Los medios de comunicación y los periodistas suelen hablar mucho de lo que ganan e ingresan los políticos, los altos funcionarios, los deportistas y famosos, los trabajadores que negocian sus convenios o se movilizan por mejorar sus salarios, los empresarios... De quien nunca informan sobre los que ganan es... de los periodistas. Cuando asistimos a ese acalorado debate en una tertulia entre un director de periódicos o estrella televisiva pidiéndole cuentas a un político sobre su sueldo, que, como personaje y empleado público, es sobradamente conocido, sería muy interesante que las audiencias supiéramos cuánto cobra ese periodista tertuliano/director de periódico/profesor de periodismo/autor de libros/conferenciante y otras muchas competencias con las que hace caja.
Y todavía sería más interesante conocer cuánto le paga a sus redactores o colaboradores.
En Estados Unidos ha surgido una interesante iniciativa anónima. Consiste en haber creado un documento público en Google Drive en el que los periodistas, también de forma anónima, van incorporando el dato de sus sueldos. Cualquiera de ellos puede haber rellenado un formulario de Google donde simplemente se le pregunta el nombre de su cargo, empresa, salario, años en el cargo, responsabilidades, género, identidad étnica y lugar del trabajo. Lo han hecho cientos y se puede comprobar que la profesión está mal pagada.
En España, la revista La Marea publicaba un reportaje en marzo de este año donde señalaba que un tercio de los periodistas contratados y un 60% de los autónomos ganaba menos de 1500 euros al mes, un 18% de los autónomos cobraba menos de 600. En esa misma revista se publicaban las cifras de lo que varios medios pagaban a sus colaboradores por artículo de opinión, de información o reportaje. La media estaba entre 70 o 80 euros la pieza, poco más de lo que pagamos por una hora de taller mecánico de coches.
Evidentemente, los grandes directivos no están muy interesados en publicitar sus sueldos porque podríamos comprobar la disparidad de ingresos entre jefes y subordinados. Ya en 2014, el escritor Isaac Rosa hizo cuentas y llegó a la conclusión de que el coste de pagar a un ejecutivo de Prisa como Juan Luis Cebrían equivalía al coste de todo el gasto de poner en circulación tres medios independientes como eldiario.es, InfoLibre y La Marea.
Precisamente son estos medios colaborativos de nueva generación en España los que han incorporado esfuerzos de transparencia sobre sus sueldos. Es el caso de eldiario.es o Infolibre, donde incluso aclaran que la relación entre el sueldo más alto y el más bajo de los contratos es de 3 a 1.
Las mismas empresas que reivindican con tanta frecuencia la libertad de expresión nunca se plantean que quizás pueda tener alguna relación con lo que cobran los periodistas que la deben poner en práctica. El Sindicato de Periodistas recurrió al acertado lema de “Nuestra precariedad es tu desinformación”. Se ha llegado incluso a paradojas como la sucedida en Ecuador. Cuando el entonces presidente, Rafael Correa, aprobó en 2012 un decreto que aumentaba el salario mínimo de los periodistas, los dueños de los medios le acusaron a atentar contra la libertad de expresión. Atacar a la libertad de expresión porque los periodistas tengan mejor sueldo.
El periodismo es una de esas profesiones que ha pulverizado todos los históricos hábitos de lucha colectiva, casi siempre los salarios y las condiciones laborales son individuales, no hay apenas sindicación ni convenios colectivos que afecten a los redactores de los medios. Recuerdo cómo en un histórico diario madrileño donde yo trabajaba en los noventa, todos los operarios de las rotativas estaban sindicados, con su convenio laboral que definía su sueldo y sus diferentes pluses, cumplían un horario establecido y cobraban horas extras si debían alargar la jornada. En cambio, los periodistas nunca cobraban las horas extras que realizaban, cada uno cobraba un sueldo diferente según su relación individual con la empresa y ni siquiera sabía lo que cobraba el de al lado. Todo un éxito del modelo neoliberal fragmentando a un colectivo.
Volviendo al comienzo de nuestro análisis, lo más insultante es que las empresas, ejecutivos y grandes estrellas de la profesión, muchos de todos ellos cómplices de esta precariedad laboral y beneficiados de sueldos y primas millonarias, tengan a gala denunciar hasta el último euro de políticos y gestores públicos mientras guardan el secreto de sus propios ingresos y las miserables condiciones laborales de sus subordinados.