Seguramente a ninguno de los dos le resultará fácil admitirlo o le gustará reconocerlo pero Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se parecen y se necesitan hoy más que nunca. Tan distintos y tan similares. Recuerdan a aquella disparatada película protagonizada por Danny De Vito y Arnold Schwarzenegger y de la cual se anuncia una secuela veinte años después: los gemelos golpean dos veces... Y es verdad, ambos tienen mucho que ganar si logran alcanzar un acuerdo y mucho que perder si no lo consiguen. El único que a día de hoy se beneficiaría claramente del desacuerdo sería Mariano Rajoy.
Al Partido Popular le interesa una nueva convocatoria electoral porque confía en mantener o mejorar sus resultados, que Ciudadanos continúe recogiendo parte de su voto descontento y progrese hasta convertirse en el socio que sí suma y que el electorado de izquierdas castigue a los partidos progresistas por su falta de acuerdo con el argumento favorito de la derecha para derrotar a la izquierda: la desilusión.
Para Ciudadanos y Albert Rivera, en cambio, unos nuevos comicios representan un riesgo que podrían situarles ante la extraña paradoja de mejorar sus resultados, pero al mismo tiempo quedar abocados a facilitar un gobierno de Mariano Rajoy y verse cautivos de la atracción fatal del PP.
Pedro Sánchez ya no es aquel candidato agobiado por el club de fans de Susana Díaz y la legión de barones socialistas convencidos de tener superpoderes, pero aprovechar ahora esta oportunidad de llegar a la Moncloa continúa siendo de lejos su opción más segura. Unas nuevas elecciones puede que no mejorasen de manera significativa sus posiciones negociadoras y parecen un destino poco deseable, especialmente después de haber recorrido la parte más ardua del camino hacia la Presidencia.
Pablo Iglesias necesita romper como sea la dinámica de balcanización que parece haberse instalado en Podemos. Precisa una buena noticia para romper una secuencia letal de ceses fulminantes, dimisiones, sonadas rupturas, silencios de hierro y discrepancias. Si algo hemos aprendido todos es que el electorado castiga duramente la división y los líos internos. Ir a unas elecciones sería como jugar a la ruleta rusa. No puede permitirse que el resultado final de su personalísima estrategia se quede en una nueva cita con las urnas y un Podemos dividido.
La cita entre Pedro y Pablo llega en mejor momento de cuanto pueda parecer. La mayoría de las excusas que unos y otros habían ido fabricando se han visto desmontadas. Los vetos iniciales se han ido matizando, el fantasma de la gran coalición se ha espantado a sí mismo y las líneas rojas se han ido volviendo incoloras.
Eliminado el ruido ahora solo nos queda por resolver el problema original: PSOE, Ciudadanos y Podemos no quieren estar juntos en el gobierno pero juntos es la única manera de llegar al gobierno. No tienen que andar enamorados, ni ser uña y carne, ni gustarse, ni siquiera tienen que caerse bien; solo tienen que entenderlo. A partir de ahí todo lo demás es fácil.