¿Conoces a Laia Sanz? Es una piloto española que además de tener un increíble palmarés acabó la 16ª en la clasificación general absoluta y ganó el Trofeo Femenino del Rally Dakar 2014. ¿Y a Elena Rossell, la primera española en participar en una prueba del Mundial de Motociclismo y la primera de la historia en Moto2, a la que siguió, la murciana Ana Carrasco, que con sólo 16 años, debutó en la categoría de Moto3?
El desconocimiento puede derivar de que el mundo de las dos ruedas tenga su público, pero, ¿alguien en este país no ha oído hablar de Marc Coma y Nani Roma, o de Dani Pedrosa, Jorge Lorenzo o Marc Márquez? Lógico, ¿cómo no les vamos a conocer si son unos campeones? Y, entonces, ¿qué sucede con una auténtica sirena como es Mireia Belmonte, que desde los Juegos Olímpicos de 2012 en Londres no ha dejado de tocar metales, ni récords en diferentes disciplinas sobre el agua?
Pensamos que en una sociedad moderna como la nuestra donde las personas somos iguales no hay diferencias por razón de sexo y que el modelo de referencia no es el masculino. Y entonces, ¿por qué a una gran Amaya Valdemoro se le conocía como 'la Gasol' del baloncesto femenino?
No vamos a sacar las cosas de quicio. Buscaremos nuevas explicaciones a la notoriedad masculina en el deporte. Seguramente, la escasa representación mediática de algunas deportistas está en la mayor popularidad de los deportes de equipo a los que las mujeres se han incorporado más tarde.
Sin embargo, el deporte femenino en España no sólo es una constante numérica en la práctica del mismo -en la actualidad más de 706.000 mujeres practican deporte federado-, sino también en la calidad del mismo en competiciones continentales y mundiales. Se podría aseverar que si la época dorada del deporte español no está en cuestión es sobre todo gracias a las mujeres. Ejemplos hay muchos: sincronizada, waterpolo, balonmano, pero por ir a un deporte mayoritario, mencionaré el del baloncesto. El verano pasado el baloncesto femenino español había conseguido ganar el Campeonato de Europa en todas las categorías y, en agosto, la Sub-16 conquistó el oro del Eurobasket y la sub' 20 se proclamó campeona solo dos semanas después de que el equipo absoluto ganara a Francia. El balance para los combinados nacionales femeninos era inmejorable: 4 Europeos en 2 meses y 36 victorias en los 36 encuentros disputados. Y a pesar de todo esto ¿Cuánta gente se enteró y lo convirtió en un acontecimiento nacional?
Las dificultades para sobrevivir y mantener equipos femeninos de baloncesto, balonmano, voleibol o waterpolo son una constante que está llevando a gran parte de nuestras deportistas a tener que emigrar para poder vivir de su deporte de manera profesional. Sí, ganan campeonatos, traen oros, se dejan la vida en cada entreno, pero, ¿cuántas posibilidades tienen de iniciarse, desarrollarse como deportistas de élite y continuar sus carreras profesionales? ¿Cuántas personas conocen de su esfuerzo? ¿Quién reconoce sus hazañas? Los medios de comunicación no hacen mucho caso.
Claro, claro, es porque no es fútbol y ante este deporte los demás, injustamente, en la representación mediática prácticamente desaparecen. Ante el “deporte rey” competiciones y encuentros importantes, donde las y los deportistas muestran su habilidad, esfuerzo y lucha cotidiana hasta llegar a esos niveles, son eclipsados e incluso invisibles. Si a este distinto rasero entre el fútbol y los demás deportes se añade el hecho de que el deporte es femenino, ya se pueden imaginar.
Al fútbol (masculino) se le dedica el 80% de información y sin embargo, ¿sabían que el año que viene, en Canadá, se celebrará el Mundial femenino? ¿Qué además de ésta existen otras competiciones juveniles organizadas por la FIFA, como las Copas Mundiales Femeninas de Fútbol Sub-20 y Sub-17, y que de esta última España es la Subcampeona?
