Los países de la OTAN han entrado desde 2014, cuando Rusia anexionó Crimea y ocupó otra parte de Ucrania, en una espiral de gasto armamentista, que ha recibido un nuevo impulso con la nueva invasión y guerra que comenzó el pasado 24 de febrero. El objetivo de llegar al 2% del PIB de gasto militar fue aprobado en la cumbre de la OTAN de Gales de 2014, en el caso español por Mariano Rajoy que después hizo caso omiso, y ahora se ha ratificado ya no como techo sino como suelo. Más allá de las ayudas en armamento a Ucrania, Europa, sin embargo, no necesita gastar mucho más, sino gastar mejor, gastar bien, en industria común, en equipamiento y en fuerzas interoperables. España, sin embargo, algo retrasada, sí que lo necesita no frente a Rusia o China, sino, aunque sea para disuasión, frente a un Sur que se está complicando y rearmando. Pero es más fácil hablar en público de Putin que de esto.
El 2% no deja de ser, como todos estos tipos de objetivos (incluidos los criterios de Maastricht sobre déficit y deuda) una cifra arbitraria. Y no debería ser un objetivo, sino un instrumento. Lo importante son las capacidades reales disponibles para unos escenarios ante los que hay que ser flexibles, pues casi nunca se desarrollan en la práctica como se plantean en los planes y maniobras. Y a veces, como ha ocurrido en España, se compran cosas inútiles y caras.
El gasto militar ruso ascendió en 2021 al equivalente a 66.000 millones de dólares, según el SIPRI (Instituto Internacional de Investigación en la Paz de Estocolmo). Es mucho, más de un 4% del PIB. Pero Estados Unidos gastó 801.000 millones y los otros países de la OTAN 363.000 millones. 29 países europeos se han comprometido ya a 209.000 millones suplementarios. ¿Tememos tanto militarmente a Rusia (armas nucleares aparte)? Incluso China, que lleva casi tres décadas años aumentando sin interrupción su gasto militar, una tendencia preocupante, llegó a 293.000 millones el año pasado, con lo que se aproxima a Europa, pero queda aún lejos de EEUU. El objetivo de Pekín es lograr unas fuerzas armadas de “clase mundial” para 2049, centenario de la creación de la República Popular. Es lo que realmente le preocupa a EEUU, mucho más que Rusia.
El aumento en el gasto militar, tras una pausa al finalizar la guerra fría, es una tendencia global que empezó ya hace tiempo, en EE UU en tiempos de Obama. Como indican unos investigadores de SIPRI en un reciente análisis en Foreign Affairs, antes de que Rusia invadiera Ucrania, el gasto militar mundial ya había alcanzado 2,1 billones de dólares, frente a 1,2 billones en 1999 y 1,7 billones en 1989. Los autores consideran que, con los diversos aumentos de gasto anunciados, es probable que supere los 2,3 billones de dólares. Es necesario tener una defensa suficiente, pero el cambio climático, las desigualdades y las hambrunas también generan problemas tan graves de seguridad.
España, en la Alianza Atlántica, está a la cola en gasto militar, con un 1,4% del PIB. Ha tenido que gastar mucho en despliegues en la OTAN y entrega de armamento a Ucrania, que, además, hay que reponer. De ahí, los 1.000 millones de euros de crédito suplementario que ha decidido para este año el Gobierno, aunque una parte de la ayuda a Ucrania se canaliza a través de la llamada Facilidad Europea para la Paz (nadie quiere hablar de guerra), que, con los últimos incrementos, va a alcanzar 2.500 millones de dólares. La UE necesitaría mucho más. Tendría que idear para la defensa un fondo y un método similar al NextGeneration Fund que se creó para la recuperación y la resiliencia para una salida reforzada a la crisis provocada por la pandemia. No es probable.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha comprometido a España -una vez más- a aumentar el gasto militar hasta llegar a esa cifra arbitraria de un 2% del PIB. A España le preocupa poco la amenaza rusa (aunque no el impacto de la guerra en la economía). Sí la necesaria solidaridad, y defensa de algunos principios, por lo que puede venir del Sur. Hoy por ti, mañana por mí, aunque no esté garantizado.
Aunque se hable poco de ello, España mira militarmente al Sur desde su eje estratégico esencial Baleares-Estrecho-Canarias. Ve, sobre todo, dos potencias enfrentadas, Marruecos y Argelia, cuya enemistad puede acabar volviéndose contra ella, más allá del gas y la inmigración irregular y de las perspectivas de que Marruecos se convierta en una fuente esencial de electricidad derivada energía solar (que puede conectar no solo a la UE sino al Reino Unido).
Argelia ya era una potencia militar (esencialmente con armas rusas). Marruecos se está convirtiendo en la nueva potencia militar del Magreb, y de África. Está adquiriendo tanques modernos, misiles anticarros, municiones para los drones que le ha comprado a Turquía, y desde 2011 cazabombarderos F16 de EE UU, aspirando a hacerse con F-35 y helicópteros de combate. Lleva a cabo maniobras militares con otros países, entre ellos Estados Unidos que lo considera “aliado importante extra OTAN”. Ayudan los Acuerdos de Abraham que ha firmado con Israel, impulsados por Trump. Moderniza su fuerza naval con más capacidad de proyección (para “aguas azules”).
Aunque en los debates y documentos oficiales públicos no se habla de ello, preocupa a España. Esta ha logrado un tanto al conseguir que el nuevo Concepto Estratégico de la OTAN, aprobado en la Cumbre de Madrid, mire también al Sur, no solo al Norte de África, sino también al África Subsahariana, incluido el Sahel. Pero del papel a los planes militares -y la OTAN es una máquina de planeamiento militar- y a la asignación de fuerzas hay un trecho que está por ver cómo se recorre. Una guerra entre Marruecos y Argelia afectaría a España. Y nada está garantizado sobre la estabilidad de ambos regímenes. Pese a las actuales dificultades, el cambio podría ser a peor para los intereses de España.
La consultora Global Fire Power considera que Marruecos está en el puesto 56 del escalafón mundial de poderío militar de 142 países, por detrás de Argelia (31) y lejos aún de España (19). Ha hecho una comparativa del poderío militar entre España y Marruecos. En poder aéreo España es aún superior. No tanto en naval, aunque Marruecos no dispone de portaviones ni de submarinos. Es un balance que España ha de cuidar con especial esmero.
Y luego está todo lo que está pasando más al Sur. La retirada europea de Mali, cuando se le pide a la OTAN que mire más al Sur, no es, precisamente, ejemplar. España tiene que ser solidaria con sus socios hacia el Este, pero tiene problemas propios al Sur, para los que necesitan medios y atención. La geografía no perdona. La historia, tampoco. Aunque cuidado con el si vis pacem para bellum (si quieres la paz, prepárate a la guerra), pues a veces prepararse para la guerra lleva a la guerra. Se llama escalada.