Sobrecoge la capacidad del sistema para normalizar los terribles hechos sucedidos estos días. Los grandes hacedores del aplastante triunfo de Isabel Díaz Ayuso no caben en sí de gozo. Han logrado lavar y vender la muy dañina gestión de la presidenta de Madrid y demonizar aún más a Pablo Iglesias. Y les ha salido bien. Hasta las amenazas de muerte pasaron a la historia y solo quedan en el aire las loas a Ayuso y los insultos al líder de Podemos. Esa doble labor ha arrojado muestras de lo peor de la condición humana, a las que hemos asistido con horror. Va más allá de la ideología, hablamos de inhumanidad. De la crueldad desplegada con un político o varios, y con el grueso de la sociedad que ha comprado un caramelo envenenado que no explicita todos sus ingredientes.
La maltrecha democracia española ataca con ferocidad sin igual a quienes amenazan los privilegios de los que siempre han hecho de este país su cortijo. Algunos periodistas lo hemos avisado hasta la extenuación. Otros no, por el contrario, contribuían al deterioro en busca de fines bien definidos que no son informar a los ciudadanos. El 2 de mayo, un colega tan serio y sólido como Enric Juliana, director de la Delegación en Madrid de la Vanguardia, escribía en Twitter: “No sé si tiene mucho sentido discutir sobre si la ultraderecha debe ser aislada. La extrema derecha cuenta en estos momentos con fuertes apoyos mediáticos y eso significa algo. Más bien cabe preguntarse qué debe hacer el espíritu democrático para no acabar aislado en España”. Más cierto no puede ser, ni más espantoso si lo pensamos, que debemos pensarlo.
Asombra al mundo que haya podido arrasar en las elecciones una versión a la española de Donald Trump, con el estandarte de la libertad (para beber cervezas) y unos resultados en salud deplorables y muy parcos en lo económico. No para las grandes empresas que se han visto especialmente favorecidas con su gestión, en los contratos del Zendal sobre todo. Y así será en el futuro. Lo primero que ha hecho Ayuso sin constituirse aún el nuevo gobierno ha sido convocar un concurso para que consultoras privadas gestionen los fondos europeos en Madrid. Empezaba el 5 y acababa el 7, el tiempo justo para presentar el escrito.
Lo que aquí se publicaba mayoritariamente no hacía hincapié en esas realidades, en su gobernar para los ricos y su desprecio a los más desfavorecidos, o en los trágicos sucesos que sus decisiones ocasionaron en los geriátricos. Han vendido a la mujer “liberada, descarada, retadora y arrolladora”, como sigue escribiendo uno de los periódicos españoles con mayor proyección internacional en su análisis posterior. Las tres mujeres, Ayuso, García y Monasterio, en el mismo paquete de donaire femenino.
Para que la estrategia funcionara de forma óptima había que continuar atacando a Pablo Iglesias, con más virulencia si cabe de lo que se ha hecho en su trayectoria. Tras lograr tres diputados más, y haber conseguido sacar en el gobierno de España varias leyes progresistas, decidió en la noche del 4M marcharse de la política institucional, porque, dijo, creía que ya no sumaba. Esa misma noche, un mariachi fue a cantarle a la sede “rata inmundo, animal rastrero” para difundirlo en Twitter y lograr un TT.
Y así fueron saliendo los adalides de la ideología y la deshumanización fascista que siguen a Ayuso y a Vox: futbolistas, cantantes trasnochados, políticos, y esos arietes del periodismo de caverna que no sueltan la pieza aunque la crean abatida. Cazadores presumiendo de su logro con el pie en el cuello de la presa. El presentador del informativo más visto de España insistiendo en sus versiones de la verdad y en la satisfacción por la que ven como una derrota de Iglesias y no de la sociedad a la que venden sus productos mal etiquetados. La verdadera libertad suele molestar a quienes se miran en ese espejo. Y se desparramaron también los envidiosos, los desleales, los mezquinos. Y quienes desde la banda de las cloacas llaman delincuentes a los que no lo son. Y todos tan contentos. Misión cumplida. La oclocracia de los miserables.
