Vaya por delante: soy socialdemócrata, milito en el PSOE y he ocupado a lo largo de estos últimos años puestos de asesor de distintos políticos de este partido, el último de los cuales fue, como quizá la gente sepa, el de director del departamento de internacional del vivero ideológico del PSOE, la Fundación Ideas. He intentado contribuir en todos estos puestos a la reconstrucción ideológica del Partido Socialista y a la elaboración de nuevas propuestas, y haciéndolo, he aprendido muchísimo. Les estoy profundamente agradecido a todos aquellos que fueron depositando su confianza en mí. Pero al mismo tiempo que digo esto, me viene a la cabeza una frase: “soy militante, pero cada vez menos simpatizante”. Imagino que se acuerdan de quien la pronunció: sí, en efecto, fue Felipe González.
Mi historia particular no tendría ninguna relevancia, por supuesto, si no fuera para señalar que, si una persona tan próxima al PSOE como he sido yo se siente de esta manera, qué no sentirán aquellos que han tenido una vinculación menor con este partido político. Mi distanciamiento determinó mi salida de la Fundación Ideas, en mayo de este año. Me era cada vez más difícil sostener esa especie de disonancia cognitiva a la que aludía Felipe González: no podía seguir siendo militante a la vez que cada vez menos simpatizante, y quizá mi alejamiento del ámbito más directo de asesoramiento del PSOE podría aliviar de alguna manera el dolor sentido por llevar junto conmigo esa permanente contradicción. Ahora me siento mejor en lo personal. Poner distancia por medio es una de las formas a través de las cuales la mente intenta resolver disonancias. Pero me sigo sintiendo fatal por lo que ven mis ojos: la confirmación de que cada vez hay más gente que se siente, como me pasa a mí, menos simpatizante. La última vez, en estas elecciones vascas y gallegas.
De seguir así, el PSOE pasará a convertirse, con el tiempo, en parte del Grupo Mixto, como dice en un twit mi buen amigo Javier Valenzuela. Conozco a Javier y sé perfectamente que no está intentando hacer simplemente una “boutade”. No es una broma pesada, lo dice de verdad. Algunos piensan que el PSOE tiene un suelo. Nunca he entendido esa forma de pensar, y la realidad parece estar quitándoles la razón, día a día. Espero que el PSOE entienda, de una vez por todas, que tiene que cambiar. Y en lo que sigue apunto una serie de avenidas que quizá el Partido Socialista debería plantearse si quiere seguir sobreviviendo políticamente, es decir, si quiere que “la conciencia progresista de este país” siga estando representada por alguien que tenga, al menos, algunas opciones de ganar elecciones.
1. El Partido Socialista debería de volver a ser lo que una vez fue y ha dejado de ser casi completamente: debería volver a ser un partido de izquierdas, y debería dejar de ser un partido liberal. Mi tesis es que lo que ha pasado a lo largo de los últimos 30 años ha sido precisamente eso: la historia del PSOE es la historia de cómo un partido de izquierdas pasó a convertirse en un partido liberal. No pasó de la noche a la mañana, los cambios se sucedieron poco a poco, pero la realidad es esa, hoy en día tenemos lo que nos merecemos porque solamente representamos a una pequeña porción del electorado, aquella que comulga con una idea más o menos vaga de lo que se entiende por ser liberal. Si prefieren otra expresión: el PSOE es hoy en día un partido de centro. Y como partido de centro carece de futuro. Primera recomendación, por tanto: el PSOE tiene que recuperar su perfil más radical.
2. Segundo, el Partido Socialista tiene que estar del lado de los que están perdiendo con la crisis económica. Y los que están perdiendo con la crisis económica son las clases medias, que cada vez van siendo menos medias y se van empobreciendo progresivamente. El PSOE debe renovar su alianza con la clase media, la crisis supone una oportunidad perfecta para ello. No estoy hablando de tacticismo ni de estrategia: es que los que están perdiendo con la crisis son de la clase media para abajo, un arco amplísimo de gente, que está reclamando a voz en grito (en el sentido literal de la palabra) que haya alguien que les represente.
3. No hay contradicción alguna entre el punto 1 y el punto 2. Simplemente, hay que convencerse de que la clase media-cada-vez-menos-media entiende cada día mejor que solamente una agenda radicalmente igualitaria puede protegerla y reforzarla. Al mismo tiempo, la existencia de una clase media potente es clave, absolutamente clave, para que el país (i) crezca y (ii) lo haga de una manera más sostenible económicamente y cohesionada socialmente. Sí, el objetivo es que la mayor parte de la gente converja hacia la clase media.
4. Para hacer 1 y 2, el PSOE necesita (i) un nuevo equipo y (ii) una nueva forma de relacionarse con la sociedad. Sobre lo primero ya he hablado en otro post en este mismo diario, con lo cual insistiré en ello solamente lo imprescindible. Se necesita gente completamente nueva para que la gente recupere la confianza en este partido político. Rubalcaba y su equipo, fuera. Nadie que haya estado demasiado tiempo en el PSOE puede ser ni esa persona ni ese equipo. Gente nueva, liderazgo reformado, como palanca para ganar credibilidad. Y en relación con lo segundo, el PSOE debe abrirse a la sociedad, establecer nuevas reglas de funcionamiento, ser más poroso a la crítica que viene de fuera (y de dentro). Lo segundo es más fácil que lo primero. Pero sin lo primero será imposible tener lo segundo.
No es solamente del futuro de la socialdemocracia de lo que estamos hablando aquí. Espero que el PSOE también lo entienda.