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Futbolistas cuyo único logro es agredir sexualmente a una adolescente

Victor Rodríguez (i), Carlos Cuadrado (2i) y Raúl Calvo (2d), exjugadores de la Arandina Club de Fútbol acusados de agresión sexual

Violeta Assiego

Las niñas mayores, esas a las que llamamos adolescentes, tienen derechos. Tienen derecho a soñar, a enamorarse platónicamente de sus ídolos, a querer conocerlos, a hacer el tonto con su edad e, incluso, tienen derecho a desear tener un algo más con ellos. La sexualidad, que es un derecho, también lo es en la infancia y la adolescencia. Cierto que este es uno de esos derechos que parecen inexistentes por lo que cuesta hablar de sexo, pero existir, existe, claro que existe. El derecho a respetar la integridad sexual de un ser humano se tiene desde el mismo momento del nacimiento, desde ese instante en que el cuerpo es cuerpo presente y junto a este, de manera inseparable, hay una genitalidad.

Las niñas, los niños, las y los adolescentes tienen derecho a su libre desarrollo y como parte de este, a explorar de forma saludable su sexualidad. Precisamente, es función de la educación sexual –adaptada a cada edad– que se pueda incidir mejor o peor en ese calificativo fundamental de 'saludable' de manera que curiosidad individual, fisiología y sociabilidad vayan a la par y de forma coherente al momento evolutivo de cada chica y chico. En todo caso, esto es lo importante, nunca nadie, ningún adulto, tiene un derecho superior a utilizar esa inquietud adolescente (o infantil) sobre qué es esto del sexo y de una relación sexual para abusar y asaltar la integridad sexual de una niña, niño o adolescente en beneficio propio y personal, para jactarse o para su autosatisfacción sirviéndose para ello de la superioridad de la edad, la experiencia, su posición de poder, ser una figura de apego o de confianza, o por el hecho de ser más grande o corpulento.

Si una chica de 15 años se intercambia unos audios, unas fotos o unos mensajes con un chico mayor al que quiere impresionar, gustar o con el que quiere tontear en el tono que sea, eso no convierte automáticamente su cuerpo en un territorio del que uno, dos, tres o los chicos que sean puedan hacer uso por encima de la voluntad de esta y en circunstancias de clara desventaja y vulnerabilidad para esta. También para una chavala menor de edad o, es más, especialmente para una chavala menor de edad donde su grado de madurez y conocimiento del tema es muchísimo más limitado, una relación sexual solo es posible cuando el SÍ es un SÍ claro y sin ningún tipo de condicionamiento de superioridad y/o intimidación. Es fácil de entender.

Tenemos un problema, un gravísimo problema social, cuando esto lo comprende un tribunal que tiene que dictar sentencia y los condenados por agresión sexual a una menor de 15 años utilizan la espectacularización del caso para reivindicar su inocencia. Cuando se les da tal grado de protagonismo que se erigen en héroes del lado más violento del machismo e incitan a que se revelen detalles íntimos y privados de una chica que es menor de edad como si de lo que se tratase ahora de probar a ojos de la opinión pública es que ella se lo fue buscando, como si violar su intimidad públicamente -algo que a su vez infringe la ley- convirtiese en legal lo que en el Código Penal señala como un delito sexual.

En un espectáculo sin antecedentes, algunos medios están siendo cómplices (y con ellos algunos personajes públicos en redes sociales) en el cuestionamiento prepotente, insensible y machista que están haciendo tres condenados por agresión sexual de una sentencia cuyos hechos probados son claros. Se creen inocentes y hay quienes los creen, los respaldan y los arropan en una vergonzosa concentración en Aranda de Duero. Esos jóvenes adultos, con su presencia y vestimenta a la última, todavía no son conscientes de que la masculinidad de la que presumen es la del hombre que sacrifica niñas, adolescentes y mujeres para demostrarse y demostrar a los demás lo potente y lo hombre que es. Lo que para ellos es un acto de poder y dominación ante una chavala menor de 15 años, en el Código Penal se tipifica como un delito de agresión sexual. Y eso es precisamente por lo que se les condena en un juzgado aunque ellos busquen en los medios más rancios, machistas y retrógrados el reconocimiento y el éxito que como personas y puede que como deportistas nunca tendrán.

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