Entre la fiesta y la siesta

Antes de despertar a la dura realidad tachuelada de primas de riesgo y rescates, el kiosco diestro alarga el ensueño del imperio futbolero en el que no se pone el sol. A la cabeza de la comitiva, ABC, que proclama en primera “La fiesta de España”, convertida en el interior en orgía en rojo y gualda.

No hay columnero del vetusto que quede sin ofrecer sus preces en forma de alegoría. “Esta selección victoriosa, excelsa, competitiva e invencible se ha convertido en el símbolo aspiracional de una España venida a menos que trata de reconocerse en los valores que ha perdido”, se desgañita Ignacio Camacho.

A unos centímetros, Tomás Cuesta sube la puja: “La identificación mediante signos nacionales no es una ceremonia para tiempos de batalla. Es una condición para que la sociedad fluya, a través de sus símbolos, sin necesidad de dar una y otra vez de bruces contra la tragedia. Elemental. La afición se descubrió patria. Sigue haciéndolo”. ¿Nacionalismo? ¡Quia! Eso es lo de los otros. more

En el papel de pinchaglobos, Hermann Tertsch dice que sí, que todo muy bonito, pero demasiado efímero. Esas banderas que lo emborrachan de fervor pronto dejarán su espacio a otras que le provocan erisipela: “Una bandera que jamás sacan los partidos de izquierdas ni los sindicatos en sus manifestaciones. Pese a estar definitiva e inequívocamente identificada con las victorias de nuestra democracia. Ellos siguen prefiriendo una bandera vinculada a nuestro peor pasado y al tormento de una derrota”.

Y para que no se diga que no se sabe estar al plato y a las tajadas, la doble página de opinión se ilustra con una viñeta de Puebla a modo de presunto homenaje a la Valencia que arde con sordina. Juzguen si parece más bien una ofensa.

Víctima de su propia creatividad anterior, la portada de La Razón se queda entre el sí es y el no es. “Euforia española”, titula al ralentí antes de regalarnos las jacarandosas conclusiones de su chiringuito demoscópico. Anoten, a ver si están en la media. “La mayoría cree que la victoria beneficiará a la economía?”, “El 80,6% cree que nos dará más prestigio en el exterior”. Aunque, sin duda, la mejor es esta: “El 65,7% afirma que ha mejorado su ánimo”. Como rúbrica, el consabido editorial sobre el ejmplo a seguir y bla, bla, bla: “Si antes España sólo salía a la palestra internacional a competir dignamente, desde hace algún tiempo sólo sale a ganar. Es ese espíritu ganador el que celebramos millones de españoles en torno a la Selección nacional. Y es ese mismo espíritu el que debería impulsar la ardua batalla para salir de la crisis económica, crear empleo y devolver la autoestima a una nación que tiene el mejor espejo en el que mirarse”.

Después de eso y de algunos entrecomillados que vendrán más adelante, es inevitable preguntarse en qué galaxia vivirá Victoria Prego, que arrancaba tal que así su sesudo análisis en El Mundo: “Esta vez parece que no estamos cayendo en la tonta tentación de dar una interpretación política de largo alcance a lo que no ha sido más que una gran gesta deportiva”.

No, claro que no. Por eso, un par de páginas más allá su convecino pedrojotiano Salvador Sostres nos suelta esta perorata: “La importancia de los hechos se mide por el poder de las metáforas que a partir de ellos proyectamos. Por ello, la información sobre la victoria del domingo aparece en las páginas políticas del periódico. Que la victoria de la selección sirva para que España aprenda a alzarse y a ganar, a confiar en el talento y a no enredarse en lamentos perdedores y en excusas estériles que sólo multiplican la impotencia”.

Modosita y contenida, La Gaceta reduce la presencia de los fastos en su primera a una tierna imagen de las nietas del rey mirando la copa y preguntándose “¿Qué hay aquí dentro?” Luego, para sorpresa de propios y extraños, ni el editorial ni los opinateros glosan la hazaña. Tal tarea se deja a los reporteros que narran el recibimiento de los héroes.

¿Héroes? Bueno, todos, menos uno, ese tal Xavi, que jugará muy bien pero nos ha salido rana: “No resultó extraño observar a barcelonistas como Pedro o Iniesta gritando 'Viva España' o a tipos como Llorente, Cesc o Piqué abrazados entonando junto al resto el 'Yo soy español, español, español'. Entre tanto delirio español chirrió un poco un gesto de Xavi que desveló ayer Punto Pelota. El medio catalán, aparentemente fatigado y de los más fríos en la celebración, se deshizo de forma brusca de un gorro español que le había puesto Pedro en la cabeza”. ¡A la hoguera!