Se han cumplido ahora 25 años de la operación judicial en Italia conocida como Manos Limpias o Tangentopoli de desmantelamiento de numerosas redes de corrupción del país con mayor podredumbre entonces de la Comunidad Europa. En febrero de 1992 un grupo de jueces tomaron la iniciativa de depurar lo que era vox populi y que, pese a ello, al ponerse la luz la población quedó impactada de tanta merda. Antoni de Pietro y otros magistrados fueron unos valientes ejercientes de su responsabilidad.
Hoy es España con diferencia el país con mayor grado de corrupción de la UE. La Marca España es esa. No se trata de casos aislados sino de muy abundantes tramas organizadas. Sin perjuicio de la existencia de focos como Andalucía y Cataluña referidos a otros partidos como PSOE o la antigua Convergencia de Cataluña, quien ha venido actuando a nivel elevado de entramado delictivo es el PP. Constituye por su funcionamiento estatal y a nivel de varias regiones una organización criminal.
Una obsesión de este partido ha sido (el maestro fue Trillo-Figueroa) controlar las instituciones de control, desactivando los elementos que pudieran ser obstáculo en sus pretensiones. Unas de carácter político (retroceso de derechos fundamentales, sobre todo de carácter social) y otras referidas a que no se cortase su maridaje y progresivo amancebamiento sumiso con el verdadero poder: el económico financiero. Son muy interesantes las reflexiones contenidas en el excelente libro del catedrático Jiménez Asensio: Los frenos del poder y su sugerente epílogo: ¿España, un país sin frenos?
A la sombra del funcionamiento esencialmente corrupto del PP como organización, dada la general impunidad, empezaron a surgir hace tiempo muy diversos golfos que construían tramas de funcionamiento enfangados. En algunos casos, daban algo al partido, y así conseguían protección y en otros casos, se lo llevaban todo. Y esta es la razón por la que a los primeros (Pedro Antonio Sánchez de Murcia, Rita Barberá, etc.) les protege el partido y a otros, los segundos, (Granados o González, etc.) les deja caer.
Junto a ellos están los corruptores, prácticamente todos pero especialmente los grandes (que están en la mente de todos), son inmunes contemplando todo desde un palco de teatro. Pero a pesar del gran control por el PP del mundo de la Administración de justicia en sus piezas claves y el fomento de un sistema judicial netamente conservador en su mentalidad (desde el sistema selectivo), se le escaparon o sobreviven elementos no domesticados en la judicatura y en la fiscalía.
Durante mucho tiempo numerosos actores del mundo judicial han sido bastante remisos a ejercer su misión imparcial al tener que enjuiciar a los poderosos. El enfrentarse al poder era y es siempre un elemento peligroso. Pero la sobreabundancia y saturación de políticos corruptos ha llegado a unos niveles donde las costuras están estallando. Siempre ha habido jueces con personalidad pero algunos de ellos llegaban a tirar la toalla o ser maniatados.
Algunos serían apartados judicialmente (Baltasar Garzón), otros “comprados” a través de cargos internacionales -jueces de enlace- con elevadas retribuciones (desde García Castellón a Gómez-Bermúdez), otros apartados de la A. Nacional (Pablo Ruz), otros asfixiados sin recibir refuerzo y amparo (el propio Eloy Velasco) buscando su marcha u otros que inmensamente decepcionados por el sistema se fueron de su actividad judicial (Santiago Torres). Otros resisten. Hay muchos más nombres, pero es momento de reconocer a aquellos que desde sus juzgados como el juez Castro (un auténtico héroe) y otros, especialmente en la Audiencia Nacional, están comprometidos con el ejercicio de su deber de no doblegarse. Siempre me gusta recordar al maestro administrativista García de Enterría con su viejo libro “La lucha contra las inmunidades del poder”.
En la fiscalía sucede parecido, frente a una mayoría acomodaticia que tiene interiorizado el principio de dependencia como si fuesen cabos chusqueros que solo tienen obediencia, otros asumen con valentía priorizar el principio de autonomía y anteponer sus funciones de defensa de la legalidad y del interés público a obedecer de forma ciega a un jefe maleable por el poder.
Hace poco reflexionaba aquí cómo el Ministerio de Justicia absorbe al Ministerio Fiscal, recordando que los otros dos fiscales generales que ha tenido Rajoy fueron bastante leales al gobierno. Pero a este no les bastaba. El PP apretó al máximo exigiendo una total sumisión. No basta que sean conservadores. Obediencia total y que no se formularan reparos jurídicos o éticos para ser un muñeco del gobierno, pretensión evidente.
