Empieza octubre. Leo autoras. En concreto, una lectura que me atrapa y me exige como hacía tiempo no lo hacía un libro. Una novela, un estilo, que no te deja leer en diagonal: “Los trabajadores de SymGest ocultaban que había gorilas que sufrían depresiones incurables tras el parto. La tristeza las llevaba a actitudes erráticas o violentas; aullaban, golpeaban los cristales, caminaban en círculos durante horas…(...). Su mantenimiento se hacía imposible y dejaban de ser sujetos productivos, de modo que era necesario sacrificarlas”. Me encuentro retratada en el fragmento. Retratada como mamífera que acaba de parir y a veces camina en círculos, agobiada por convertirse en un sujeto no productivo sino solo reproductivo, para lo cual no parece haber reconocimiento social, ni desde lo simbólico ni desde lo material. Y me choca verme dibujada en una gorila. En una gorila explotada.
El libro que me engancha tiene una piedad simiesca en la portada. Se titula Quién esté libre de culpa y es la tercera novela de Gema Nieto. Sorprende al ofrecernos una distopía con tantas trazas reconocibles de nuestro propio mundo, como dijo la escritora Alana Portero en su presentación el pasado viernes en la librería Mary Read (Madrid). Una ficción donde todo se vuelve siniestramente familiar. Un mundo tan factible donde la libertad reproductiva se compra a la carta en una industria perfeccionada que ha encontrado la solución al problema ético de la gestación subrogada. ¡Eureka! ¡Lo tenemos! Que nos sustituyan hembras de otra especie. ¿Qué puede salir mal? Y este es solo el incidente desencadenante de un gran estallido social. Sofía Castañón nos recordó también en la presentación cómo se creó en el Parlamento hace no tanto una falsa urgencia para legislar sobre lo que allí se llama, hemiciclo tantas veces también siniestro, gestación por sustitución. Los relatos pueden alterar las agendas y los blancos de la violencia según quien los confeccione. En la construcción de mundo que hace Gema Nieto, la transacción reproductiva se llama gestación secundaria. Una vez más, la ficción supera la realidad. Porque como dice Noelia Adánez (y os juro que ya corto con el name dropping), es un texto que nos regala credibilidad, que es de lo que más necesitadas estamos últimamente en el campo político. Y quien dice político, dice literario.
Un libro que me ha interpelado como madre que ha transitado y conoce bien todas las contradicciones de esos edificios blancos de las clínicas reproductivas que la novela tiene como escenario; pero también como lectora interesada en las ficciones que abordan la maternidad desde cualquier frente, como todas esas novelas en cuya tradición se inscribe esta: novelas de ficción especulativa feminista con el foco puesto en la cuestión reproductiva y la organización social que estas realidades especulativas provocan. No sé si tenemos tiempo ni espacio mental para leer buenas novelas en medio de las últimas andanadas reactivas al feminismo, pero nos lo merecemos. Necesitamos parar el poderoso runrún que nos come los días, echarnos a leer y, de paso, descansar. Necesitamos novelas como estas, pienso, novelas incómodas, perturbadoras. Necesitamos novelas que hagan el esfuerzo de nombrar nuestro mundo para comprenderlo y cuestionarlo. Sacad rato y postraos con esta ficcionada piedad.