El Partido Popular no adelantó las elecciones en Galicia para comerse este sofoco de campaña. Pero también es cierto que la noche electoral le ha resarcido con creces de tanta angustia. La victoria final es lo que cuenta.
El plan original pasaba por darse un paseo militar, entre filloas y orejas de entroido, explicándonos que todo iba tan bien en Galicia que no merecía ni la pena hablar de ella y que es España lo que realmente va mal y hay que arreglar con urgencia, librándola de Pedro Sánchez lo antes posible. Pero todo lo que podía salir mal, salió peor y la cosa acabó pareciendo una carrera de los autos locos.
Feijóo buscaba un baño de masas a modo de terapia después del golpe del 23J y tuvo que sumergirse a fondo para lograrlo. Tanto que, durante la última semana, el candidato parecía él, no Alfonso Rueda. Galleguizar la campaña a toda velocidad a media carrera fue la solución de urgencia al enorme error de españolizarla al principio; algo que Feijóo siempre evitó cuando cabeza de cartel. El susto no se lo quita nadie al PP. Ese ya constituye un éxito indiscutible de Ana Pontón y el BNG, convertidos de nuevo en el enemigo a batir.
El cambio ya se ha producido en Galicia. No el cambio de gobierno, que continúa sin apuros en manos populares. Pero sí un cambio estructural en el sistema político gallego. La alternativa a la derecha ya no reside en la izquierda o en el socialismo. Ahora la encarna y la lidera el nacionalismo gallego. Y lo va a hacer por un tiempo. De un escenario donde el nacionalismo encarnaba siempre al socio necesario y minoritario de los socialistas, se pasa a un cuadro que se pinta exactamente al revés: el socialismo es ahora el socio minoritario de una alternativa que solo puede liderar el BNG.
Feijóo ha debido forzar a la máquina de ganar elecciones que es el PPdeG hasta el límite de su extenuación, rebasando todos los límites en el uso partidista de los medios públicos y el dinero de los presupuestos autonómicos. El futuro no pinta color de rosa para los populares. Uno de cada dos votantes menores de 30 años ha elegido a Ana Pontón. El triunfo popular se sustenta en su incuestionable dominio entre los electores de más de sesenta años y las provincias de Lugo y Ourense. No es la única mala noticia. Ana Pontón ha logrado corregir la debilidad del voto femenino al BNG y la fuerza nacionalista ya representa la primera opción cuando las gallegas y los gallegos deben elegir qué partido defiende mejor los intereses del país.
El tiempo corre a favor del BNG. No corre ni de lejos tan a favor ni tan amable para los socialistas. Enfrentados a un resultado que les plantea un dilema existencial. En la próxima legislatura ya no van a pelear por disputarle al nacionalismo el liderazgo de la alternativa. Va a batirse por sobrevivir. Sumar lo tiene aún más complicado. Su lucha pasa por ser capaz de volver a superar a Vox, el partido de ultraderecha, que ha encontrado en Galicia la horma de su zapato.