Enrique Cerezo no imaginaba que sus palabras antes del partido iban a ser una explicación premonitaria que daría luz y sentido a los incidentes de los neonazis del Frente Atlético en el derby frente al Real Madrid. “En el Atletico no hay antirracistas ni racistas, somos una afición ordenada”. Brillante. El presidente atlético soltó sin saberlo un speech antropológico del neonazismo cultural. Ni parafraseando a Bases Autónomas le hubiera quedado más lúcido. Es imposible explicar de manera tan detallada y con menos palabras cuál es el problema del club con los comportamientos antideportivos, los neonazis y la falta de respeto por los derechos humanos. Una explicación sociológica que si no la circunscribimos al fútbol nos sirve para comprender los procesos de asimilación y normalización de la extrema derecha en España y en Europa.
Jorge Resurrección ‘Koke’, que siendo de Vallecas ha aprendido poco de su barrio, es un sospechoso habitual en la connivencia y empatía que los jugadores tienen con la recua de nazis que habita el Frente Atlético. Tuve la suerte y el honor de ser bloqueado en redes por el capitán de mi equipo al advertir que era una vergüenza que se hiciera fotos con la bufanda del Frente Atlético, pero no esperaba que siguiera aumentando ese honor con la ignominia que significa acudir en medio de un partido a negociar con un encapuchado nazi para rogarle que permitiera seguir el partido y más aún cuando acudieron todos pastoreados por el capitán a aplaudir a unos neonazis por la gran labor de abochornar a toda una afición, lanzar objetos al campo, y hacer que se suspenda el partido durante quince minutos.
La clave de que Miguel Ángel Gil Marín, Enrique Cerezo y los empleados del club no reconozcan cercanía y complicidad con los ultras neonazis del Frente Atlético es que no reconocen su existencia. Para ellos el Frente Atlético no existe, es un fantasma, no acude al Metropolitano aunque sus símbolos, cánticos y miembros están allí todos los partidos. La explicación es muy sencilla, no son el Frente Atlético porque lo llaman grada de animación e incluyen allí a todos los que ocupan el fondo sur. No miran detrás de la portería, es como un agujero negro que no existe, los diluyen entre el resto y negando su existencia no tienen que dar explicaciones sobre su presencia. Es una genialidad gilita, una excepcional maniobra del hijo del mayor corrupto de nuestro país; aprendiendo y habiéndose criado bajo esas influencias es normal que considere que los neonazis son solo unos jovenes muy efusivos que le ayudan en su cometido.
El humor fascista que inunda nuestro tiempo es normal que ocupe de manera recurrente uno de los espacios más tóxicos de nuestro sociedad como es el fútbol de alto nivel entendido como un negocio exasperante. Para que el show funcione necesita atraer a un tipo de público mayoritario que acepte como mal necesario la presencia de neonazis con un historial delictivo y criminal si ayudan a generar más rédito empresarial. La normalización y asimilación del fascismo se torna natural si el máximo representante de la Liga de Fútbol Profesional es un antiguo miembro de Fuerza Nueva que se declara admirador de Marine Le Pen y tiene a su hijo enrolado en el lobby cultural de Vox y de Marione Maréchal Le Pen en el que también da clase el presidente de la LFP. No nos extrañe que acepten a los ultras cuando están al lados de ellos, dando clases, compartiendo negocio, siendo familia.
Pero no hay ningún problema. No pasa nada. El Frente Atlético no existe, y si existe no son neonazis, solo son ordenados. Lo que hace el club no es más que replicar la lógica política que se niega a investigar o tratar a estos grupos como el peligro social que son. Hace pocas días en la Asamblea de Madrid PP y VOX rechazaron realizar una comisión de investigación sobre los grupos neonazis en Madrid después de que se sucedieron varios sucesos como amenazas en la Feria del Libro, agresiones a cómicos y las manifestaciones radicales que se dieron frente a la sede de Ferraz. La respuesta del PP de Madrid se parece mucho a la que el Atlético de Madrid suele dar cuando se le habla del Frente Atlético. “No son un problema real”. Hasta que se crucen con un Aitor Zabaleta o una Lucrecia Pérez. Pero entonces tampoco serán un problema para ellos porque nunca dejarán de ser de los suyos.