Feijóo sabe lo que hace
Los que nos gobiernan están por debajo nuestro si no están muy por encima
Mal analista es el que afronta los hechos y las acciones desde su propia perspectiva o, aún peor, desde su propio gusto. “Celebro y acaricio la verdad, sea cual fuera la mano en la cual la encuentro, y me entrego a ella con alegría, y le tiendo mis armas vencidas en cuanto la veo acercarse”, escribía Michel de Montaigne en sus Ensayos. Los Ensayos han sido durante siglos una especie de biblia laica en la República Francesa: los tenían en todas las escuelas y liceos, en los ayuntamientos, en las embajadas y en todos los despachos de los cargos electos de la república. El propio Mitterrand cuando llegó al poder se hizo retratar en la biblioteca del palacio del Elíseo sosteniendo los Ensayos en la mano. Cierto es que casi lo contienen todo y cierto es también que son la forma más a nuestro alcance de leer a través de sus reflexiones y citas a los clásicos griegos y romanos. Pura actualidad humana.
Acariciando la verdad, nos guste o no, eso es irrelevante, lo cierto es que Feijóo no es un pollo sin cabeza lanzado a una “investidura fake” o que “ruega gobernar” o tantas otras ocurrencias escritas con el corazón y a vuela pluma. El líder del PP sabe perfectísimamente lo que hace, es más, tras sus gestos existe una estrategia bastante más depurada de lo que se quiere reconocer. En Montaigne se habla también de la necesidad de parlamentar con el enemigo aunque, nos recuerda, es un riesgo abandonar la ciudadela para hacerlo. Menospreciar nos puede descargar de humores pero no nos servirá en crudo para entender lo que está pasando. Insisto, no está dando puntada sin hilo el líder del PP, porque lo que busca no es una investidura ni gobernar, nadie en el PP cree que la propuesta hecha hoy a Pedro Sánchez tenga alguna viabilidad, pero las cosas no se proponen siempre con el objetivo de conseguirlas, hay otros muchos que pueden perseguirse y es el caso de quien cree que aun siendo Sánchez el único que puede ser investido, será imposible gobernar una barca con 24 remeros, lo que resultaría en una legislatura corta.
Convencidos de ello, los populares tienen una hoja de ruta que, sin hablarlo con ellos, como mera observadora, parece meridianamente clara. Primero, van a poner a correr el contador con la investidura fallida, lo que le marca el tempo a Sánchez con Junts. En segundo lugar, están mostrando que por ellos no va a ser, que no se niegan a llegar a pactos con el PSOE. En tercer lugar, están haciendo una lectura que guste o no guste tiene muchos adeptos, incluso en los votantes socialistas de centro derecha que no están conformes con lo que consideran el arrastre de las posiciones tradicionales provocado por la necesidad de pactar a la izquierda. En cuarto lugar, Feijóo le quiere hacer un retrato a Sánchez en Europa, en plan por mí no será, hay una opción para que ni la izquierda radical ni la ultra derecha toquen poder. En quinto lugar, el PP sigue en su empeño de desmarcarse de Vox porque también está haciendo un guiño sobre cómo evitar un pacto que al menos a su actual líder no le gusta nada. En sexto lugar, presenta su programa electoral, ya que en los pactos que propone introduce las propias soluciones que apuntalan ante el electorado moderado que quiere captar su posición y en el texto se vende como mejor gestor. En octavo lugar, introduce para su parroquia una nueva lectura de los resultados electorales saltándose el marco de los bloques irreconciliables y asumiendo que los votantes manifestaron mayoritariamente que no quieren a Vox pero, también, que no quieren pactos con los independentistas, todo depende de que línea de los resultados leas. En noveno lugar, esgrime un posicionamiento lo suficientemente vago y lo bastante concreto para que parte de los votos que busca —los de los votantes socialistas que abominan de las imposiciones de Sumar y de Bildu— reciban los mensajes transición, regeneración, pensiones, educación, sanidad, agua, mujeres y hasta cambio climático. En décimo lugar, intenta dejar bien claro, al cuantificar el porcentaje de voto representado por los dos grandes partidos, que si bien es lícito hablar y pactar con los minoritarios, como él ha intentado hasta con Puigdemont, es desproporcionada la fuerza que esos cientos de miles de votos les conceden.
Estas diez razones para hacer lo que ha hecho, como decía el catecismo, se resumen en dos: la convicción de que la segunda legislatura de Sánchez va a ser corta a la fuerza y el conocimiento del número de votos que le fallaron en el trasvase que se produjo, por culpa entre otras cosas de los pactos con Vox y las amenazas que de estos se derivaron.
Cada uno de estos puntos es, desde luego, discutible. “El ejercicio más fructífero y natural de nuestro espíritu es la discusión. Su práctica me parece más grata que la de cualquier otra acción de nuestra vida (...) la discusión enseña y ejercita a la vez”, sigo con Montaigne. Discutir los puntos, incluso atacarlos, no empece que quien sigue su trazado no tenga un plan y un objetivo bien claro. No se obtiene nada de ridiculizar al adversario y sí mucho de analizar sus movimientos con objetividad e inteligencia, porque seguro que algo nos ayuda a neutralizarlos.
Han sido fuentes oficiales del PSOE las que han afirmado sobre el encuentro: “El PSOE y el PP han sido y son proyectos alternativos de gobierno, pero siempre han sido capaces de preservar una serie de consensos básicos, basados fundamentalmente en el cumplimiento de la Constitución y de las reglas de juego de nuestra democracia” y hasta ahí confirman de plano el esquema mental seguido por Feijoo en su estrategia. Cierto es que continúan: “Sin embargo no ha sido así en los últimos años. Concretamente, el PP lleva incumpliendo la Constitución 1727 días, bloqueando la renovación del CGPJ” y en ello llevan toda la razón.
No desestimemos al número de votantes que está hasta la chingada de “la división en bloques ideológicos” a la que se refiere Feijóo. Él no lo hace porque de esa fuente quiere seguir bebiendo, tanto por el centro como por los fugados a la ultraderecha. Y para lograr ese objetivo, en un segundo intento que se quiere asegurar —sin que le expulsen del tablero los sectores madrileñistas—, la dirección que ha tomado es la que más le favorece aunque a muchos les parezca errática. Y con permiso de los ofendiditos, les recuerdo que Feijóo es gallego y que, como poco, hay que ponerse en unos zuecos para leer sus idas y venidas, sus subidas y bajadas, sus aparentes dubitaciones.
Ridiculizar puede ser divertido pero nada productivo.
Feijóo sabe lo que hace y sigue un plan. ¿Quiere decir esto que su plan triunfe? No tiene por qué pero, al menos, no hay que perderlo de vista aunque sea con el rabillo del ojo. Es muy probable que muchos lectores piensen otra cosa, ¡adelante!, “los juicios contradictorios ni me ofenden ni me alteran; tan sólo me despiertan y ejercitan (...) cuando me llevan la contraria despiertan mi atención, no mi cólera; me ofrezco a quien me contradice, que me instruye”. Verdaderamente, en Montaigne estaba ya todo.
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