La portada de mañana
Acceder
La guerra entre PSOE y PP bloquea el acuerdo entre el Gobierno y las comunidades
Un año en derrocar a Al Asad: el líder del asalto militar sirio detalla la operación
Opinión - Un tercio de los españoles no entienden lo que leen. Por Rosa María Artal

Felipe y Pedro en el barrio de Salamanca

Hace unos meses dejó el PSOE un militante que había sido candidato a la secretaría del partido por la corriente Izquierda Socialista, José Antonio Pérez Tapias, y hace unos años también lo abandonó otra persona que también fue candidata a la secretaría, Rosa Díez, y que a continuación fundó un partido de reivindicación del nacionalismo español, UPyD.

(Por cierto, que me parece que no está lo bastante señalado como fue el precedente directo del 'Ciudadanos' de Rivera. El de Díez nació desde dentro de Euskadi para combatir el nacionalismo vasco, como cuña de la misma madera utilizada desde la corte madrileña y con el apoyo de El País y sus figuras, Savater, Vargas Llosa y acompañantes. Y el de Rivera nació desde dentro de Catalunya, también como cuña de la misma madera y lanzado desde la corte, para combatir al nacionalismo catalán. Siempre con los mismos apoyos y apoyantes).

El abandono de Pérez Tapias hay que situarlo en esta época concreta de un PSOE después de Zapatero, cuando de la mano de Rubalcaba, que fue siempre la garantía última de una continuidad subterránea del felipismo, la vieja guardia retomó el control del partido. Cuando Felipe González y Juan Luis Cebrián apuestan fuerte por un gobierno de coalición PP/PSOE y por Susana Díaz. Pedro Sánchez intentó entonces conservar su liderazgo personal, y personalista, pero esa carrera sin dirección política acabó con la rendición ante la delicada vajilla de un restaurante. ¿Y dónde podía ser la comida que le ofreciese González a Sánchez? En un restaurante del barrio de Salamanca madrileño, dónde si no.

La comida castiza más que sellar el pacto fue recibir la bendición del patriarca. Pedro Sánchez antes ya había hecho todo lo que tenía que hacer, lo que le mandaron la Casa Real, el Ibex y todas las instancias del estado existente: sostener el gobierno de Rajoy y sus políticas. Sin su sostén habría caído hace años, de modo que todas las políticas de recorte democrático y de saqueo social que hizo y hace ese gobierno sólo fueron posibles por esa complicidad. Y, naturalmente, asintió a la suspensión de la democracia a la población catalana y la represión a la ciudadanía desarmada, al saqueo de sus empresas mediante un decreto exprés que no tenía antecedentes, y a la destrucción de la independencia judicial y su sometimiento como instrumento del gobierno. Ésa es la responsabilidad de este PSOE. Lo que no se puede entender es que únicamente se haya marchado Pérez Tapias de un partido que ha actuado y actúa así.

Desgraciadamente el PSOE siempre tuvo varias almas y épocas distintas, y la política verdaderamente infame que hizo desde hace unos años apoyando a Rajoy y Felipe VI ya tuvo antecedentes en épocas anteriores. No voy a referirme al partido de los GAL, pienso en la colaboración con la Dictadura del general Primo de Rivera y Alfonso XIII.

En aquel momento, probablemente movido por la competición con el mayoritario sindicalismo anarcosindicalista, que en Catalunya impedía totalmente la penetración de la UGT, colaboró con la dictadura del general Primo de Rivera, gobernador militar en Catalunya que decidió tapar la corrupción y la incompetencia del Ejército en el Rif, con un golpe militar auspiciado por el Borbón Alfonso XIII amparado en la disculpa de la violencia sindical y las reivindicaciones catalanistas. Si se ve con la mínima distancia lo ocurrido en los últimos meses, se repasan las medidas de suspensión y represión de las libertades en Catalunya y las actuaciones y el lenguaje del Gobierno y del Rey veremos que las similitudes son abrumadoras. Lo que me extraña es que todavía no haya algún análisis comparativo de historiadores españoles porque para entender este presente hay que conocer ese pasado. Y es evidente que España no consigue salir de su propia y terrible historia. La I y II repúblicas son negadas una y otra vez y asumimos que lo normal es la anormalidad antidemocrática que nos toleran.