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OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Ganemos Madrid, Podemos Madrid y los desafíos municipalistas

Nos va la vida en ello. En ganar Madrid, digo. Nos va la vida. No es que si no ganamos nos vaya a matar nadie, es que lo que está en juego es la vida misma. La vida es el conjunto de relaciones en el que estamos implicados.

Ahora hay elecciones. En las elecciones se juega el acceso a la cuota de poder disponible. El poder disponible es la porción de poder que queda en el campo institucional. Es una palanca. No es la única palanca. Es la palanca que se relaciona con algunos de los elementos materiales que sostienen nuestra vida.

Es poder disponible el transporte público y por tanto la posibilidad de hacer algo con el cansancio y el estrés.

Es poder disponible la limpieza o suciedad y por tanto la salud que viene junto a ella.

Es poder disponible que la igualdad entre hombres y mujeres sea un slogan o una política concreta.

Es poder disponible saber quién contrató a quién y por qué y por cuánto.

Es poder disponible ordenar o preguntar.

La democracia es la forma de regulación de la vida común a nuestro alrededor y funciona por extracción. Dar poder a muchas personas es retirar una parte del poder disponible que tienen unas pocas personas. Mayorías y minorías. Eso genera resistencias.

Ganemos Madrid y Podemos Madrid han llegado a un marco de acuerdo que está pendiente de validación. Es un experimento. Es la posibilidad de acceso a esa cuota de poder disponible. Es una palanca. Parte de alguna idea que no está mal. La primera idea es que para que esa palanca funcione no puede quedarse nadie fuera. La segunda idea es que cooperar es mejor que competir. La tercera es que cooperar y que no quede nadie fuera es un ejercicio de responsabilidad.

Llegamos a marcos de acuerdo porque nos va la vida en ello.

Es más fácil defender una identidad, un proyecto propio, una cultura de organización y participación que cooperar. Cooperar es reconocer que quien es distinto a ti tiene razón de alguna manera, en algún aspecto. Es hacerte cargo de que la realidad siempre es más grande y más compleja. Cooperar es ceder. Cooperar es, sobre todo, producir herramientas concretas de cooperación.

El poder disponible solo es democrático si no se distingue en nada de la sociedad que lo produce. En estos momentos hay una separación clara entre poder político y democracia. Esa separación, que sería la de una política representativa, ha encontrado su cierre cuando la capacidad de entender los deseos sociales (y la capacidad de producirlos) se ha ido al traste. Y lo ha hecho porque los médiums de la representación han dejado de tener capacidad de escucha: están atrapados en una maraña de intereses particulares en el que uno de los más importantes es su propia supervivencia.

La alternativa no es, sin embargo, producir una forma de representación buena que genere una buena separación con unos médiums nuevos que interpreten bien y produzcan bien una especie de “deseo general”. Se trata más bien de modificar la forma misma en la que esa representación se da. Es decir, las arquitecturas mismas del poder político. Se trata de democratizar la política. Eso no se hace sin ciudadanía. No hay mandar obedeciendo sino hay a quién obedecer. Por tanto la cuestión importante ahora mismo es distinguir los tres elementos necesarios para que tal cosa se produzca.

Necesitamos nuevos representantes políticos que ocupen el espacio del poder político y vayan allá arriba para mirar hacia aquí abajo. Pero sólo con esas figuras no es suficiente.

Necesitamos una sociedad civil organizada, con capacidad de expresión autónoma que no se sienta atada a dichos representantes y tampoco tenga una relación paranoica hacia ellos o ellas. No se trata tan solo de controlar al poder político (que es fundamental) sino también de cooperar entre ciudadanía y representantes para disolver esas distancias.

Y para ello necesitamos instituciones y organizaciones intermedias. Espacios en las redes y en los territorios que construyan esa mediación. Lugares de encuentro. Hasta ahora, tanto en Ganemos como en Podemos hemos formado pequeñas (o no tan pequeñas) comunidades de gentes que se organizan en sus territorios: se trata ahora de que dichas comunidades produzcan herramientas comunes de participación, infraestructuras más o menos permanentes de participación. Las Oficinas de Buen Gobierno que llevamos meses desarrollando en Ganemos como espacios de participación, organización social etc., pueden ser una buena herramienta para empezar con esta dimensión. Harán falta muchas más, y las tendremos que ir inventando.

Por último, la clave de los próximos meses se juega en la capacidad de producir dos tiempos. El tiempo de la victoria y el tiempo de la potencia.

El tiempo de la victoria se mueve en lógicas de evento, de grandes actos y tiene el ritmo que tienen las citas electorales. Es fundamental porque es la forma de acceso al poder institucional disponible, que es además la posibilidad de desplazar de dicho poder a quien ahora lo ejerce.

El tiempo de la potencia se mueve en lógicas de proceso y se preocupa sobre todo del “día siguiente”. Esa preocupación está atravesada por un sentido de la responsabilidad ante el cambio político. No nos podemos permitir equivocarnos. Por eso no podemos dejar a nadie fuera. Por eso necesitamos tener todas las inteligencias, los saberes y las críticas posibles. Simplemente no nos podemos permitir perder a nadie por el camino.

La cosa se resumiría en que en mayo empezamos a ganar. Es decir, que todo esto es para estar apenas empezando, que es el estado más razonable que hay. La alternativa es estar terminando y no hemos venido a eso.