Y las plagas que han creado de especímenes humanos dispuestos a despedazar a quienes realmente ni conocen para servir a los intereses de los señoritos Iván que definió Delibes, ojeando y cobrando sus piezas como su Paco el bajo. Votantes de Ayuso en Fuenlabrada y Parla, tradicional círculo rojo, explican a El País que lo han hecho: “Por el ansia de libertad y el miedo a Pablo Iglesias”. Es el mensaje exacto que se ha difundido de forma masiva. Lo decente hubiera sido no vender semejante paquete a potenciales víctimas, pero si lo compran, tampoco se van a privar.
Menos mal que Pablo Iglesias también ha recibido elogios de calidad a su labor. El periodista Javier Valenzuela señalaba –y coincido con él- que “Iglesias ha aportado verdad y valentía a la política española, que ha hablado de cosas de las que nadie hablaba” y “lo ha pagado sufriendo un cruel y sistemático linchamiento político, mediático y judicial”. Al enemigo, ni agua.
El fascismo y su deshumanización están presentes dramáticamente en España. Crispación y odio virulento se extienden desde un lado del tablero, incluso cuando han vencido. Prefieren triturar sin dejar heridos. El Mal con el que insultaba Ayuso a Iglesias, está justo en su grupo de apoyo. Y es muy preocupante y genera cierta desolación. Con el tiempo se aprende a cerrar los grifos de la crispación. Personalmente me limito, estos días, a la ingesta de basura mediática por vía de lectura. El audiovisual es un formato de mayor impacto emocional y prescindir de él en tiempos como estos se hace casi imprescindible.
Insisto, como otros compañeros, que no se ha visto tal acoso a un político, solo por ser de izquierda (moderada en la práctica) y libre. Ahora arrecian contra las mujeres de Unidas Podemos, contra Yolanda Díaz sobre todo, Irene Montero, como siempre, Ione Belarra, también le ha tocado a Lilith Verstrynge. El desprecio, el machismo soez que vomitan en sus tuits y declaraciones numerosos mulos sagrados del sistema muestra ese agujero negro que tanto daño ha causado a nuestra sociedad y durante tanto tiempo.
También enfilan a la yugular de Pedro Sánchez, que es quien tiene en sus manos hacer algo, al menos para aliviar este desastre. Los errores en Madrid llaman a su puerta. Ojala el Sánchez que sabe reinventarse y renacer en los peores momentos vuelva a surgir porque, si no, esto se nos va definitivamente al cuerno. Para él también. Algunos movimientos ya se están viendo dentro del partido, pero quedan los grandes ejes que acometer para salir de este pozo profundo.
No se pueden tolerar más ataques subvencionados con dinero público, porque es así en algunos casos de medios dedicados a manipular. Seguramente la brutalidad que desparraman hacia enemigos políticos tenga algún modo democrático de ser frenada. Habrá de hacer las políticas progresistas y sociales a las que se comprometió. No debió dilatar algunas tanto.
No va a haber más oportunidades. Madrid no es España y España no se ha inundado de la felicidad de los promotores y triunfadores del eslogan. A Ayuso le han votado 1.600.000 personas. Tantas y tan pocas en un país completo. En Catalunya y Euskadi el PP es testimonial. Sánchez gobierna España, que no es Madrid. Mire dónde está su fuerza y su razón. Aviente de una vez la influencia de los jarrones de porcelana donde se guarda tanta mochila indeseable. Los fondos que dirigen algunos medios ya los están echando.
Sabemos que la sucia derecha española ataca de una forma feroz a todo gobierno progresista. Sus trampas han sido especialmente dañinas para la sociedad en el año de pandemias, sin piedad para una ciudadanía dolorida, y las capitaneaba Ayuso, no por casualidad. Pero no cuadra tampoco que justo con un gobierno progresista se esté produciendo esta insana oclocracia, esta dictadura de los miserables. Aún aspiran a más. Toca reinventarse de nuevo y obrar con toda firmeza.