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Globalización y distancia en un año de pandemia: Globalización, pese a todo

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21 de julio de 2021 06:01 h

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La globalización es un proceso de interacción e integración de Estados y personas en la economía mundial impulsado por el cambio tecnológico que afecta, directa o indirectamente, a la forma en que estudiamos, trabajamos, nos formamos culturalmente, comemos e incluso respiramos (aire contaminado). No se trata de un concepto nuevo, ni tiene una definición única. De hecho, a finales del siglo XVII ya se utilizaba el adjetivo “global” para referirse a algo de escala mundial. Algunos sociólogos sitúan simbólicamente el inicio de la globalización en 1989, cuando cayó el muro de Berlín y se desintegró la URSS, facilitando así la hegemonía económica del capitalismo. Por ello, podemos decir que la fecha de inicio del proceso globalizador es relativa ya que depende del punto de vista teórico desde el que se estudie, pero ¿y la fecha de fin? ¿se puede frenar el proceso globalizador

Riesgos globales en un mundo globalizado

La respuesta parece evidente para los teóricos escépticos, que creen que el proceso ya es imparable, pero que sí puede y debe ser reorientado hacia una dirección menos económica y más política; y optimizado, para proteger a la humanidad de los riesgos globales. Algo que, según refleja la crisis actual, no se ha hecho. 

Desde finales del siglo XX Ulrich Beck nos advertía de la existencia de tres riesgos globales relacionados con el medioambiente, con la salud y con la persona o el individuo, y característicos de lo que define como “sociedad del riesgo”. El autor define el riesgo como una “forma sistemática” de la sociedad para lidiar con el azar, la inseguridad y la incertidumbre provocadas por el proceso modernizador que se dio en a finales del siglo XIX. Estos riesgos se acentúan porque intervienen otros factores como la globalización, la individualización extrema, la revolución de género (reestructuración de la comunidad patriarcal) y el subempleo.

Uno de los elementos fundamentales de su análisis es que las sociedades occidentales y las no occidentales comparten un tiempo y un espacio, y también comparten los mismos riesgos. Estos riesgos son creados por el hombre y, tal y como lo ha reflejado la actual crisis sanitaria, ponen en peligro a toda nuestra civilización porque no se detienen en las fronteras nacionales. Algo que quedó patente el 11 de marzo del año pasado cuando la OMS reconoció la enfermedad por COVID-19 derivada del virus SARS-CoV-2 como pandemia. 

Sin embargo, añadía Beck que a diferencia de la primera modernidad, en la que las diferencias de clase desempeñaban un papel importante, en la sociedad del riesgo todas las personas se ven afectadas por igual por estos riesgos. Según Beck, las vías de escape privadas y las posibilidades de compensación se reducen. 

Que las vías de escape privadas se han reducido es un hecho: todos tenemos posibilidades de contagiarnos. Sin embargo, esta crisis sanitaria global pone en entredicho el argumento de Beck que dicta que “todas las personas se ven igualmente afectadas por los riesgos globales”. Esta crisis ha supuesto un mayor riesgo para determinados colectivos sanitaria y también económicamente. Así lo afirmaba Naciones Unidas en el documento titulado “COVID-19 and Human Rights: We are all in this together”.

Beck atribuye un peso importante en su análisis a la democracia como elemento de la sociedad del riesgo. La sociedad del riesgo es una “sociedad del desastre” en la que el estado de emergencia amenaza con convertirse en la norma. El sistema político se enfrenta al dilema de fracasar por el peligro o ignorar los principios democráticos básicos mediante una acción autoritaria. Este dilema ha estado presente a lo largo de todo 2020. El Índice de Democracia anual de la revista “The Economist” recoge este año las peores puntuaciones desde que se comenzara a calcular este valor en 2006.

