La Francia
A la mujer negra que les limpiaba la casa y ahora quiere gobernar el país le buscaban el corazón con un láser. La plaza llena para el cierre de campaña y Francia Márquez tuvo que terminar su discurso parapetada detrás de escudos antibalas y con la voz temblorosa pero sin moverse del escenario. Desde un edificio algún señorito de esos contra los que la candidata enfila sus proclamas jugaba a acabar con ella o hasta, quizá, con la posibilidad del cambio. Muchos han visto en esa escena la encrucijada que debe afrontar el pueblo colombiano en estos días. No es entre dos candidatos o planchas presidenciales. Este domingo el pueblo colombiano tiene que decidir si le hace caso a Márquez y comienza a construir democracia con los de abajo, con ella, con “los nadies”, con los que han sufrido la guerra y el hambre, o sucumbe a sus viejos conocidos, la violencia y el miedo.
Nació en el Cauca, territorio ancestral, uno de los más golpeados por la violencia política. Descendiente de esclavos, como suele decir, fue campesina y trabajadora del hogar. Primero trabajó en una mina sacando oro para ganarse el pan y luego plantó cara como activista a las mineras poderosas. Fue presidenta del Consejo Nacional de Paz Reconciliación y Convivencia y pronto se convirtió en líder medioambiental de referencia en todo el mundo, ganadora del Premio Goldman. Francia fue y es muchas cosas, también técnica agropecuaria y abogada. Y gracias a eso su manera de entender la política y entrar en ella ha sido completamente revolucionaria.
Gracias a que le votaron miles de personas en las primarias presidenciales, se postula ahora a vicepresidenta junto a Gustavo Petro y por eso hay quienes querrían no verla más. Sobre todo desde que se convirtió en una de las razones principales de que la coalición de izquierda, Pacto histórico, sea la favorita en las encuestas. Hace poco dijo en una entrevista para el podcast de la escritora Gloria Esquivel que la de Colombia es una democracia vacía para las mayorías: “a las mujeres nos resulta vacía, a los jóvenes peor, los encarcelan y matan por pedir educación de calidad; a los líderes indígenas por defender territorios que pertenecen hace siglos a sus comunidades. Porque es una democracia que se ha hecho a medida de la supremacía de los hombres blancos privilegiados. Una política de la muerte para la acumulación en manos de unos pocos”. En su comunidad no hay agua potable aunque al lado hay una represa privada llena de agua. Ella sabe cómo funciona el mundo.
Algunos comparan la dupla Petro-Márquez con la de Biden-Kamala. Pero no tienen ni idea. Cuando Kamala llegó al poder, Márquez le escribió una carta durísima a Harris, en la que la conminaba a hacer lo que pidieron sus votantes: “quitar la rodilla del cuello de los afroamericanos de su país”. Márquez ha sido muy crítica con el feminismo de techo de cristal que solo pueden romper unas cuantas explotando a otras mujeres, a las racializadas. Jamás diría, por ejemplo, lo que Kamala se atrevió a decir en Guatemala con respecto a la política migratoria de su país: “No vengan a Estados Unidos”.
Francia sí habla en serio: es antirracista, anticapitalista y antipatriarcal. Su negritud es pura historia de resistencia encarnándose en un país racista, clasista y homófobo. Asegura que ella es un eslabón de la cadena pero que con ella no se rompe. Rinde, cada vez que puede, tributo a las mujeres negras que “parieron la libertad” con sus vidas. Como tantos colombianos afrodescendientes e indígenas, marrones y negros, no tendrá antepasados célebres de apellidos que suenan familiares a las élites políticas, económicas y culturales, pero recuperan en la acción esa memoria ancestral y su compromiso para dignificar la vida.
Hasta que llegó Francia nadie había llevado el tema de la desigualdad racial a la primera línea de la agenda política, junto a la desigualdad de género y de clase, factores que determinan quiénes forman parte de ese 40% de colombianos que viven de facto en la pobreza y quiénes no. Gracias a los aportes de Márquez el programa político de Petro ha puesto como prioridad la protección de los ecosistemas y el fin del extractivismo. En ese proyecto político, está incluida la reforma tributaria para no seguir beneficiando a los cuatro ricos de turno, la transformación del sistema de pensiones, el cuidado del territorio, la reforma agraria y la lucha frontal contra la desigualdad de género. Cuando Petro ha sido tímido con la ley del aborto, ella no ha dudado en corregirlo en público.
Los colombianos asistieron al debut de Francia en política institucional con asombro y fascinación: ¿Una mujer negra, pobre, sin abolengo, en ese lugar donde solo han estado hombres y a lo sumo alguna mujer blanca; una negra como otras que cada día son discriminadas en ese territorio blanqueado y hostil interpelando al poder desde la tarima? Sus rivales no han cejado en su empeño de deslegitimarla políticamente durante toda la campaña, lo que solo los ha evidenciado como los racistas que son. A más terruqueo y más insultos racistas, Francia se iba haciendo más grande.
Su frase: “Vivir sabroso no es vivir con plata, vivir sabroso es vivir sin miedo” hace cada día temblar estructuras y colma de esperanza a los que ya no esperaban nada. “La estigmatización mata”, “usamos el cariño maternal para cuidar nuestros territorios”, “hasta que la dignidad sea costumbre” son otras de sus frases ya míticas, que dejan a las colombianas y colombianos anonadados: ¿De verdad va a ser vicepresidenta alguien que piensa así, que siente así, que lucha así, alguien que no siguió el mandato social que le ordenaba seguir lavando los platos de otros, alguien que nos representa? “Una berraquera”, murmuran cuando la escuchan hablar en los mítines no por los marginados, sino por ella misma y por otres como ella. Se eliminaron los intermediarios, a esos a los que les gusta dar voz.
Si este domingo Colombia decide votar contra el miedo y la violencia, seremos testigos de un hito: veremos cómo llegan a la cima del ejecutivo de un país latinoamericano un exguerrillero y una mujer negra, de clase popular, varias veces amenazada de muerte por haber llegado en política a donde nunca llegó una negra. Pero que siempre nos recuerda que no está ahí por su esfuerzo individual, que está ahí por y para la comunidad.
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