La noche del domingo, una España conmocionada seguía pendiente de la televisión para conocer lo que sucedía en las zonas devastadas por la DANA. De entre todas las opciones que ofrecían los canales, la mayoría eligió informarse a través de un ultraderechista experto en ovnis, espíritus y teorías conspiranoicas. Parece un chiste, pero no lo es.
Iker Jiménez empezó a crear su personaje como “investigador de lo oculto” en la Cadena SER. En cuanto lo consolidó y dio el salto a la televisión, lo primero que hizo fue desempolvar su camisa azul. Entre extraterrestre y fenómeno paranormal colaba un reportaje criminalizando con falsedades a la II República o una entrevista a cualquier neofascista disfrazado de historiador o de investigador. Los “amigos de lo desconocido”, que componían inicialmente su audiencia, fueron dejando paso a neonazis, negacionistas de lo que sea, amantes de las teorías conspirativas, desokupas y a la mismísima Falange que felicitaba públicamente al presentador por dedicar un programa “desde la admiración y la objetividad” a José Antonio Primo de Rivera. Sin ninguna persona honesta en la cúpula de Mediaset que le parara los pies, Jiménez acabó de quitarse la careta y se dedica, desde hace ya varios años, a difundir el relato y la agenda de la ultraderecha mundial. Sus programas han servido para jalear teorías neonazis como la del Gran Reemplazo, amplificar el bulo del Plan Kalergi e incluso para dar voz a conocidos negacionistas del Holocausto, lo que en su día provocó la queja pública del Observatorio de Antisemitismo. Durante la pandemia se dedicó a esparcir falsedades y medias verdades en medio del caos, la desesperación y la tragedia. Tras ella se centró en identificar inmigración con delincuencia y en servir de altavoz a todo el espectro ideológico que hay a la derecha del PP (y dentro del propio PP). No se ha resistido ni a las teorías más locas, como la que afirma que las estelas de los aviones son en realidad la prueba de que las élites nos fumigan desde el cielo para cambiar el clima, hacernos enfermar o vete tú a saber para qué. La nave de Iker Jiménez no fue nunca la del misterio, sino la de los bulos, el odio y el racismo. Una nave atractiva para ese alto porcentaje de españoles que ya vive en la burbuja trumpista erigida por la triple A de Ayuso, Abascal y Alvise.
Con esos mimbres y unas botas de agua para hacer el paripé, el ufólogo se plantó en Valencia. “Aquí contamos lo que nadie cuenta”… viene a decir en cada programa. Y en esto tiene parte de razón porque, aunque sus bulos también se leen o ven en otros medios y pseudomedios, lo que Iker cuenta no lo verán en ningún sitio donde haya periodistas de verdad. No leerán que 700 tickets del parking de Bonaire se quedaron sin devolver… porque, entre otras cosas, ese parking ni siquiera utilizaba tickets. No escucharán que el estado profundo oculta las cifras reales de víctimas… porque la realidad es que se van actualizando según aparecen los cadáveres. No contemplarán a un supuesto policía encapuchado y con la voz distorsionada afirmando que les ordenaron no desplegarse porque es, sencillamente, mentira. No verán a grandes expertos como la chaquetera y conspiranoica Bea Talagón o al putinista Coronel Baños explicando que fue el PSOE el que rompió los cristales del coche del presidente del Gobierno para victimizarle… porque hay hasta vídeos en los que se ve lo que sucedió. El programa de Iker Jiménez queda retratado con la imagen que todos hemos contemplado de uno de sus buleros arrodillándose para mancharse de barro, justo antes de entrar en directo, para dar la sensación de que había estado ayudando a los vecinos o investigando en medio del lodo. “Barro, mentiras y cintas de vídeo”. Ese sería el nombre más adecuado para el Horizonte que presenta el ultraderechista.