Pese a que algunos autores tacharan de alarmista a Beck, en la mayoría de los países no hemos sabido evitar el riesgo de una pandemia. Y lo que es peor, el riesgo, hecho realidad en forma de catástrofe no ha afectado de igual forma a todas las personas. Al contrario, ha incrementado las desigualdades sociales tanto dentro de los países como entre países afectando más a los pobres y a las comunidades más vulnerables. Como afirmaba el Secretario General de Naciones Unidas en un mensaje de vídeo en abril de 2020 “el [corona]virus no discrimina, pero sus impactos sí”. En definitiva, la globalización ha jugado un papel fundamental en la expansión del virus, pero ¿cómo ha afectado la pandemia y las medidas adoptadas para contenerla a la globalización? 

El estado actual de la globalización: ¿se ha visto afectado el proceso globalizador por la situación desencadenada por la pandemia?

Para responder a esta pregunta, vamos a recurrir al último informe sobre el Índice de Conectividad Global de DHL de 2020 que analiza los flujos comerciales, de capital, de información y de personas a través de tres dimensiones: la profundidad (Depth) de las interacciones a través de las fronteras de los países; su direccionalidad (flujos de entrada contra flujos de salida); y su distribución geográfica (amplitud). Para ello tiene en cuenta el 99% del PIB mundial y el 95% de la población mundial. El índice muestra para 2020 una evidente caída en la conectividad global con respecto a 2019. 

Dicho esto, por cuestión de espacio, analizaremos solamente los flujos comerciales, ya que han experimentado un incremento acelerado debido, en parte, a que las ventas transfronterizas de comercio electrónico discrecional se dispararon un 53% interanual durante el segundo trimestre de 2020. Pese a la caída del nivel de intercambio comercial al comienzo de la pandemia, este flujo ha experimentado una rápida recuperación. No podemos pasar por alto que recientemente se han firmado varios tratados de libre comercio. Esto explica que los intercambios comerciales hayan sido uno de los flujos menos afectados por la pandemia. Además, muchas de las industrias más afectadas (y con mayores tasas de desempleo, por ejemplo, los restaurantes y el sector de la hostelería) proporcionan servicios locales en lugar de bienes muy comercializados. Este hecho refleja que la pandemia ha impactado con más fuerza al comercio local, en manos mayormente de pequeñas y medianas empresas, en el Norte Global, y muy típico de las formas de economía informal en el Sur Global. 

Por su parte, el comercio de servicios informáticos y de comunicaciones que permiten el trabajo a distancia ha experimentado una ampliación. El confinamiento ha obligado a la gente a trabajar desde casa siempre que ha sido posible. Sobre todo, en ocupaciones del sector cuaternario, que se basa en el conocimiento y en la información. Sin embargo, el teletrabajo no sólo requiere una ocupación “teletrabajable”, sino también aportaciones del hogar relacionadas con la infraestructura básica (conexión a Internet y otros servicios de la vivienda) y la disponibilidad de tiempo .

La globalización económica se está reorientando hacia al sector tecnológico. Por un lado, en el estudio se pronostica una disminución de los intercambios internacionales de estudiantes de grado y posgrado debido, en parte, al auge de la educación online. También se constata una reducción del comercio de publicaciones impresas en favor de las alternativas digitales. Además del aumento excepcional de la demanda de entretenimiento en línea, educación, reuniones y otras innumerables alternativas a las interacciones en persona, provocado por los cierres de las fronteras nacionales y a las medidas de distanciamiento. Por otro lado, las industrias digitales (servicios digitales y fabricación de equipos informáticos) han visto crecer las fusiones y adquisiciones transfronterizas. Este sector es menos dependiente que el manufacturero de las empresas que invierten en activos físicos en países extranjeros. 

Así que parece que estamos presenciando una transición de la globalización hacia lo digital, lo tecnológico y lo informatizado. Este momento es crucial para que la gobernanza internacional se ponga de acuerdo con normas y reglas que sirvan para evitar más riesgos globales potenciales. Y sobre todo, para evitar que las posibles implicaciones de esta nueva versión de la globalización afecten de manera desigual a las personas.

Economistas sin Fronteras no se identifica necesariamente con la opinión de la autora y ésta no compromete a ninguna de las organizaciones con las que colabora.

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