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Los fiscalitos cobardes

Escudo de España en la fachada del edificio del Tribunal Supremo, en Madrid a 29 de noviembre de 2019.
1 de agosto de 2020 21:17 h

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“Yo tengo dos formas distintas de ser: es la mejor protección contra el error”

Stendhal 

Los que pillamos algún perro viejo en las redacciones aún escuchamos como un martillo pilón interno la más repetida frase con la que un redactor-jefe podía perseguirte: “Sigue esa historia”. Las historias se seguían. Cuando comenzabas a informar de algo lo hacías hasta que ese asunto concluía y tenías a gala que no se te escapara ninguna novedad, cambio o alteración del estado de las cosas. Era la única forma de que el público tuviera la posibilidad de aproximarse contigo a la verdad de las cosas. Un tema se empezaba y se acababa, porque un tema no siempre es como la primera vez aparece. 

Por ese motivo voy a contarles hoy algo que muy probablemente no leerán en otro sitio. Uno de esos casos en los que se cuentan las cosas que interesan y no las que resultan, porque la agitación que se buscaba, los titulares, la presión, ya se produjo y el desenlace no mola. Me refiero a la batalla surgida en torno al informe fiscal sobre la admisión o no a trámite de las 36 denuncias y las 15 querellas presentadas en el Tribunal Supremo contra miembros del Gobierno por la gestión de la pandemia. Les conté en "El espacio de batalla" que había fiscales conservadores que tenían muchas ganas de meter cuchara donde no les correspondía, probablemente para dar unos cuantos misiles dialécticos y propagandísticos a las huestes por las que apuestan. Operación tirar al gobierno, ya saben. 

Primero unos cuantos anónimos fiscales del Tribunal Supremo le susurraron al oído a los periodistas ávidos su exigencia de que se sometiera a una Junta de Fiscales de Sala -que no tiene ninguna competencia para ello- el informe sobre si hay que admitir a trámite o no las querellas contra el gobierno. Después, porque la conservadora Asociación de Fiscales dirigió sendas cartas abiertas a la fiscal general del Estado y al teniente fiscal del Tribunal Supremo, que se proporcionaron a la prensa, para poner en duda la forma en la que se iban a despachar esas concretas querellas y la efectiva abstención de Dolores Delgado. Más allá de darle cera a su sempiterno objetivo, también arremetieron contra el segundo en la jerarquía de la Fiscalía, el teniente fiscal del Tribunal Supremo, Luis Navajas, que viene encargándose desde tiempos de Madrigal del despacho de todas las querellas contra el Gobierno, los líderes políticos, magistrados y fiscales. Como ellos mismos decían “es firme propósito de la Asociación de Fiscales no sucumbir al desaliento ” así que por segunda vez en un mes volvían a cuestionar la tarea de ambos y le pedían al bueno de Navajas, al que le queda un tris para jubilarse y cuya solidez técnica nadie cuestiona, que les diera cuenta a ellos, a la asociación mayoritaria, de cómo había repartido ese trabajo, a quién, y le insistía para que convocara la famosa junta de Fiscales para decidir asambleariamente qué había que hacer con esos informes que atañen al Gobierno. 

Así las cosas, esta semana se ha reunido el Consejo Fiscal, este sí el órgano de representación democrática de la carrera fiscal, en el que se trataron muchos asuntos que ahora no vienen al caso, pero en el que acabó quedando patente el cabreo que Luis Navajas lleva por esta insolente puesta en duda de su trabajo profesional. Él, que fue nombrado para el puesto con el respaldo de los seis vocales de esa conservadora Asociación de Fiscales; él, que ha sido fiscal general del Estado en funciones en cuatro ocasiones; él, que siendo de Granada debe llevar regular que le toquen las narices en la prensa e insinúen que no va a hacer su trabajo como siempre. Así que Navajas se levantó y habló. Navajas, muy digno, dejó claro ante los ojos de los vocales de la asociación conservadora que le pone en tela de juicio que no sólo lo que exige la Asociación de Fiscales no es conforme a la norma, sino que jamás se ha hecho como ellos exigen y han gritado en los periódicos que debe hacerse. “No haré nunca nada que no pueda explicar”. Les recordó que fue Consuelo Madrigal la que decidió que fuera él el que se encargara de todos los informes sobre miembros del Gobierno, aunque ahora Madrigal, que habita el Valle de los Fiscales Caídos, sea una de las que desearía meter baza en unas querellas que pueden poner en aprietos a un gobierno que ya nos dijo que no es el de sus amores. Unas querellas que podían dar munición a la derechita cobarde y no tan cobarde para hacerse la campaña de otoño. 

Desde las sombras todo es fácil, pero lo más curioso es que los miembros presentes de la Asociación de Fiscales se hicieron los suecos, en el sentido de que no mostraron ni se opusieron a nada de lo que Navajas dijo ni, por supuesto, a nada de lo que Dolores Delgado dijo después. La fiscal general fue dura. La fiscal general les dejó claro a los fiscalitos cobardes que el juego está perfectamente detectado y que “la publicación de informaciones deliberadamente falsas, en no pocas ocasiones animada por finalidades espurias constituye una herramienta eficaz para socavar el buen nombre de las instituciones y la honorabilidad de quienes las integran”, en clara relación a las intenciones que han llevado a la conservadora y mayoritaria asociación de fiscales a enviar dos cartas abiertas a la prensa para intentar presionar y forzar que sus gentes pudieran meter baza en las querellas contra el gobierno. 

Volvió a explicarles Delgado los motivos legales por los que es mentira que haya que reunir junta o asamblea alguna para cumplir el trámite en las querellas contra el gobierno -sin que ninguno de los conservadores presentes lo refutara allí o siquiera lo debatiera- y les afeó “las ocultas razones” que habían llevado a la Asociación de Fiscales a cuestionar la trayectoria ejemplar de Navajas o a dudar de su propia abstención o del buen criterio del fiscal jefe de la Secretaría General Técnica. 

Nadie dijo nada. Todos mudos, aunque su asociación se había empleado a base de la prensa. Todos callados cuando Delgado les dejó claro que se ha entrevistado con todos los fiscales de Sala del Supremo, esos que susurran a los periodistas, y ni uno solo le había planteado a la cara lo que han decidido que griten los titulares de los diarios afines. 

No llevaba razón Loquillo, estos son muchos, pero parecen cobardes.

A esto se llama seguir una historia.

Porque cuando lo que se grita en cartas a la prensa no se sostiene en los órganos previstos para ello, entonces las declaraciones se usan para una guerra que es política y de la que estaría bien que las asociaciones judiciales y fiscales se apartaran de una vez.

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