Casi nadie lo sabe porque el fútbol -como mantenía el filósofo Jean Paul Sartre- es una buena metáfora de la vida y lo que hacen los 29 millones de mujeres de todas las edades que en la actualidad juegan al fútbol en el mundo entero interesa poco.
El fútbol es un excelente ejemplo para desvelar la discriminación de género y trataré de mostrar seguidamente la distinta valoración y reconocimiento social que se da a las mujeres y a los hombres.
En el imaginario colectivo se establece una estrecha relación entre el fútbol y los hombres y la dominación masculina es evidente. En este ámbito se reflejan de modo extremo las diferencias respecto al refuerzo social, económico y mediático que se realiza con ellos, frente a la falta de consideración profesional de los deportes femeninos.
La primera vez que busqué en google “fútbol y mujeres”, las referencias eran: “mujeres y chistes de fútbol” y “fútbol y mujeres desnudas”. Excelente resumen de la triste realidad social en la que ha sido necesario hacer varias campañas contra la trata de mujeres con fines de explotación sexual para evitar que sucediera lo mismo que en otros mundiales. Cada vez que se habla de mujeres se destaca la componente sexual. El debate de estos días sobre cómo deben vestir las jugadoras de balonmano no es casual e incluso algunos profesionales reconocen que ésta es una faceta por la que se ha visualizado más el fútbol femenino. Según Menoyo: “Un reportaje de las chicas del equipo del Pozuelo posando desnudas en Interviu ha tenido más efecto que toda la liga femenina de primera división”. ¡Qué triste!
Bien es verdad que cada vez hay más cobertura. Hace 20 años nadie hablaba del fútbol femenino y hoy, por ejemplo, Marca tiene un espacio y emitió el final de la liga y encuentros como el del Atlético de Madrid y el Rayo Vallecano tuvieron mucha audiencia. Sin embargo, periodistas como María Escario reconocen que el fútbol femenino no tiene éxito porque tiene una escasa visibilidad y no tiene presencia.
Clara Sainz de Baranda, profesora de la Universidad Carlos III, demuestra cómo sólo el 2% de las informaciones sobre fútbol las protagonizan mujeres, mientras el 92% lo hacen hombres. Información neutra como campos de fútbol y balones tienen más presencia que las jugadoras.
El argumento sobre la escasa representación femenina siempre es el mismo: “el fútbol femenino no da dinero”. En realidad, responder así es señalar el síntoma y no el problema. Es como si una infección la explicáramos como una subida de fiebre. En realidad el fútbol femenino no da dinero porque no se invierte en él y no se invierte en él porque no se valora a las personas que lo hacen, simplemente y llanamente porque son mujeres.
El profesor Joaquín Piedra, de la Universidad de Sevilla, comentaba que la FIFA va a dar un premio de 30 millones de dólares a la selección que gane el Mundial. Pero en el Mundial de fútbol femenino de 2011 el premio sólo fue de 1 millón de dólares. Y esto por no entrar en los salarios y en la congelación salarial que padecen, según me cuentan algunas jugadoras, desde hace más de 10 años. Pero la desigualdad no sólo se traduce en salarios sino que afecta a todas las condiciones materiales y entre ellas a las laborales. En el momento actual está en vigor el Real Decreto 1835/1991, de 20 de diciembre, sobre federaciones deportivas españolas, que dice que solo se admite una categoría profesional por sexo, es decir, si hay categoría masculina ya no puede haber femenina y las jugadoras no pueden ser en España profesionales.
Jugadoras que destacan -como Adriana Martín, Verónica Boquete, Laura Del Río-, si quieren progresar profesionalmente tienen que irse fuera. En España no hay ni cobertura económica, ni informativa que permite a una jugadora desarrollarse e incluso casi jugar. Esta año desaparece la Segunda División del Osasuna femenino y durante este Mundial, cuando el mundo entero estaba pendiente del Mundial masculino de Brasil, las jugadoras del Primer equipo del Rayo Vallecano iniciaron una campaña mediática para no desaparecer.
Me gustaría pensar que me equivoco y que la igualdad entre los sexos camina hacia delante, pero en realidad no sólo constato las diferencias en contra de las mujeres, sino cómo las dificultades aumentan más para las mujeres en estos tiempos de crisis.