Gaza no necesita la ayuda humanitaria de EEUU

19 de marzo de 2024 23:03 h

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La anécdota es conocida: a principios de los años cuarenta estaba prohibido el derecho de manifestación en España, pero el régimen franquista “permitía” concentraciones con pancartas de “¡Gibraltar, español!” frente a la embajada británica en Madrid. En una ocasión la protesta se puso caliente, y el ministro de Interior franquista llamó al embajador. Le preguntó si quería que le enviase más policías, a lo que el diplomático contestó: “No, mejor envíeme menos manifestantes”.

Me acordaba de la anécdota al ver la preocupación creciente de las autoridades norteamericanas por la situación de la población de Gaza, y sus intentos de enviar ayuda humanitaria en paracaídas o en barco, construyendo incluso un muelle.

Es conmovedor escuchar al Secretario de Estado Blinken decir este mismo martes que “nos enfrentamos a una situación humanitaria horrible” y que “es absolutamente prioritario proteger a los civiles y proveer de asistencia humanitaria a aquellos que la necesitan desesperadamente”. O al portavoz de su departamento reconociendo que los informes de la ONU son “alarmantes y desgarradores”, y que “hay niños que se mueren de hambre, desnutridos porque no pueden recibir ayuda humanitaria”. E incluso al presidente Biden, en el reciente discurso sobre el estado de la Unión, hablar de “situación angustiosa” y pedir a Israel que proteja a los civiles y permita la entrada de ayuda.

Al oírlos, al ver caer unos pocos paracaídas con comida, y al conocer el plan (lento y poco operativo) para construir un muelle donde desembarcar ayuda, los gazatíes podrían decir como aquel embajador del primer párrafo: “no nos envíen más ayuda humanitaria; mejor no nos tiren más bombas”. Porque el mismo Estados Unidos que pone cara compungida ante el sufrimiento de los palestinos, es el que hace solo un mes vetó en el Consejo de Seguridad de la ONU una resolución para pedir un alto el fuego. Y el mismo Estados Unidos que con una mano suelta migajas de ayuda humanitaria, con la otra mano sigue entregando a Israel las mismas bombas que han dejado ya más de treinta mil muertos, en una versión perversa del viejo dilema de “cañones o mantequilla”: cañones, muchos cañones, para los atacantes israelíes; y mantequilla, muy poquita mantequilla, para los atacados palestinos.

Si Estados Unidos quiere acabar con el sufrimiento de los palestinos, no hace falta que envíe ni un saco de harina: basta con que deje de mandar munición, misiles y todo tipo de armas a Israel. Basta con que amenace a Netanyahu con no renovar o replantear los términos del memorándum de ayuda por el que entrega decenas de miles de millones de dólares a Israel, principal receptor mundial de la ayuda estadounidense. Ayuda que en su práctica totalidad es armamentística, sobre todo de última tecnología, incluidos los aviones de guerra más avanzados. Ayuda militar que sigue llegando hoy, con más de cien operaciones de venta de material sin notificar al Congreso desde el comienzo del ataque.

Y lo mismo se podría decir de nuestra Unión Europea, tan preocupada también por los hambrientos palestinos. Está muy bien que Borrell endurezca el discurso europeo y acuse a Israel de “usar el hambre como arma de guerra”, pero una vez más los palestinos podrían decirle: “no nos envíen su ayuda humanitaria; mejor dejen de comprar productos israelíes”. Decenas de organizaciones sociales han pedido a la UE que suspendan los acuerdos con Israel, pues incluyen cláusulas de respeto a los derechos humanos y al derecho internacional.

Europa no tiene tanta capacidad de influencia como Estados Unidos, vale, pero alguna capacidad tenemos: la Unión es el mayor socio comercial de Israel, le compramos más de una cuarta parte de sus mercancías exportadas, y le damos facilidades para que sus productos entren en nuestros países. Además le subvencionamos la investigación militar, que tiene guasa en un momento así.

Incluso España, siendo nuestro gobierno de los más críticos de Europa con los crímenes israelíes, también puede hacer un poco más que dejar de autorizar nuevas ventas de armas, mientras permite que sigan las exportaciones de material militar aprobadas antes del 7 de octubre.

Hechos, no palabras, es lo que necesitan los palestinos. Y lo necesitan incluso más que la ayuda humanitaria.