No es el feminismo, es la tontería

Cancelar un concierto de C. Tangana por letras sexistas es una muy mala idea. Pero decir que son “las feministas” las que han provocado tal censura es una idea igualmente nefasta. Que dentro de la militancia feminista haya contradicciones, errores, o hasta imbecilidad, no tiene tanto que ver con el feminismo sino con la condición humana.

El ejemplo perfecto lo puso Philip Roth (…).

[Inciso, para quien no lo sepa: Philip Roth, escritor estadounidense fallecido hace no mucho, y conocido entre otras cosas por el rechazo que generaba, en un determinado sector feminista de la academia, su literatura plagada de personajes masculinos misóginos. A saber, que hasta una autora como Virginie Despentes se refiere a él como “un verdadero macho” en las entrevistas. Sí, la misma Despentes que quita hierro a las ideas de otros escritores misóginos y polémicos como Michel Houellebecq. Porque al final todo es una cuestión, creo, de filias y de fobias].

(…) Decía que el ejemplo perfecto lo puso Philip Roth cuando en una entrevista con The Paris Review le preguntaron por “los ataques feministas que había sufrido su obra”, y él zanjó el asunto pidiendo que “no se elevara a eso llamándolo ataque 'feminista'”, pues solo se trataba de gente que había hecho una “lectura estúpida” de su obra. Me acuerdo mucho de esta genial respuesta de Roth cada vez que veo a una compañera —como ha sido el caso de Berta Gómez Santo Tomás, editora de La Fronde, entre otras tantas— siendo atacada y cuestionada por defender el carácter ocioso, ¿y gozoso? de la música de C. Tangana y al mismo tiempo mostrarse militante feminista, como si acaso ambas cosas fueran incompatibles. Feministas de cabecera como Luciana Perker, de hecho, llevan mucho tiempo reflexionando sobre la búsqueda de un “feminismo del goce”. Y en su libro Putita golosa ya se adentró en todos estos planteamientos, tratando de liberar el deseo, buscando “un deseo más justo, equitativo, menos cruento”, porque para ella el feminismo también es potenciar la empatía, con el fin liberarse de las armas juiciosas “del amo”.

De modo que acusar al feminismo de censor por la mala práctica de unas pocas mentes, por un lado, y acusar a las feministas de malas feministas por gozar de la música de C. Tangana, por otro, no dejan de ser dos maneras de deslegitimar (como lo haría “el amo”, sí) una lucha que es mucho más grande e importante de lo que lo son estas polémicas. Venga, hagamos que esto solo sea un bache veraniego y apuntemos un poco más arriba con nuestros dedos revestidos de uñas de gel.