Esta mañana, antes de que iniciara la sesión constitutiva del Parlament, Elsa Artadi en nombre de JxCat, atendía a los medios de comunicación con una exultante alegría. Razones tenía la que fue discípula de Andreu Mas Colell: gana por doble partida. En primer lugar lo hace porque, al relegar a Laura Borràs a la presidencia del Parlament, se aplana el camino para que ella asuma la vicepresidencia económica del gobierno y se consolide como una de las dirigentes con más ascendente en el espacio postconvergente. De las distintas facciones en disputa dentro del grupo político apadrinado por Carles Puigdemont, gana terreno aquella que tuvo lazos más o menos estrechos con la CiU ideológicamente neoliberal que gobernó en el bienio 2010-12. Artadi, la joven promesa del upper Barcelona, consigue por fin hacerse con las riendas del poder (aunque por un camino un poco distinto al inicialmente pensado). Inteligente y bien formada, nunca ha perdido el hilo de comunicación y confianza con cierto empresariado y grupos de interés.
En segundo lugar gana porque se consolida la estrategia preferida por parte de JxCat. Su apuesta desde un primer momento (no tenían otras opciones posibles) ha sido reeditar las lógicas de gobierno de la legislatura pasada: un equilibrio basado en el reparto de negociados entre JxCat y ERC; con un apoyo más o menos entusiasta, según el momento, de la CUP. Quedarse sin el gobierno hubiera sido letal para el espacio de JxCat: una fuerza política con mil facciones podía implosionar si se quedaba sin recursos institucionales. La solidez orgánica de CiU durante la travesía por el desierto (2003-10) nada tiene que ver con la situación actual de JxCat. Conscientes de esto, se han aplicado a fondo, desde el ámbito político pero no solo para que se construyera el escenario más adecuado a sus intereses y lo han conseguido. Si bien ERC tenía otras opciones posibles para transitar la legislatura (quizá hasta más deseadas por una parte importante de dirigentes y votantes) el partido republicano no ha sabido o no ha podido transitarlas. Diría más, no tengo claro que le hayan servido para bajar el precio de las demandas de JxCat y CUP (lo sabremos cuando se constituya ejecutivo).
Seguramente el escenario que se dibujaba este viernes con la elección de la mesa del Parlament – más de lo mismo - no dista mucho del escenario al que nos encaminábamos. Las negociaciones habían avanzado más en el pacto entre ERC-JxCat que en otros posibles. Ahora bien, hay dos decisiones que se producen esta semana que, si existía alguna mínima duda, consolidan la elección por reunificar el bloque independentista: la revocación del tercer grado a los presos independentistas y el levantamiento de la inmunidad a Puigdemont, Ponsatí y Comín. No por esperadas, dejan de ser decisiones que impactan. Recuerdan que hace ya más de tres años que los líderes independentistas están en la cárcel y en el exilio. Que hace ya casi tres años que Pedro Sánchez es presidente del Gobierno. Y no se visualizan avances hacia la imprescindible desjudicialización del contencioso. Es muy difícil que en Catalunya se abran otros horizontes posibles sin mejoras en este campo. El quietismo enquista y pudre los conflictos. El inmovilismo del PSOE sitúa al país en un callejón sin salida (Catalunya y España). Y hoy tenemos una legislatura que se abre gris, triste y deslucida, como las propias imágenes que llegaban del hemiciclo.