Hace ahora dos años que vengo escribiendo aquí cada semana y si repaso mis primeras colaboraciones veo que tratan ya de la descomposición del sistema político nacido de la Transición. Si eso fuese así, ¿cómo será visto el final de esta etapa histórica? ¿Ya ha ocurrido y lo que vemos por encima de nosotros es un baile de espectros? Si no ha ocurrido entonces faltará poco, ¿cómo será?, ¿qué ocurrirá? ¿Bastará el final de este Gobierno para una crisis profunda del sistema?
El futuro inmediato es impredecible, la situación no le habría resultado tan opresiva a la población si no fuese por los apuros económicos que padece, si todo continuase como hasta entonces y no hubiese llegado la crisis financiera. Sin verse sometida la economía española a las obligaciones impuestas por los mercados, con el consiguiente desplome del sector inmobiliario, probablemente el segundo Gobierno de Zapatero habría cedido el paso a otro Gobierno presidido por Rubalcaba. Pero eso no fue así y el electorado le dio el Gobierno al PP. Sin embargo, hoy como entonces la economía española sigue sometida a los mercados financieros, gobernados por sus dueños que principalmente anidan en Wall Street. Excepto ellos, nadie conoce el futuro económico inmediato y sus consecuencias sociales y políticas. Puede ocurrirnos cualquier cosa.
¿Qué está ocurriendo? La insistencia catalana en su difícil proceso, el asunto ébola, las tarjetas de Caja Madrid… No retratan desgobierno, retratan un vacío político clamoroso. La opinión pública sabe absolutamente que el PP es un partido levantado sobre la corrupción, otra cosa es que le parezca bien o mal. Aunque el coste para un país de aceptar la inmoralidad ostentosa es considerable. Cada día se constata que no hay presidente de Gobierno, no hay Gobierno, no hay Ministerio de Sanidad, no hay control sobre las entidades financieras, no hay solución política a una demanda democrática… El panorama político son minas y ruinas, un cruce de ideología ciega con toneladas de incompetencia y todo ello presidido por un sillón vacío. Se trata de un Gobierno vacío. Que aplica medidas políticas de derecha radical pero está vacío de orientación. Sabe muy bien lo que quiere para favorecer a sus clientes, a sus intereses ideológicos y económicos particulares, pero carece de un proyecto de país. Al contrario, lo ha llevado a una situación desastrosa.
El otro partido que se quiere alternativa, o sea sostén del sistema, no ofrece mucho más contenido político En un momento de completa crisis del modelo económico, social y político en vez de ofrecer una nueva propuesta se remite a los gobiernos socialistas de los años ochenta y noventa. A lo que se le suma de forma decisiva que para la opinión pública también sigue apareciendo cada día con casos de corrupción.
Salga la cosa como salga y tarde más o menos la escenografía del bipartidismo tal como sale en los medios de comunicación solamente acoge a malos actores y actrices de voz impostada. Pero la obra que interpretan solo es gestos y palabrería, carece de argumento, no va a ningún lado. Y ya es pasado.