Los seres humanos solemos ser pésimos a la hora de valorar de forma proporcionada y racional los riesgos para nuestra salud y nuestra vida. Así, los sentimientos y los prejuicios hacen que tengamos más miedo y le demos más importancia a determinadas causas de muerte que son más mediáticas e impactantes que a otras que son, objetivamente, mucho más peligrosas. Basta este ejemplo didáctico: Entre un 20 y un 30 % de la población occidental posee algún grado de miedo/preocupación por viajar en avión, mientras que para desplazarse en coche sólo alrededor de un 5 % muestra estos sentimientos.
Las estadísticas son, sin embargo, rotundas. Existen muchísimas más posibilidades de morir en un accidente en coche que en avión: concretamente, en 2013 hubo un accidente por cada 2,4 millones de vuelos. Así, las probabilidades de morir en un accidente de avión son, aproximadamente, de una entre 11 millones. En cambio, las posibilidades de morir en un accidente de coche son de una entre 5.000-7.000 (las cifras varían mucho según el país y el año).
Con el feminismo y la violencia machista ocurre algo similar. Así, por ejemplo, aunque la mayoría de las mujeres sientan miedo por una agresión sexual de un hombre desconocido, lo cierto es que la amplia mayoría de estos ataques provienen de hombres de “confianza” o conocidos (amigos, familiares, del entorno laboral o de ocio...). De hecho, en el 80 % de los casos de agresión sexual el agresor es alguien conocido por la víctima.
¿Y qué ocurre con las muertes de mujeres como consecuencia del machismo? Históricamente, ¿es el asesinato violento de mujeres a manos de hombres la principal causa de muerte que podemos atribuir al machismo? Desde luego que no, pero son impactantes, mediáticas y muy fáciles de contabilizar. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja: el machismo ha estado y sigue estando implicado, de forma directa o indirecta, en muchas muertes silenciosas de mujeres, por el hecho de ser mujeres. La cuestión es que estas muertes no son ni mediáticas, ni fáciles de contabilizar. Suelen quedar ocultas salvo para los expertos y para aquellos que deciden adentrarse un poco más allá de la superficie del complejo fenómeno del machismo.
La aplastante realidad es que las muertes de mujeres por asesinatos violentos son solo la punta más visible del iceberg del machismo. Un machismo que infiltra todos o casi todos los ámbitos de la sociedad incluyendo, por supuesto, a la medicina. Como explicaba en El machismo oculto en medicina, la investigación biomédica se ha centrado de forma descaradamente preferencial hacia el hombre, que era considerado el modelo “perfecto” e “ideal”. Se trata de un fenómeno extensamente documentado cuyas consecuencias se vislumbran con más o menos claridad en multitud de especialidades médicas. Sin embargo, si existe algún ejemplo especialmente paradigmático y llamativo de los efectos del machismo en la salud y la vida de las mujeres es en el infarto al corazón.
El infarto cardíaco es la principal causa de muerte en las sociedades occidentales desde hace muchas décadas. Históricamente, la investigación médica del diagnóstico y tratamiento del ataque al corazón había sido realizado en hombres, por hombres y para hombres. ¿El resultado? En Estados Unidos partir del año 1980, los avances en el ámbito de la cardiología lograron reducir año a año las muertes por infarto. El pequeño gran detalle es que mientras las muertes por esta causa disminuían considerablemente en hombres, las mujeres, lejos de morir menos por esta causa, morían más y más en proporción.
¿Por qué ocurría eso? Muy sencillo, porque los síntomas y signos que las mujeres experimentan al sufrir un infarto cardíaco suelen ser diferentes a aquellos que sufren los hombres. ¿Qué ocurre cuando históricamente la medicina se ha centrado en el diagnóstico y tratamiento de la población masculina? Pues que mujeres que no muestran los síntomas típicos del hombre no son correctamente diagnosticadas ni tratadas, así que por eso su mortalidad aumentaba pese a los avances en estos campos. Es lo que la doctora Bernadine Healy denominó como el síndrome de Yentl en la revista médica The New England Medical Journal en el año 1991.
Afortunadamente para todas las aquí presentes, Bernadine Healy se convirtió en la primera mujer directora de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, que destinan ingentes cantidades de dinero en la investigación de enfermedades y sus tratamientos. Con mucha polémica, la Dra. Healy creó la Iniciativa por la Salud de las Mujeres, con el objetivo de centrar ciertas investigaciones médicas en mujeres y compensar siglos de discriminación machista. Uno de los estudios más importantes financiados fue el gran estudio Wise que se centraba en la evaluación del infarto cardíaco en mujeres, dirigido por la doctora Noel Bairey Merz.
Los conocimientos adquiridos gracias a este y otros estudios sobre qué ocurría en mujeres cuando sufrían un infarto y diversas campañas de concienciación médica tuvieron pronto sus resultados: A partir del año 2000 en Estados Unidos, las muertes por enfermedades cardiovasculares disminuyeron considerablemente, por fin, en mujeres (decenas de miles de muertes menos), hasta el punto de que prácticamente se igualaron a los hombres a partir de año 2011. Se trata de 20 años de retraso desde que la medicina consiguió disminuir la mortalidad por infarto cardíaco en hombres hasta que tal logro se consiguió en mujeres. Aunque estas tendencias se dan en EE.UU, los conocimientos difundidos entre la comunidad médica internacional también han llevado a un mejor pronóstico de las mujeres que sufren ataques al corazón en todo el mundo.
El machismo no sólo provoca asesinatos violentos de mujeres, también ha llevado a la muerte de millones de mujeres que podían haberse salvado si la medicina hubiera contado con los mismos conocimientos y atención que destinaba a la población masculina. Por suerte, la discriminación hacia el sexo femenino en la investigación médica se está combatiendo con más fuerza en los últimos años. Aun así, es importante que seamos conscientes de cómo acciones feministas médicas pueden salvar más vidas que cualquier política estándar de violencia de género. Conocemos muy bien el número de mujeres muertas por la violencia machista, pero ¿cuántas mujeres han muerto porque la medicina se ha centrado históricamente en el hombre?
Para saber más:
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