La conclusión final del último informe del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) no puede ser más categórica: se ha acabado el tiempo de espera. El calentamiento global avanza a un ritmo mayor del esperado. El tiempo de actuar para evitar los peores escenarios era ayer. Hoy todavía estamos a tiempo. Mañana será tarde.
Los científicos alertan que ya estamos viviendo las consecuencias de un calentamiento global de 1°C, con serias consecuencias para las sociedades humanas y los ecosistemas terrestres. El objetivo ahora es limitar ese aumento del calentamiento a 1,5°C en lugar de 2°C y evitar así que dichas consecuencias sean catastróficas e irreversibles.
Hay que atender al carácter moderado y austero del IPCC, que durante años ha recurrido al 'very likely' como muletilla final en cada una de sus afirmaciones, para dar valor a lo que nos dicen en su último informe, como que “para limitar el calentamiento global a 1,5°C se necesitarían cambios de gran alcance y sin precedentes”. Unos cambios que “necesitarían transiciones rápidas y de gran alcance en la energía”.
Es decir, la transición energética se ha acabado. Si queremos evitar el desastre debemos de emprender los cambios necesarios de manera inmediata para que las emisiones de CO2 de origen humano disminuyan un 45% en 2030 respecto a los niveles de 2010, y lo sigan haciendo hasta llegar a un escenario de cero emisiones en 2050.
Hace décadas que conocíamos la necesidad de iniciar el relevo del carbono. Ahora el cambio va tener que ser mucho más brusco de lo requerido. Durante este tiempo muchos expertos han defendido al gas natural como energía de transición al presentar un perfil mucho más bajo en el balance de emisiones de CO2 que el petróleo o el carbón.
El investigador norteamericano Lester R. Brown, fundador del Worldwatch Institute y del Earth Policy Institute, defendía hace tan solo diez años que “en el camino hacia el hidrógeno y las fuentes de energía renovables, el gas natural debe relevar pronto al petróleo como primera fuente de energía mundial”. Sin embargo, ahora reconoce que “todo está ocurriendo a un paso y a una escala inimaginables hace apenas una déacada” por lo que hay que dejarse de transiciones y pasar directamente a “una movilización de guerra para transformar la economía y hacer frente al cambio climático”.
Esta semana hemos conocido un informe que desmiente los supuestos beneficios para el clima del uso del gas natural en el transporte. Se trata de un estudio elaborado por la red europea Transport and Environment (T&E), de la que forman parte Ecologistas en Acción, Eco-Unión, PTP y ECODES. Sus datos demuestran que el gas natural no es la solución para la descarbonización del sector transporte ya que, ni contribuye a la mitigación del cambio climático, ni reduce el grave problema de la contaminación del aire en las ciudades.
Según este trabajo de investigación el uso del gas natural como combustible genera tanta contaminación como la gasolina y mucha más de la que se anuncia respecto al gasoil, pues su aportación a la mejora de la calidad del aire es mínima y podría desaparecer en cuanto se apliquen las nuevas exigencias europeas a los motores diesel.
Las conclusiones finales señalan que los turismos, camiones y buques a gas no contribuyen a mitigar el cambio climático sino que son un obstáculo ante la necesidad urgente de avanzar hacia un modelo de transporte bajo en carbono. Por ello, apuntan los autores del informe, los gobiernos deben resistir la ofensiva del lobby del gas y dejar de destinar ayudas públicas y beneficios fiscales al gas natural.
Como señalaba hace años Lester Brown: “Podemos hacer las cosas mucho más rápido de lo que creemos: sólo nos falta entender la gravedad del problema”.