La fiscalidad inocua
Parece que a este Gobierno le gusta mucho jugar con los impuestos y subirlos.
En el Ministerio de Hacienda se cuece una nueva reforma fiscal que, a falta de concretarse, irá dirigida a las ganancias obtenidas por la venta de acciones o participaciones de fondos de inversión que se hayan generado en un periodo inferior a un año. De este modo, a partir de 2013 dichas ganancias pasarían a integrarse en la parte general del IRPF, de tal manera que tributarían al tipo marginal que tenga cada contribuyente en función de sus ingresos, pudiendo llegar al 56%, dependiendo de la comunidad autónoma de residencia.
Según la versión oficial, el objetivo es evitar la especulación, pero a nadie se le escapa que las previsiones de recaudación del Gobierno no se están cumpliendo, pese a las sucesivas subidas de impuestos. Especulación o recaudación ¿Cuál de las dos parece más creíble?
Pues veamos:
En principio, la subida del tipo impositivo a dichas ganancias, cuando se obtienen en menos de un año, desincentiva al inversor a la hora de operar en el corto plazo, lo cual efectivamente perjudicaría los movimientos especulativos. El problema es que la gran mayoría de dichas operaciones no las realizan inversores particulares, que es a quienes se aplica la subida, sino que las llevan a cabo fondos de inversión, fondos de pensiones, inversores extranjeros, grandes empresas y SICAVs, que no se ven afectados puesto que no tributan en el IRPF.
Por otro lado, la especulación utiliza también otros activos financieros, como los títulos de deuda pública y privada o los derivados (opciones, futuros, swaps, warrants). Por poner un ejemplo de cómo se puede especular sobre una acción sin tener que operar con ella, hablemos de Bankia. ¿Les suena?
Los 23.500 millones de euros para Bankia nos cuestan a todos la subida del IVA, la del IRPF y la de otros impuestos, la necesidad del Tesoro Público de emitir más deuda y el empeoramiento de nuestro sistema sanitario. A los funcionarios, la bajada de sus sueldos. A nuestros niños y jóvenes, el empobrecimiento de la calidad de nuestra enseñanza pública y, en consecuencia, sus oportunidades de futuro. A los accionistas, la evaporación de parte de sus ahorros. La lista puede que continúe, si las previsiones de recaudación fiscal siguen sin cumplirse.
Parece que todos perdemos con el caso Bankia. ¿Todos? No. Unos pocos e irreductibles inversores han hecho caja durante este tiempo. ¿Cómo, si la cotización de Bankia ha caído en el último año desde un máximo de 3,76 euros a un mínimo de 0,48 euros por acción (-87%)? Muy sencillo, apostando por la caída de su cotización a través del mercado de derivados (opciones, futuros, warrants, etc). También han ganado aquellos que desde esos 0,48 euros por acción, hayan operado con esos mismos instrumentos financieros, esta vez apostando al alza, ya que desde ese mínimo, Bankia cotiza hoy sobre los 1,40 euros por acción (+291%). Mientras cientos de miles de pequeños accionistas se sienten estafados, unos pocos se lucran, sin necesidad de comprar una sola acción de Bankia. Pocos de los ganadores en ese juego son gente como ustedes o como yo.
Por lo tanto, el efecto sobre el conjunto de los mercados será imperceptible. El cáncer (especulativo) no se cura con aspirinas. Si de verdad se quisiera atacar esta especulación generadora de volatilidad, las medidas habría que dirigirlas a estos inversores “institucionales”, que son los que de verdad mueven las cotizaciones.
Resumiendo, la especulación continuará, pero como coto reservado para los “grandes”, que son los que saben.
La versión oficiosa del cambio fiscal pasaría por pensar que la subida del tipo impositivo a estas ganancias busca únicamente incrementar la recaudación, pero el efecto esperado de dicha subida quedará probablemente neutralizado por la disminución del número de operaciones.
Si este cambio no parece servir para nada, y esto es algo que los técnicos de la Agencia Tributaria saben de sobra, ¿para qué se hace? Solo me queda pensar que el objetivo es buscar un titular: “El Gobierno lucha contra la especulación”.
Mucho mejor si lo comparamos con el que nos dio otra medida recaudatoria igualmente ineficaz, pero infinitamente más injusta: “El Gobierno concede una Amnistía Fiscal a los defraudadores”.
¿Para cuándo una reforma fiscal de verdad, que exija más a los que más tienen y deje de asfixiar al español de a pie? Si Francia ha podido, nosotros también. Lo importante es querer.