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Forges, el humorista que conquistó los corazones y las neveras de España

Cientos de miles de viñetas, millones de sonrisas son su herencia. Forges, Antonio Fraguas, es el humorista de guardia de los hogares españoles, sus viñetas saltaron muy pronto de las páginas de los periódicos a los corchos de las oficinas y las neveras de las casas. Sus personajes se convirtieron así en compañeros de nuestra vida cotidiana. Estaban entre nosotros, nos recordaban con su ternura sencilla que la vida complicada casi nunca es la más feliz.

Más de cincuenta años dibujando nuestras vidas, haciendo crónica de los asuntos domésticos, pero también de los otros, de las guerras y los desastres, de la corrupción y los abusos del poder. Él lo envolvía todo en la ternura de sus personajes, en la escueta complicidad de sus textos, pero el mensaje era muchas veces demoledor y descarnado. Inventaba palabras, tachaba algunas, dejaba volar nuestra imaginación con unos puntos suspensivos, pero siempre, hasta en las viñetas más duras, conseguía la complicidad de nuestra sonrisa.

Tuve mucha suerte, conocí a Forges hace muchos años, cuando yo era un estudiante de periodismo que se inventaba historias para escaquearse de las clases y trabajar en el Ya y él, desde su tribuna de Diario16 impartía un doctorado diario del humor, muy político en esos agitados días de la Transición. Me empeñé en invitarle a una entrevista en directo en la Universidad, pensé que no me haría caso, pero vino. Era 1979 y estaban a punto de celebrarse las primeras elecciones municipales en democracia tras la muerte de Franco y el final de la dictadura. En un salón de actos abarrotado dibujó en una gran cartulina su personal mensaje electoral, un Vota Concha for Alcalde con rotundo trazo de rotulador negro. Ahora esto de las elecciones nos parece normal y hasta aburrido, les aseguro que entonces a casi todos nos emocionaba la sola posibilidad de votar en libertad.

Años después él trabajaba ya en El Mundo y yo en El País y se me hacía raro no estar juntos en el mismo periódico. Pero como la vida es desconcertante, justo en el mismo mes de 1995 en el que él se mudó a la redacción de Miguel Yuste (El País) yo me trasladé a la de Pradillo (El Mundo). Nos cruzamos de nuevo y la verdad es que no volvimos a encontrarnos hasta que en el Congreso de Periodismo de Huesca, en 2004, se entregó el primer premio Blasillo al ingenio en Internet. Detrás de un honor al ingenio y con ese nombre no podía estar otro que Forges. Ese premio se convirtió, de la mano de Fernando García Mongay, director del Congreso, en un clásico de la Red en España y Forges conectó tanto con Huesca que su Blasillo preside una de las numerosas rotondas que existen en la ciudad.

Y sí, al final en 2010 tuve por fin la suerte de trabajar junto a Forges en el mismo periódico. Yo regresé a El País y él ya formaba parte de la historia del diario. Sus viñetas estaban cosidas a las páginas del periódico con el hilo de acero de la fidelidad y el cariño de sus lectores. Nada ni nadie podía romper ya ese vínculo. Incluso enfermo, en los últimos meses, Forges cumplió con la obligación y el placer diario de comunicarse con ellos. Antonio, desde hoy empezaremos todos a echarte de menos.