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Los felices 20

Embarcadero de El Retiro hacia los años 20
21 de junio de 2025 21:54 h

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Esa década de la que hace ya un siglo pasó a la historia como “Los felices 20”. Aunque, examinada de cerca, no parece que fuera una década tan feliz. Y, desde luego, no fue en absoluto plácida.

Japón invadió Corea y China. La nueva Turquía cometió un genocidio contra los armenios. La democracia liberal entró en crisis. Benito Mussolini llevó el fascismo al poder en Italia. Adolf Hitler fundó el Partido Nacionalsocialista Obrero alemán. En España y Portugal gobernaron dictadores. Las ideologías totalitarias iniciaron una lucha a muerte. La ley seca y Al Capone elevaron la mafia estadounidense a niveles nunca vistos. El colonialismo europeo en África llegó a su apogeo.

Por otra parte, la economía internacional entró en un delirio especulativo y se pusieron de moda los millonarios. Creció la desigualdad social. Surgió la comunicación de masas a través de la radio. El arte vivió una época eléctrica (James Joyce, Picasso, Le Corbusier, Bauhaus, el jazz), nació la industria contemporánea de la moda (Coco Chanel), los grandes transatlánticos se erigieron en estandartes del lujo (para quienes viajaban en primera).

Parece razonable pensar que la etiqueta de la felicidad quedó fijada en aquella década no tanto por lo que ocurrió en ella, sino por lo que ocurrió antes (la Primera Guerra Mundial, con 20 millones de muertos; la pandemia de la gripe llamada española, con al menos otros 20 millones de muertos) y, sobre todo, por lo que ocurrió después: no hace falta especificarlo.

Esta década de los 20 que vivimos ahora, la del siglo XXI, recupera algunos rasgos de la otra. La fiebre especulativa en la economía, la fascinación por los millonarios, la comunicación de masas elevada a la máxima potencia. El genocidio, ahora cometido por Israel contra los palestinos. La crisis de la democracia liberal, a la que el PSOE presta, en la medida de sus posibilidades, una eficaz contribución. El lujo y la desigualdad, por supuesto. Y la reaparición de los dictadores popularmente aclamados (ahora, a diferencia de antes, sin otra ideología que el egoísmo). En los 20 del siglo XX, la gran crisis financiera llegó al final, en 1929. Los 20 del siglo XXI nacieron ya marcados por la gran crisis financiera de 2008; habrá que ver si logramos rematarlos con otro colapso del capitalismo.

(Los actuales 20 tienen unos cuantos factores de angustia que se ahorraron los de hace un siglo: cambio climático, armas atómicas, tecnologías que pueden escapar al control humano. A cambio, tenemos reguetón en lugar de jazz, rascacielos árabes en lugar de racionalismo arquitectónico y memes en lugar de picassos: en arte perdemos por goleada).

Dediquemos un párrafo específico a otro rasgo compartido por los dos Veintes: el rearme progresivo y generalizado. Eso que reclama ahora la OTAN a sus aliados, lo de elevar el gasto militar al 5% del Producto Interior Bruto, equivale a entrar en la senda de la economía de guerra. Aún no sabemos exactamente contra quién preparamos la guerra, cabe suponer que nos lo dirán en su momento. El rearme, hoy como hace un siglo, genera rearme en los demás, e implica una carrera que suele acabar de forma catastrófica.

Carecemos de perspectiva para vislumbrar qué tipo de etiqueta corresponderá a nuestro presente en el futuro. A la vista de ciertos fenómenos (esterilidad y descrédito de la democracia liberal, auge del autoritarismo y de las armas, especulación financiera y desigualdad social) y del destino siniestro al que generalmente conducen, conviene no descartar que los 20 del siglo XXI, estos años que vivimos, sean también recordados como felices: dependerá de los niveles de horror que vengan después.

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