La fragilidad de las bibliotecas
El señor Nikola Koljevic amaba a Shakespeare y lo citaba de memoria, en inglés. Era profesor de Poesía y Crítica de la Universidad de Sarajevo. Sus alumnos lo adoraban. Había visitado cientos de veces la Biblioteca Nacional de Sarajevo, amaba sus libros. Pero en 1992, convertido en el segundo al mando del ultranacionalista Radovan Karadzic, ordenó destruirla.
De la sangrienta guerra de los Balcanes nos quedan relatos sobre masacres e incredulidad. En medio del horror sufrido, quizás una biblioteca en llamas no deba doler tanto. Pero desde que escuché esta historia, su incongruencia se quedó conmigo. Me dijeron que era porque el edificio, levantado durante el Imperio Austrohúngaro y terminado en 1894, tenía trazos árabes y orientales. No es una historia traumática como el relato de las masacres, pero cada vez que alguien lo vuelve a contar, vuelvo a quedar confundida. ¿Cómo un hombre que amaba los libros ordena destruir una biblioteca? ¿Porque se 'veía' impura? ¿Porque recordaba que Sarajevo era una ciudad donde convivían bosnios musulmanes y croatas católicos? Sea como sea, entre el 24 y el 25 de agosto de 1992, las milicias serbias dispararon proyectiles sobre la biblioteca, cuyas ruinas ardieron durante tres días.
Se perdieron cientos de miles de volúmenes. Entre ellos, más de 700 incunables: libros impresos durante el siglo XV hasta antes del día de Pascua de 1501. Había textos bosnios únicos. Ejemplares de diarios. Archivos históricos. Manuscritos de los periodos otomano y austrohúngaro. Más de 155000 rarezas bibliográficas. Colecciones de la Universidad de Sarajevo.
No fue la última biblioteca en arder.
Un día sustituyeron los cilindros de arcilla por tablillas. El pergamino suplantó al papiro. Vivimos en un mundo donde nos advierten que pronto, pronto, la pantalla relevará al papel. ¿Qué va a pasar con las bibliotecas? ¿Las abandonaremos? Creo que no, aunque cambie la forma en la que se guarda la información, aunque el modo de leer sea diferente, la lectura no desaparece.
Ahora parece que las bibliotecas están en la punta de nuestros dedos, con bibliotecas y archivos digitales por toda la red. ¡Una fiesta para los investigadores! Libros en dominio público, documentos antiquísimos… Decenas de bibliotecas en diferentes países, para visitar en cuestión de horas. Pero nuestro mundo de conocimiento no está a salvo. El fuego no acabará con estos archivos, la obsolescencia de los formatos lo hará. ¿Imaginan un mundo donde no se puedan abrir los PDF? ¿Hace cuánto no pueden abrir un formato .TIIF? Este es un mundo frágil, donde ya no conseguimos abrir documentos de la primera versión de Word que algún día usamos.
Hoy, 24 de octubre, se celebra el#DíaInternacionaldelasBibliotecas. La idea fue de la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, que comenzó a celebrar este día en 1997, en recuerdo de aquella biblioteca destruida por orden de un profesor de poesía que amaba a Shakespeare. Nunca terminaré de entender cómo la locura aniquiló su pasión. Aquel mismo 1997 fue el último año de la vida de aquel hombre: se suicidó en Belgrado. Y la Biblioteca Nacional de Sarajevo fue reconstruida y abrió sus puertas en 2014. Ese mismo año, en Iraq, la Biblioteca de la Universidad de Mosul fue bombardeada e incendiada por los yihadistas. En esa biblioteca, que abrió sus puertas en 1967, se conservaban mapas, libros raros y manuscritos del siglo XII.
Si el día internacional este jueves comenzó como un duelo, empecemos a pensar en los métodos para no perder nuestras bibliotecas digitales, para conservar los formatos -aunque se vayan quedando antiguos- para no sufrir un apagón que termine con el conocimiento de nuestro pequeño mundo. Las bibliotecas son frágiles cajitas donde se guarda nuestra memoria. Con ellas pueden los incendios, los bombardeos y hasta un apagón informático. En este #DíaInternacionaldelasBibliotecas, visitemos nuestra biblioteca favorita y agradezcamos a quienes la hacen respirar: los bibliotecarios.