Jiménez es solo una de las muchas patas propagandísticas que mueven las derechas extremas españolas en medio de esta tragedia para sembrar caos, odio y desinformación. Necesitaría diez artículos como este para citarlas, así que me quedaré con dos ejemplos muy significativos que demuestran la forma en que los ultras de Vox y del PP han pervertido la profesión periodística. Javier Negre fue uno de los instigadores de la protesta violenta contra el presidente del Gobierno. Desde sus redes sociales y su supuesto medio, financiado por instituciones públicas gobernadas por el PPVox, convocó a sus seguidores para atacar a Sánchez y dejar tranquilo a Felipe VI porque, según decía en su mensaje, “el rey no tiene la culpa”. Negre lanzó su llamamiento poco después de abrazarse, delante de las cámaras de televisión, con el presidente de la Generalitat Valenciana. Fue la foto del lodo. Tras los incidentes registrados durante la inoportuna visita real, otros “reporteros” se encargaron de convocar una protesta contra Sánchez en Ferraz. Detengámonos un momento y pensemos: “periodistas” convocando actos violentos y manifestaciones ilegales… En la profesión sabemos que no son colegas, sino agitadores. El problema es que reciben miles de euros de dinero público para que actúen así y el mismísimo Congreso de los Diputados les sigue acreditando como periodistas, lo que les permite acosar, mentir y sembrar odio desde la sede de la soberanía nacional.
Este panorama obedece, en mi opinión, a lo que contaba en mi artículo del domingo y que se va confirmando según pasan los días. Están en plena huida hacia delante porque la DANA es una enmienda a la totalidad a su negacionismo del cambio climático. El letal impacto de la misma les pone en evidencia por desmantelar la Unidad de Emergencias Valenciana y renegar de unos servicios públicos que ahora son más necesarios que nunca. A todo eso hay que sumar que Mazón y su gobierno fallaron estrepitosamente en los momentos previos y están gestionando casi peor las consecuencias. Aunque su ejército de mercenarios de la información trate de reescribir el relato, los hechos son los que son. La mejor prueba es que Mazón está mintiendo a diestro y siniestro para ocultar su responsabilidad. Ya ha culpado a la AEMET, a la Confederación Hidrográfica del Júcar, a la UME y, cómo no, a Sánchez de algo que era responsabilidad exclusiva suya. Sus falsedades han sido rebatidas contundentemente por los aludidos, pero sobre todo por sus propias declaraciones de días anteriores y por las leyes y reglamentos que establecen claramente quién tiene cada competencia en una emergencia de estas dimensiones.
En este contexto de incapacidad manifiesta de Mazón, confirmada por Feijóo al pedir la declaración del estado de emergencia, creo que el gobierno central debería tomar las riendas del desastre. Ponerse a las órdenes de la Generalitat Valenciana, como marcaba la Constitución y el resto de la legislación, era lo normal, pero con este PP fue un tremendo error. Se vio en la pandemia y se vuelve a ver ahora que de este PP, y ya me temo que de ninguno que esté por venir, se puede esperar lealtad institucional. Ya lo verbalizó el dirigente popular Cristóbal Montoro cuando estaba en la oposición: “Que caiga España, que ya la levantaremos nosotros”. Las derechas extremas españolas siguen creyendo que el poder les pertenece por derecho de cuna y cuando lo pierden en las urnas no dudan en intentar recuperarlo por cualquier medio. El ejército que usaron en el 36 hoy no lo forman soldados, sino jueces, empresarios, “periodistas” y expertos informáticos. Ante esa realidad y en medio de una catástrofe como la que estamos viviendo la única respuesta posible por parte del ejecutivo central debe ser liderar y hacer lo justo y necesario. En juego está la vida y el bienestar de decenas de miles de valencianos. Toca apartar al inepto y, lo que es casi peor, al mentiroso de Mazón. Toca pelear contra el barro, pero no en el barro… porque ya lo dice el dicho que todos ustedes conocen: aunque en el lodazal todos acaban manchados, solo unos disfrutan.