Quieren asustaros. Y os asustáis, con razón. No se anda con chiquitas esa gente. Recurren a la fuerza, a la represión, a la denuncia, a la multa, a la prisión, a la criminalización. Como sois jóvenes, quizá crean que no podéis recordar que la razón más justa siempre ha sido combatida con violencia. Criminalizar es una de las estrategias más efectivas del poder. Criminalizar es violencia. Que sepáis que lo estamos viendo: están ejerciendo violencia contra vosotres. Por supuesto que la cultura del chuletón no os va a permitir que vengáis con vuestras vainas de frenar las subvenciones a la ganadería. Por supuesto que la economía del petróleo no os va a permitir que alteréis la cuenta de resultados de sus activos tóxicos. Por supuesto que la política de la sangre no va a permitiros el tinte de agua con remolacha. Por supuesto que van a por vosotres. Que sepáis que lo estamos viendo.
Sabed también que los habéis asustado. De ahí su reacción. Porque vuestra desobediencia es muy poderosa. Habéis señalado al Banco Santander, a la cadena Lidl, a Iberdrola, a Repsol, a El Pozo, a Pescanova, al Congreso de los Diputados. Sin otras armas que vuestro cuerpo y una cartulina, vuestro cuerpo y una pancarta, vuestro cuerpo y un bote de humo rosa, vuestro cuerpo y un pequeño megáfono. Sin otras armas que vuestro cuerpo y la valentía de saltar, de subir al estrado, de encadenaros, de gritar, de manchar. Habéis conseguido que se os vea y, por tanto, que se vea el mensaje que traéis. Por supuesto que recibiréis un castigo por ello. Se llevan vuestros cuerpos, los interrogan, los intimidan, los encierran, los silencian. Cancelando vuestros cuerpos, tratan de cancelar vuestras razones. Sabed que muchas lo consideramos imposible. Sabed que os damos las gracias. Sabed que no vamos a permitir que el proceso represivo que estáis sufriendo caiga en el olvido.
Desde principios del pasado mes de diciembre el Estado está sembrando el terror entre las personas que nos defienden: jóvenes activistas de la organización Futuro Vegetal que luchan contra la destrucción del planeta, contra la impunidad de las grandes compañías contaminantes, extractivistas, explotadoras de animales y de recursos naturales, contra el abuso de quienes esquilman nuestro territorio y para ello son subvencionados. Por esa lucha que dignifica a su generación, por un compromiso titánico que debiéramos cuando menos aplaudir, están siendo objeto de un operativo de acoso policial y judicial. En su memoria anual, la Fiscalía calificó a Futuro Vegetal (también a Rebelión contra la Extinción) de grupo “ecoterrorista”, un término descabellado e insultante cuyo único sentido sólo podía ser el de disuadir a aquellas personas que quieran apoyar a la organización y pasar a formar parte de la militancia activa. Meterles miedo y que se echen para atrás. A las personas detenidas, darles un escarmiento. El objetivo es la desmovilización. La Fiscalía tuvo que desdecirse y rectificar su memoria, pero la maquinaria represora ya estaba en marcha. Después llegó la Policía Nacional.
Por haber participado en acciones pacíficas y, más que legítimas, imprescindibles, casi treinta personas de Futuro Vegetal han sido detenidas e interrogadas por la Brigada de Información bajo la acusación de formar parte de una “organización criminal”. Bilbo Bassaterra, uno de sus fundadores, fue detenido en el sur de Francia, donde los gendarmes retuvieron su móvil, su ordenador y otras pertenencias personales. Deberían, Fernando Grande-Marlaska, Teresa Ribera, Luis Planas escuchar su pacífica sensatez frente a ese operativo judicial y policial creado para criminalizar y reprimir la desobediencia civil. Una criminalización que siembra un terror. Infiltrar agentes en organizaciones ecologistas, como ha hecho la Policía Nacional, siembra un terror. Extender la idea de que las activistas han cometidos delitos que no han cometido es una forma de sembrar un terror. Acusar de lucrarse a un movimiento social que exige responsabilidades y recibe donativos sólo para realizar sus acciones de protesta, mientras se protege a multinacionales y grandes empresas culpables, a gobiernos y políticos cómplices, es una forma de sembrar un terror. Es decirle a la gente, en su mayoría jóvenes, cuidado con lo que haces, cuidado con ejercer tu libertad de expresión y tu derecho a la protesta, mira dónde te metes, que te puedo arruinar, te puedo arrestar, te puedo anular. Es violencia. Ejercerla con los recursos del Estado es violencia institucional. Violencia de Estado.
Quieren asustaros. Pueden conseguirlo, claro. Pero sabed que lo estamos viendo. Que sabemos, como expresa el comunicado hecho público por estudiantes y profesores pidiendo que se retiren los cargos y sanciones contra las activistas de Futuro Vegetal, que vosotres sois la luz de la vida, frente a la “represión tanática, que hace prosperar siniestras alianzas con la muerte”. Y que nos emociona, nos apela y nos moviliza leeros: “La Brigada de Información continúa ejerciendo su papel de guardián servil al capital y al Estado, protegiendo los intereses de los verdaderos criminales, que se enriquecen expoliando los recursos de nuestro planeta y llevándolo hacia su destrucción. Pero ante sus constantes intentos por disuadir y amedrentar, nosotras nos mantenemos comprometidas con la defensa del territorio y alzando la voz contra las injusticias. Su fuerza es ínfima frente al mundo nuevo que llevamos en nuestros corazones. Contra su represión, ¡nuestro amor y nuestra furia!”. Aquí van los míos: mi amor y mi furia.