Así llegó a Fiscal General José Manuel Mazas. Y de las primeras cosas que hizo fue aceptar sin problema los nombres que le dio el gobierno de piezas claves. Particularmente el Fiscal Anticorrupción, Manuel Moix. Que tres meses de ello, el propio Ignacio González se refiriese a su posible y deseable (para él) nombramiento, es muy revelador. Y que eso fuese en una conversación con alguien de triste memoria como Eduardo Zaplana no es casualidad. Además, siempre fue este personaje un hombre que buceaba muy bien en aguas infectas por lo que hasta en eso aparece ahora como socio de Ignacio González.
El designado fiscal Anticorrupción, como candidato, era el único de los seis aspirantes que no tenía experiencia en la lucha anticorrupción. Pero es que en apenas dos meses ha revelado una incapacidad absoluta para ejercer tal función. No es que tenga servilismo. Es peor. Es alguien que antepone sin ninguna barrera ni recato su identificación con un partido político, el PP a sus deberes como fiscal. Se puede tener una orientación ideológica política conservadora o progresista, pero tanta querencia partidaria es muy difícil de encontrar.
Su carrera y actuaciones anteriores están llenas de antecedentes de favores al Partido Popular Esperanza Aguirre, Rodrigo Rato, etc.). Me gustaría que se quitara la toga y se presentase a las elecciones por ese partido. Sería más honesto. Pero no, a este le interesa mover sus peones que tiene ya colocados en la Administración de Justicia porque le son más útiles y estos se dejan.
El descrédito del fiscal pro corrupción en los ámbitos jurídicos es enorme. Dejo a un lado los políticos y mediáticos, pero en el ámbito de la justicia donde yo trabajo y estoy involucrado, su imagen ya está triturada. No. No son errores sino decisiones deliberadas a sabiendas. Desde la protección al Presidente de Murcia o ahora cesando a los fiscales anticorrupción de Barcelona (para impedir otra desautorización) y, sobre todo la actuación en la trama de Ignacio González y compañía, son vergonzantes actuaciones.
Está desprestigiado para continuar por razones jurídicas y éticas. Pero también porque no puede aguantar ni un minuto más su desautorización abrumadora por sus fiscales sobre los que manda. Después de dar esa orden para retrasar el registro de los despachos de Ignacio González (a pesar de que a este ya le había llegado “el soplo” por vía de una “magistrada” (sic) y de un miembro del gobierno. Además, pretendiendo y ordenando a sus fiscales, excluir la acusación de “organización criminal”.
La reacción de dos fiscales (estos si, de verdad, anticorrupción) con nombre y apellidos, de pedir que le trasmitiesen por escrito esas órdenes y tras ello, solicitar que se pronunciase la Junta de Fiscales Anticorrupción era un derecho y un deber que otros no hubieran ejercido. Pero ellos sí tuvieron el coraje y allí, la propuesta del Fiscal pro Corrupción solo tuvo un voto favorable y, en cambio, 22 en contra.
La desautorización contundente de sus subordinados es otra razón más que le deslegitima para seguir al frente de esa Fiscalía. Pero son sobre todo razones éticas las que le deben llevar a una renuncia. El descrédito social y jurídico también están presentes.
El Partido Popular no solo es un partido muy corrupto sino que ha maquinado muchísimo para tapar su podredumbre. Para ello no ha tenido reparos en hacer saltar las costuras y convertir las instituciones del Estado de Derecho en juguetes a su servicio.
Ese forzar ya todo por el PP sin límites, con total descaro, amparando de una manera muy grosera la corrupción, está empezando a producirle efectos negativos. Que algunos profesionales de la Justicia se sientan ya indignados está generando a estos el coraje y la valentía de una parte muy concreta de la judicatura y fiscalía para reaccionar frente a esta muy grave involución. Y esto puede generar un efecto contagio o expansivo en otros compañeros que se han movido entre la prudencia y el temor reverencial al poder.
Gracias a quienes ayudan a mantener la lucha de otros que desde instancias los que luchamos por la democracia y estamos indignados por la deriva totalitaria de control de las instituciones de lo que debería ser un Estado de Derecho. Por ello, en nombre de éste, hay que decir: no al Fiscal Pro Corrupción.