una alianza con Vox. Pero es que ella “gusta mucho” entre sus votantes.

Cabe preguntarse para quién hablan y en cuánto se estiman quienes escuchan esa sarta de falacias que a menudo no se sustentan ni en la lógica. Es un disparar mentiras como con una metralleta todos los días de la mañana a la noche. El PP, Feijóo, Gamarra y por supuesto Ayuso y el resto de la corte, con Vox incorporado, medios y economistas del ramo se unen para decir que el Gobierno se forra con los impuestos. ¿Es una confesión de sus propias prácticas? O en pedir bajadas de impuestos, sin explicar qué les quitarán a cambio a los ciudadanos. ¿Quién, llegado al extremo que buscan, atenderá sus enfermedades, sus pensiones, cómo serán sus colegios, los medios de transporte públicos?   

Una y otra vez asombra la falta de relacionar hechos con consecuencias. El PP no solo es el partido de la Gürtel, también es el de la burbuja inmobiliaria que tan cara pagamos todos, el Yak-42 o la invasión ilegal de Irak con todas sus consecuencias. Es falsa radicalmente su gestión eficaz salvo para las minorías de poder. De ahí que veamos a Ayuso, Abascal o, ya en el Congreso de Sevilla, a Bea Fanjul invocar a Platón y la Filosofía, víctima de otro bulo de la derecha, y dudemos de a qué se arriesgan si estimulan el gozo de pensar y deducir.

Por cierto, en las aceradas críticas al brutal aumento de la inflación, hacen elipsis de lo cara que cuesta una guerra –también en la economía-,  las cesiones a los lobbies energéticos o montarse una huelga de transporte justo en ese preciso instante. O de la hostelería en la Semana Santa sevillana -nada menos- ¡en contra de Sánchez! Y hay que volver a preguntarse ¿para quién hablan? ¿por qué les escuchan de forma tan acrítica?

Las sesiones del Congreso se han convertido en un espeluznante espejo de esta sociedad capaz de elegir para que les representa en la gestión de las cosas de comer y de vivir, a seres delirantes.

Las anécdotas hacen mucho ruido pero ocultan el problema troncal: no es sano para un país tener una derecha como la española. La de ámbito nacional, otra cosa muy distinta es el Partido Nacionalista Vasco. Núñez Feijóo, para los no gallegos, representaba la figura clásica del PP, con las peculiaridades del PP, sin llegar al extremo de los liderazgos tóxicos que invaden el partido cada vez más próximos a la ultraderecha neofascista que teme Europa y sobre todo cualquier demócrata, de cualquier parte, incluida por supuesto España.

Una oportunidad, quizás de las últimas, para rectificar caminos en el PP o confirmar esa deriva que no solo le destruye como partido sino que pagará caro la sociedad. Los primeros pasos de Feijóo no alientan demasiadas esperanzas. da muestras de debilidad ya, pero apenas hay nada escrito todavía. No andan los tiempos para dudas ni frivolidades, están realmente serios como para andar pensando solo en ir a por el poder mintiendo hasta en la tarjeta de presentación. El temor se redobla si pensamos en las furias marinas que se agitan en esas aguas revueltas.